XVIII. PRISIONERO

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Kyungsoo escuchó los pasos que se avanzaban en su dirección, sabía que no era Jongdae. La persona levemente iluminada por la luz de la pequeña lámpara era alguien muy distinto a cualquiera que hubiera visto jamás. Los dos se miraron en silencio, fue el extraño el primero en hablar.

—¿Kyungsoo? —el joven desconocido de mirada felina preguntó.


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El pecho le dolía, como si se le comprimiera, apoyó sus manos en sus rodillas y miró al cielo. Aún era de día pero enormes nubes de color gris claro inundaban el cielo, sus pies dolían, sus piernas también. En ese momento, pensó que estaba cansado de correr sin rumbo y decidió no correr más, no tenía sentido. Ya estaba lejos de mamá.

Xiumin se sentó sobre el suelo lleno de hojas secas en ese desconocido bosque y desdobló la funda en donde tenía a las crías felinas y revisó que aún siguieran vivos, a penas tenían días, aún necesitaban a su mamá. Xiumin se estremeció ante el recuerdo de su propia madre degollando a su gatita amarilla frente a sus ojos, le costaba respirar y sus dedos habían empezado a temblar.

—Eso le enseñará a no robar —había dicho su progenitora, pero ¿en realidad un pedazo de carne valía más que la vida de su mascota?

La sangre chorreaba por las manos de la mujer y Xiumin nunca olvidaría el color exacto de esa sangre. Completamente aterrorizado de que los pequeños sufrieran el mismo destino, el niño de tan sólo siete años había tomado a las crías y había escapado a la sombra de la noche.

Una a una las pequeñas criaturitas fueron perdiendo la vida envueltas en la cobija del niño. Luego de la segunda noche de estar escondido en el bosque, aterrado y con cuatro gatitos muertos, el pequeño decidió regresar, pero por mucho que lo intentó no logró encontrar el camino de regreso. La tercera mañana lo encontraron los primeros dos demonios que corromperían sus sueños por las noches.

—¿Estás perdido, niño? —preguntó el hombre más viejo y el más joven lo miró como si estuviera mirando un pedazo de carne.

Los días se volvieron borrosos y largos, Minseok no solo se convirtió en un objeto sexual al que sacarle buen provecho, se convirtió en un experto en cuanto a sufrir todo tipo de maltratos y abusos. Durante su travesía hubieron rostros amigables, especialmente de otros niños que lo compadecían y que compartían su suerte, pero nunca hubo una mano que lo sostuviera y lo levantara. Escapó muchas veces y siempre terminaba volviendo a su prisión, era irónico que escapó de su madre una vez y ella nunca lo encontró —si es que lo buscó— pero sus secuestradores lo encontraron tres veces a lo largo de los años.

Curiosamente, los gatos siempre estaban junto a él, conoció a muchos felinos a lo largo de su vida, gatos que siempre le buscaban y le hacían compañía, un silencioso consuelo. Acariciar suaves o maltratados pelajes era una de las pocas cosas que lo hacían sentir vivo.


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Jongdae preparó la dosis dentro de la jeringa y se la extendió a Kyungsoo, quien en respuesta extendió su brazo para que lo hiciera él mismo. Jongdae no lo dudó y como la costumbre marcaba se inclinó sobre su cuñado y le inyectó aquella sustancia ilícita que de tan buen humor ponía al menor.

—Si le das un poco más a Jonginnie podríamos divertirnos un rato, Dae.

Kyungsoo murmuró acercando sus labios al oído de Jongdae quien se estremeció ante la propuesta que le causaba tanto desagrado como excitación.

GATO  ~Chenmin~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora