Los reyes del Olimpo.

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Este oneshot tiene lugar hace miles y miles de años, antes de que Daria siquiera naciera, asi que nada tiene que ver con la historia de Una musa para el dios de la guerra. 

Solo quería plasmar cómo es (según yo) la relación de Hera y Zeus.

Espero la disfruten.  

......



Eran momentos como este los que la hacían volver a amarlo. Los que la hacían olvidar las faltas, las infidelidades, los desplantes, las humillaciones. En momentos como estos. La hacía sentirse amada, deseada.

La hacía sentirse única, única en su vida. Su mujer.

La llevo hasta el lecho, pues la había comenzado a besar desde que la había visto, en la misma puerta. La había desnudado ahí mismo, sin siquiera darse el tiempo de cerrarla.

Le mordisqueaba el cuello y la oreja y ella gemía de placer. Debía de admitir que el hombre sabía como hacerla encenderse. Cuando quería.

Y eran pocos, y contados estos días, en los que se entregaban el uno al otro como antaño. Como cuando se amaban tanto que con tan solo rozar sus manos comenzaban a arder de deseo.

Hacia eones que no se veían de la misma forma. Pero en ocasiones como esta, lo podía recordar perfectamente. Podía recordar porque había aceptado ser su esposa, porque lo había amado en primer lugar.

-Eres la mujer más hermosa Hera, no hay nadie en el mundo como tú. Eres tan... perfecta. – susurraba Zeus entre jadeos.

Y ella lo creyó, porque cuando lo decía de esa manera, simplemente no se podía dudar.

-Oh Zeus...

-Sí, si... Hera... mi esposa. Mía.

Y es esos momentos, ella le pertenecía. Aunque después lo odiara nuevamente, en esos momentos se entregaba totalmente a él.

Zeus desato los broches que sujetaban su cabello y este callo en hondas naranjas sobre su espalda.

Zeus la miro unos segundos sin decir palabra. Era como si ni siquiera encontrara palabras para describir tal belleza. Y así era exactamente.

-Oh Hera... eres... simplemente... maravillosa. Eres la perfección misma.

Volvió a tomar sus labios y profanar su boca con su lengua ardiente. Hera suspiro y se abrazo a su cuello.

Llegarían tarde al juicio. Pero que más daba.

Zeus también lo sabía, una vaga idea sobre un juicio rondaba su mente pero simplemente no lograba pensar en nada que no fuese la belleza de su esposa y la enorme necesidad que sentía por poseerla.

Cuando había entrado en sus aposentos y la había visto ahí, con ese vestido dorado que cubría apenas y un poco de su tersa piel sabor a miel. No pudo más que arrancárselo y degustar su blanca piel como si estuviera hecha de la ambrosia que tanto necesitaba para subsistir.

Dejo sus labios y bajo por su cuello hasta sus pechos. Blancos, redondos, con esos pequeños pezones tan rosados como las fresas. Los devoro. Los gemidos que lanzaba Hera y sus pequeñas manos con largas uñas que arañaban su cuero cabelludo apremiándolo a no retirase de aquel delicioso sitio lo hacían arder.

Perduro allí unos cuantos minutos y bajo aun más, hasta su plano y suave abdomen. Lo acaricio con las yemas de los dedos disfrutando al ver como la piel se le erizaba. Jugo ahí haciendo círculos con su lengua, rodeando su ombligo y dibujando sus costillas.

Oneshots en el Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora