V. REFUGIO

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Jongdae caminó sigilosamente hacia el sofá en donde dormía el vagabundo, lo estudió un poco y le asombró ver que parecía apenas un niño; tenía una frente amplia, lacio cabello oscuro, mejillas un poco abultadas y coloreadas de rosa, sus labios eran carnosos y muy rojos. Jongdae frunció su ceño y tomó la mochila al lado del sofá, habían pocas cosas; un par de prendas de vestir, un teléfono móvil, un cuadernillo, un lápiz y un sobre, Jongdae no reparó en abrirlo para ver su contenido. Habían cápsulas, pastillas en diferentes colores y una pequeña bolsa llena de un polvo blanco.

—¿En dónde conociste a ese idiota?

Jongdae empujó a Jongin con brusquedad para hacerlo despertar y lanzó el sobre con las drogas a su pecho. El menor se incorporó rápidamente con una mirada culpable  y Jongdae lo supo, mierda, sí, Jongdae lo supo, conocía a Jongin tan bien como a la palma de su mano.

—¿Consumes drogas, idiota? —Jongdae gritó despertando a su no invitado.

Jongin se encogió en la cama, no le gustaba cuando Jongdae se salía de sus casillas y peor aún si era por su causa.

—Solo unas cuantas veces —dijo con voz ahogada.

Lo peor era que Jongdae lo entendía, entendía que Jongin quisiera escapar de su realidad, el mismo Jongdae lo había intentado muchas veces, pero no era lo que quería para su hermano, tanto esfuerzo, tanto cuidarlo y empujarlo hacia adelante para que al menos él pudiera aspirar a ser alguien importante en la vida.

—Dae... —Jongin murmuró con un nudo en su garganta.

—Eres mejor que esto Jongin... eres mucho mejor —Jongdae metió todo dentro del sobre otra vez y lo alejó de su hermano. —Dile que se vaya.

Jongin asintió con lágrimas en sus ojos.

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Tres horas después los tres se encontraban tirados en el sofá muy relajados, sonrientes y con los ojos rojos.

Bien, la segunda persona más persuasiva que Jongin había conocido jamás, era Kyungsoo.

⚡🐱⚡🐱⚡

Jongdae bajó a Minseok de su espalda al divisar la cabaña; su casa, su estudio.

La vivienda estaba ubicada en medio de la nada, entre un bosque, justo como la de la abuela de caperucita. Era de un solo piso y se veía muy antigua  y estaba hecha de madera. Era un pequeño paraíso que solo conocían tres personas, bueno, ahora cuatro si contamos a Minseok quien por cierto ya estaba junto a la puerta inspeccionando el lugar aunque todavía se tambaleaba un poco.

Jongdae sacó su llave del bolsillo y abrió dejando pasar a Minseok a su hogar. El gato caminó con cierto recelo hasta ubicar un sillón en la pequeña sala de estar, se sentó ahí —como un gato— y olisqueó el aire moviendo las aletas de su nariz. Al no percibir ningún olor amenazante miró a su alrededor de forma analítica con sus grandes ojos felinos y después empezó a asearse; Minseok lamía repetidamente el dorso de su mano izquierda y con la saliva se limpiaba su rostro.

Jongdae no pudo ocultar su extraña sonrisa y pronto, por curiosidad, lo imitó.

El gato se detuvo un instante para prestar atención a su nuevo amigo, lo miró maravillado pero el primero se mostró tímido y se detuvo, a Minseok le pareció lindo que las mejillas de Jongdae se hubieran tornado de un bonito color rosa, se levantó del sofá y corrió a su lado, restregó su morro en el pecho de Jongdae un par de veces y luego tomó su mano para llevarlo al sofá. Cuando se hubieron acomodado, Minseok hizo lo que todo buen gato haría; ayudar a un compañero.

GATO  ~Chenmin~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora