4.

134 7 0
                                    

Capítulo 4.

Hola, soy Perséfone O'Kelly, tengo 17 años casi 18, en dos meses cumplo 18 años, y en mi corta vida, he aprendido demasiado, y amo hacerlo, siempre he sido correcta en todo, buena estudiante, la presidenta del consejo estudiantil, hago los bailes, las reuniones, decido los horarios de los estudiantes, y también amo leer. Todo lo que los padres piden ¿no?.

Pero luego está Elliot Briand, idiota, sin responsabilidades, sin encargos, con mucho desastre y problemas. Elliot es la clara demostración de un narcisista queriendo creerse el Dios de todo. Peor que Narciso, eh.

Y luego está la única cosa que nos conecta; mi casa.

Sabía que era un desastroso, desordenado y algo inútil, pero no lo tanto como para dejar sus maletas afuera de la habitación, y también un montón de cajas.

Carajo, deja de perder el tiempo, recoge las cajas y ponlas en tu habitación- pensé. Soy muy desesperada con la limpieza, si algo no queda limpio, lo limpio de nuevo.

Noté sus cajas; libros, cuadernos, discos, institución y fotos(mommy): así se nombran las cajas que están ahí.

Me dió curiosidad por lo de "discos", ¿qué discos escuchará el desastroso?.

¿Qué libros leerá? La curiosidad no fallaba, siempre estaba allí.

La aparición de un cuerpo poco visto llegó, sabía que era el huracán, se le notaba por su forma de arreglar su cabello o por su simple tono de piel, imposible que fuera papá.

Él no decía nada, simplemente se quedó viéndome ahí examinando.

¿Acaso estaba gorda?- pensé por su forma de verme.

-¿Qué haces?- preguntó él chico, el lo sabía; sabía que yo estaba de registrona y me quedé viendo sus cosas.

No me digné a responder, me giré y entré en mi habitación, cerré la puerta con seguro.

No quiero mundanos, en mi habitación.

Empecé a abrir un espacio en el centro de mi habitación, para empezar a hacer varías decoraciones para el baile. Estaba algo cansada del instituto, ansiaba que llegara el viernes para la fiesta que tenía con mis amigas, es más, tenía que buscar que ponerme y todo, busqué mi teléfono celular en mi mochila.

Abrí todos los cierres, pero nada, no alcanzaba mi teléfono, no se sentía la suave pantalla de mi iPhone 7, que me costó 6 meses de duro trabajo.

Abrí mi puerta encontrándome con las cajas, solo que ahora no habían tantas, el desastroso se digno a ser menos desastre. Ese no era el punto, concéntrate.

¡Si, exacto! Concéntrate, Perséfone.

Tú teléfono está en riesgo.

-Mamá...- susurré cuando llegué a su lado, ella se giró a mí junto con su pequeña barriga.

-¿Sucede algo, honey? Estás muy pálida.- mamá se me quedó mirando, ¡sabía qué tenía algo raro!.

-¿Me prestas tú teléfono?- pregunté a lo que ví su teléfono a un lado de la mesa del comedor. -Gracias.

Lo tomé y busqué en su teléfono el número de Ashley, busqué y la encontré. ¡Bingo! Justo cuando iba a pulsar el contacto para llamarla me quedaba menos de un centímetro para llamarla, pero como lo saben, hoy no es mi día, una llamada entrante, correcto.

Era de mi prima que vive en Inglaterra, ¿¡Para qué llama?!.

Desvíe la llamada, no siempre la suerte esta de mi lado.

Marqué el número de mi prima para al fin escuchar la voz de mi hermosa prima.

-Aquí está tu teléfono, tranquila.- de una vez habló, un suspiro de alivio invadió mis labios.

-Gracias a Dios, ¿Puedes traerlo en un rato? Me moriré si no siento a Marco en mis manos.- me desesperé.

-Voy en 10, creo que te pasas con las caricaturas esas de la tv.- exageró mi compañera del desastre.

-Trae el teléfono, no me critiques.- dije ya colgando la llamada.

Aliviada, caminé a mi habitación, para encontrarme con que en el pasillo ya no hay cajas. Ojalá haya cambiado y sea organizado.

-¿Por qué te quedas ahí parada?- preguntó el chico chocando su hombro con el mío.

Fruncí el ceño, me pareció grosero.

-¿Y a ti qué te sucede? ¿Acaso no conoces lo que es 'Respeto'?- pregunté confundida, su actitud no era para nada graciosa.

-En mi 'lenguaje', no se maneja esa palabra, tristemente no conozco lo que es respeto.- dijo con un aire de superioridad, me sentía vulnerable ante él, se veía gigante desde esta perspectiva.

Lo vas a superar, con lo que dirás, hazlo sentir pequeño, vamos.

-Pero si se manejan las palabras, "Volverte a ver" ¿no?.- dije pícara.

Palideció, pareciera que hubiera visto un fantasma, pero no, el chico solo estaba atento a mis palabras.

-Ni se te ocurra decirle a mi mamá o a mi papá que escribo, me tiran el millón de preguntas por algo que no deseo ser.- escupió sus labios como si nada.

¿Deseo ser? No entiendo lo que que me trata de decir, solo yo sabré si el está estudiando lo que quiere.

-Estas loco.- murmuré para irme a mi habitación.

Entré en mi laptop, busqué ideas para las decoraciones y me empecé a inspirar para hacer la bienvenida.

Decidí empezar y cuando ya iba a pintar las flores resulta que alguien me llama.

Que sea Ashley, no soportaría que fuese alguien más.

Salí de mi habitación como cosa normal, me dirigí a la entrada, y gracias a mi Lord, era Ashley, con Marco en sus manos.

-Dámelo.- ordené arrebatando mi teléfono de sus delicadas manos.

-¿Está aquí?- preguntó en voz baja, sabía que se refería a mi amigo del alma -nótese el maldito sarcasmo- Elliot.

Asentí, pero no me convenció, así que empecé a gritar.

-Pues fíjate, si está, ahora el niño vive frente mi habitación y es un desastre, hubieras visto las cajas que tenía, era todo el pasillo.- me quejé exagerando todo. ¡Lo sé! Soy una altanera, me gusta que las personas lo sepan. Así no se sorprenden cuando grite todo.

Ashley abrió los ojos como platos, en señal de que me callara.

-¿Lo siento? No te escucho.- fingí una disculpa, ella me conoce, sabe que lo hago a propósito.

-¿Hablan de mí?- preguntó esa ridícula voz, el chico que vive frente de mi habitación.

No me sorprendía, esperaba que eso pasara.

Lejos de Amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora