Hermes y Zeus

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La mirada de Hera, llena de odio se clavó en Zeus. Había tanto rencor en ella, pero también, demasiado dolor. Solo un experto en dolor lograba verlo pero... ahí estaba, oculto, tras todo ese orgullo.

-Jamás te perdonaré esto, Zeus. – soltó mientras le daba la espalda y se retiraba. El fru-fru de su vestido se escucho cada vez más lejano.

Zeus resopló y se dejó caer en el trono de nuevo. Abajo, en la tierra, la tormenta comenzaba a apaciguarse al fin.

El dios rey comenzó a masajear sus sienes y gritó a su copero.

El chiquillo apareció frente a él en un parpadeo. Le sirvió el vino sin decir una palabra y se quedo de pie esperando la orden de retirarse.

Cuando Zeus levantó la vista vio algo extraño en Hermes. Sus cejas estaban fruncidas y su mandíbula tensa. El niño casi nunca estaba de mal humor, su pícara sonrisa estaba siempre presente en sus labios así como esa chispa traviesa en sus ojos azules, tan azules como los del mismo rey.

-Y a ti ¿qué te pasa? – preguntó el dios curioso al ver a su hijo más joven tan molesto.

-Nada. – soltó moviendo su cabeza hacia otra dirección.

-Así que el problema es conmigo ¿eh? – soltó el dios resignado. - ¿Qué pasa hoy que todos me atacan?

Hermes se volvió hacia él, en sus ojos había fuego. Quería gritarle tantas cosas "Idiota" estaba liderando una larga fila de insultos hacia su padre. ¿Cómo se atrevía él a hacerse la víctima? ¿Es que solo pensaba en sí mismo?

-A ver... ¿Qué sucede? Dímelo ahora, ya que mi humor no puede ponerse peor.

-No es nada. – se obligó a soltar de nuevo Hermes con la mandíbula apretada.

Había sido algo terrible para él venir a vivir al Olimpo... dejar a su madre, dejar todo lo que él conocía y amaba. Pero dentro, muy dentro de él, sentía pertenecer a ese lugar, ya hasta había hecho amigos... o algo así. Y estaba descubriendo muchas cosas nuevas y... incluso hasta había aprendido a tomarle aprecio a su padre... un poco, digamos que el hombre ya no le desagradaba tanto. Pasaba el día entero jugueteando por ahí, haciendo mandados, volando, por los dioses, ¡podía volar!

Dentro, muy en el fondo de él, realmente había esperado que su padre no fuera lo que todos decían que era, eso esperaba. Y por un tiempo, pensó que así era, que Zeus, no era el bastardo desgraciado que todos odiaban, que el resto de los olímpicos solo tenían celos de él. Que su madre y el resto de los mortales no lo conocían, por eso se daban el lujo de hablar. ¿Qué sabían los demás de las tareas de un rey? ¿Qué sabían los demás de las obligaciones de un dios tan poderoso?

¡No tenían derecho!

Pero hoy... hoy se había dado cuenta de que todos tenían razón. De que su padre, era un sucio bastardo desgraciado e... infiel.

De pronto trabajar para él ya no era tan excitante, estar cerca de él ya no era tan alentador y ser un dios ya no era tan genial.

-Vamos, dímelo, ¿ahora que hice?

-¡¿Aun se atreve a preguntarlo?! - soltó el chiquillo perdiendo su autocontrol.

-Pues... - dijo Zeus acariciando su barba cobriza. – en realidad... no recuerdo haberte hecho nada... al menos hoy.

-No a mi...

Zeus lo miró con los ojos entrecerrados.

-Ah... ¿te molesta algo que le he hecho a alguien más? Pues realmente tendrás que ser específico. – soltó el rey cínicamente con una sonrisilla de lado.

Oneshots en el Olimpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora