Confesiones III: Oda a Papá.

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Criaste una niña sin ganas,
campesino de invierno,
de aquel cigarro caían cenizas
y la llama más se apagaba;
menos aceitunas en las mantas.
De pronto el interruptor se apagó en ti.
Se acabó la conciencia, empezó el sobrevivir
Adiós la familia, tu lazo, tu unión,
adiós a la lucha y a la razón.
Cuerpo maduro y triste corrupción
veían tus ojos cegados como condición
de ser tu sustento tu única bendición.

Años más tarde se encendería en mí.
Siempre habiéndome observado sin ánimo, con miedo porque era infeliz
sin ánimo y con miedo por si me atrevía a combatir.
Triste decisión no mirarme y despreciarme
por miedo a que la lucha me consumiera
y a que me robaran y acabara siendo cobarde.
Triste decisión no afrontable
por un cansado y viejo obrero
que a la nueva vida solo le pide
que siga el modelo , se cohíbe,
dice con miedo a los fantasmas del pasado
que la lucha ya no existe, que todo ha terminado,
que acabes los estudios y te asegures el puesto
para no acabar como mamá, para no ser como el resto.

Se te rompe el rostro por la falta de pulsión.
Sangre roja que odia sangre azul
apoya las rodillas en el alcohol
y se olvida lo que le dicta el corazón.

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