La chica liberal

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Timbre. El timbre de la campana sonó y los alumnos de esa escuela comenzaron a salir de sus salones. Catleen acomodó sus cosas en la mochila roja que se colgó a los hombros y salió de su salón recorriendo el pasillo hasta bajar las escaleras y encontrar a sus tres mejores amigas: Serel, Camila y Saraí, esperándola con dulces en las manos.

—¡Caty! Corren, ven— La llamó Serel Ruíz, la rubia del grupo mientras se acomodaba la mascada gris que combinaba con su suéter y las botas de tacón que usaba.

—Hola chicas. Cami, ¿Qué tienes?— Observó Catleen a su amiga quien tenía los ojos de color rojizo y un tanto hinchados —No llores, cariño— Extendió sus manos y alcanzó a jalar a su amiga. Camila Durán era una chica pelinegra de ojos marrón oscuro y tez muy blanca, era la más pequeña del grupo en estatura, lo cual la hacía lucir un tanto más débil que las demás.

—¡Ay Caty! Es que ya no puedo con esto, en verdad; mis padres ya decidieron separarse, pero no dejan de pelear y la que siempre carga con eso soy yo, siempre todo recae sobre mí—

—Tranquila, no pasa nada, ven vámonos de aquí— Le dijo Caty mientras besaba la mejilla de la chica más alta del grupo y la compañía de su vida: Saraí.

—Pero... no quiero llegar a casa— Se quejó Camila y Catleen frunció el ceño. Serel abrazó a Cami por los hombros y le beso la mejilla.

—Aguarda— La castaña del grupo sacó su móvil de la bolsa trasera de los jeans y buscó el número de su casa, cuando lo hubo encontrado llamó y se colocó el teléfono en la oreja. —¿Mamá? Hola, tengo una conferencia de literatura y llegaré tarde— Las tres chicas observaron a su amiga y escucharon los gritos de Liliana provenientes del celular. —Ya sé, pero apenas nos avisaron hoy... lo siento, yo no tengo la culpa... sí, sé que prometí ayudarte pero... perdóname, sí, está bien lo hago cuando llegue— Y terminó la llamada con aire molesto.

—No tenías que hacerlo, ya te causé más problemas— Le dijo Camila limpiándose las lágrimas de los ojos.

—No te dejaremos sola Cami, eres parte de nosotras— Contestó Saraí y Catleen asintió.

—Y tanto que has hecho por nosotras, vamos Cami, iremos por un té para calmar los ánimos— Ofreció Serel y tomó de las manos a sus amigas quienes caminaron a su lado rumbo a la cafetería.

Era un lugar cálido y rodeado de un gran jardín, así que podían sentir el aire fresco mientras disfrutaban del té que la cocinera sabía era su preferido. Apenas se sentaron en una mesa cercana a los ventanales Catleen suspiró y esa fue la señal para comenzar la plática.

—¿Y ahora que pasó Cami?— Preguntó la castaña y su amiga dejó a un lado el té.

—Bueno, ayer estaba en mi cuarto haciendo la tarea de Cálculo cuando llamó Héctor, ya saben, recordó que tiene padres y hermana menor. Yo contesté el teléfono, pero pidió hablar con mamá quien le contó que se separará de papá y pidió hablar con él; le gritó por teléfono y por obvias razones papá enfureció y casi...— Comenzó a llorar desconsoladamente y Serel la abrazó tratando de limpiarle las lágrimas. — Casi le pegó a mi mamá, fue horrible, jamás lo había visto así; la defendí pero sentí que se me iría encima, casi pude sentir su bofetada, de no ser porque llegó el portero del edificio y lo tranquilizó... más bien amenazó con llamar una patrulla; esa fue la solución, pero yo ya no quiero estar allí, empaqué mis cosas y... me iré a vivir con Héctor, él está de acuerdo en que no puedo seguir allí, me iré con él a su departamento—

—Pero Cami, eso está a dos horas de aquí— Exclamó una Saraí alarmada y enojada.

—Ya lo sé, será complicado venir a la escuela, pero lo prefiero mil veces—

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