No me gusta matar bichos muertos
porque me recuerdan
que mis dedos
nada de esto drenan
No me gusta asesinar ojos secos
porque veo en ellos
miles de destellos
No me gusta matar versos
porque al hacerlo mato insectos
que fueron ojos que vieron
algún tipo de talento.
Pero mato insectos,
mato a los muertos,
los humillo y maldigo sus huesos
/de insectos / que no tienen/
por no tenerlos
Y al hacerlo mato los ojos
que acusaron a la flor muerta
de ser tumba de versos.
Y mientras maldigo versos
escritos en sangre de insecto,
lloran los ojos secretos
a la flor del huerto.
Y mientras mato a la flor muerta
muertos insectos me han dicho que me detenga
que /por si las moscas muertas/
escriba en ya pérfidas letras
para que los ojos vengan.
Los ojos ya vacíos de lágrimas
me lloraban suplicando agua
agua, o sangre, o rimas
que en el huerto se fraguan
ya muertas las letras,
oliendo a flores secas.