XIII. CRISIS

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Este capítulo no es bonito, pero es probablemente necesario...

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Minseok sintió las manos fuertes que lo empujaron por el pecho,  su espalda desnuda chocó contra las frías sábanas. Quiso decir que no, pero su voz estaba atrapada en su garganta, no era capaz ni de emitir un quejido. Su corazón, por el contrario de sus cuerdas vocales, trabajaba al mil, bombeaba sangre con fuerza mientras un miedo helado se distribuía por los rincones de su cuerpo y hacía doler su estómago. Se sentía pesado y miró al hombre que se desnudaba suplicando piedad.

No hubo piedad.

El hombre era mucho más fuerte, mucho más grande y aunque no era viejo, era mucho mayor que él. Sonrió mientras le estrellaba un puño sobre su rostro. Xiumin jadeó y las lágrimas empezaron a derramarse de sus ojos sin su consentimiento mientras era desvestido sin ningún cuidado. El rostro del hombre se volvió una sombra en la que solo se podían distinguir unos ojos amarillos. El sudor del otro hombre le resultaba asqueroso, estaba demasiado caliente y apestaba a alcohol. Xiumin cerró sus ojos y los mantuvo fuertemente apretados aunque los gemidos del abusador se quedaron grabados en su mente.

Minseok no dejaba de moverse en la cama, no gritaba pero había pateado las cobijas y las almohadas. Eran las cuatro de la tarde y por suerte Jongdae no estaba durmiendo a su lado, pero llegó al escuchar los extraños sonidos que secos que delataban una riña, solo que el atacante de Minseok estaba dentro de sus sueños. Las lágrimas corrían por su rostro aún estando dormido y la rabia se apoderó de Jongdae, el instinto de protegerlo le gritaba que hiciera algo, pero era tarde, lo que hubiera sucedido ya era parte del pasado, de un pasado que el hombre de sonrisa gatuna no podría borrar jamás.

Los antebrazos de Minseok fueron sostenidos por la inhumana persona que profanaba su cuerpo sin ningún cuidado y el aire se hizo paso por la tráquea del gato arrastrando un alarido fuera de su cuerpo; ahora ya no se sentía tan pesado y luchó contra las manos que lo sostenían, arañando la piel del otro. Los gritos mezclados con sollozos desesperados inundaban el aire y a Minseok empezaba a dolerle la garganta, no importaba, le dolían más otras partes.

—¡Abre los ojos! —Jongdae gritaba con fuerza pero Minseok no le prestaba atención, o tal vez no lo escuchaba. Las uñas de Minseok se habían enterado en sus antebrazos y unas espesas líneas escarlata rodaban cuesta abajo hacia sus dedos. Cuando logró que Minseok lo soltara, este empezó a golpearse a sí mismo, frustrado y desesperado, Jongdae deseó seguir siendo lastimado, eso era lo mejor, Minseok no se merecía un golpe ni siquiera por su propia mano.

—¡Basta!

Jongdae gritaba y suplicaba pero Minseok no atendía, sintiendo a la adrenalina invadir sus venas, Jongdae golpeó a puño cerrado el rostro de Minseok y quiso golpearlo de nuevo y una vez más, pero un desconocido impulso lo frenó cuando su inquilino se quedó quieto luego del primer y único golpe.

Minseok no abrió los ojos instantáneamente, el dolor pulsaba en su rostro, irónicamente, dolía menos el dolor real que aquel que era producto de los recuerdos y su cruel imaginación. Se giró hacia un costado en posición fetal y respiró cada vez más lentamente, cuando por fin abrió sus ojos, Jongdae lo miraba con lágrimas en sus ojos, sus muñecas y parte de sus antebrazos sangraban como los del doctor Wu y por un segundo se preguntó si su amo lo castigaría o si, peor aún, lo echaría de su casa.

Jongdae se puso de rodillas en el suelo al lado de la cama y sus miradas quedaron casi a la misma altura. Con dedos temblorosos, acarició el pómulo izquierdo de Minseok, justo sobre el golpe que le había propinado para sacarlo de su crisis, el gato sintió que su piel hormigueaba un poco y suspiró entrecortado.

El silencio se arrastró entre ambos, Jongdae no dijo ni hizo nada más, temeroso de despertar una reacción negativa y Minseok aún tenía miedo de que en cualquier momento lo sacaran a patadas de su nuevo hogar; había sido un gato malo.

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—Hola, gato —saludó Jongin al interno con una sonrisa torcida.

—Tengo un nombre —susurró Minseok, había sido arrastrado por la curiosidad hasta la habitación del hermano de Jongdae, quería saber si él también era un gato, parecía que no.

—¿Hablas? —Jongin alzó las cejas y le hizo señas para que entrará a la habitación, ya que su visitante todavía seguía al margen de la puerta semiabierta.

—No les gusta que salga de noche —dijo Minseok, un poco temeroso de entrar a la habitación.

Sin embargo, dio unos cuántos pasos más cerca del drogadicto.

Por la ventana entraba suficiente luz de luna como para ver con claridad lo poco que había en la habitación así como a su residente. Minseok tenía mucho miedo de quedarse solo con él y que de un momento a otro fuera a saltarle encima. Pero la curiosidad era más grande, necesitaba saber.

—¿Qué haces aquí? ¿Tienes pastillas?

Minseok movió la cabeza de izquierda a derecha una tan sola vez y Jongin entendió la negativa, justo como hacía Jongdae, chasqueó su lengua con molestia pero pronto le sonrió al gato.

—¿No vas a decirme a qué has venido?

—Quería saber si tú también eras un gato.

—No lo soy.

—¿Tú hermano lo es?

—¿Jongdae? —Jongin frunció su ceño pensativamente —¿Lo dices por su sonrisa? —el gato movió su cabeza de arriba hacia abajo una vez, Jongin no respondió de inmediato pero le sonrió abiertamente al otro interno. —¿Te gusta mi hermano, gato?

—Me llamo Xiumin.

Jongin lo miró aún más extrañado, el nombre no era usual, tal vez el gato no era de por esos rumbos, su rostro y ojos eran diferentes también de los otros que hubiera visto antes.

A Jongin le agradó Xiumin, sorpresivamente el gato sabía hablar y era muy curioso, aunque todas sus preguntas terminaban siempre en Jongdae y cualquier cosa que tuviera que ver con él, Jongin también preguntaba pero las preguntas que el gato no quería responder simplemente las evadía y a Jongin le parecía justo. Casi todas las noches el gato llegaba un rato y se acomodaba en el sofá de invitados para lamer sus brazos o para echarse como un felino, era fascinante a los ojos del moreno, nunca como Kyungsoo, pero sin duda alguna era muy especial. A veces el gato incluso le llevaba pastillas, ninguno de los dos sabía exactamente que eran pero Jongin las tomaba con gusto. Así, a la sombra de la noche, una extraña amistad a base de ‘Jongdae’ se formó, y curiosamente, entre más tiempo pasaba junto al gato, más le parecía a Jongin que el tipo no tenía ni un pelo de loco.

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GATO  ~Chenmin~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora