Yo siempre hablo de mí misma
hablo de los huesos que nunca se rompieron
de mi falta de carisma,
hablo de los gritos que recogieron
hablo de cómo casi me rompen la crisma
y de cómo mis huesos nunca cedieron.Y siempre que hablo en poemas de huesos
no puedo evitar contar
como pútridas manos menearon
mi calma, mi conciencia y mi razonar.Siempre que hablo de mi persona,
acabo contando la vida de otros
como si mi vida en sí, que no funciona
fuera preludio para vosotros.No queráis saber nada más
a nadie le importa lo vivido
nadie ama el denso mar
cuando está embravecido.Todos quieren saber
que al morir el poeta
deja tras de sí caer
una carta secreta.Una carta de suicidio
¿sólo una, para un poeta?
¿tal vez una por ser querido?
¿tal vez de la mujer discreta
que usó el nombre del marido?No queráis saber
de mí, el poeta
que, por del destino menester
ha creado una maleta
para ahí dentro meter
mil cartas y una sonata.Mil cartas, por poema escrito,
una sonata para mi mártir,
mil cartas en las que he descrito
lo fácil y complejo de existir.Yo siempre hablo de mí misma
ya sea poeta, maníaca y alcahueta,
de corazones ajenos, aneurisma,
de la pena, la más asueta
compositora de melismas.De un poeta, la última carta,
de una poetisa, la autoría,
la filósofa más absorta,
de mi futuro, espero, la alegría.