Sol. Luego de una larga noche, al fin el sol había entrado por su ventana y le alumbraba el deseo de despertar poco a poco; la chica se restregó los ojos y al levantarse, observó a Mariano sentado frente a ella mientras no dejaba de mirarla.
—Ha sido un placer verte dormir, pero debo volver a casa—. Le dijo él mientras sonreía; la muchacha abrió los ojos e inmediatamente levantó las sábanas para observar su cuerpo, efectivamente, tenía colocada la pijama. —No te preocupes, no pasó nada entre nosotros, jamás me aprovecharía de una chica—.
—Gracias por traerme a casa—.
—No hay de qué, somos amigos ¿No es así?—. Ella sonrió y asintió. — Bueno, dudo poder salir por la puerta principal, así que ¿Puedo brincar de tu ventana a mi jardín?—.
—Sí, claro... una vez más, gracias por todo—. El muchacho le sonrió y delicadamente saltó por la ventana, se tropezó con un tubo y casi cae al pasto, sin embargo, logró sujetarse del marco de la ventana. Catleen se levantó y corrió al baño intentando recordar lo que había sucedido la noche anterior, así que tomó su móvil y llamó a Serel. El timbre del teléfono sonó tres veces y luego escuchó la voz de su amiga.
—¡Dulcesito! Qué bueno que llamas, amanecí en quién sabe dónde, con quién sabe quién y mis padres me castigarán seguramente. Oh Dios, no recuerdo si es Mario o Manuel... ¿Dónde estás tú?—.
—Es una larga historia, pero estoy en casa y todo está perfecto—.
—Muy bien, me alegra escuchar eso... oye debo colgarte, debo estar en casa antes de las diez de la mañana—.
—Tienes 40 minutos y contando—. Le dijo la castaña y terminó la llamada; se dispuso a salir del cuarto y cuando lo hizo, bajó las escaleras y se encontró en el comedor con su madre, abuelos y hermanos, suspiró y se pasó las manos por el cabello.
—¿Acaso escuché un suspiro?—. Preguntó Axel.
—Catleen...—. Dijeron todos y ella sonrió; entró en la cocina y se sirvió un poco de té.
—Buenos días—. Saludó educadamente.
—Hola suspiros—. Le dijo su hermano menor. —¿Número de copas?—. Preguntó y ella frunció el ceño, sin embargo, contestó.
—Cinco—.
—¡Nuevo record!—. Gritó Axel y recibió otra mirada amenazadora de su hermana.
—Mejor cállate, Axel Iván—. Ella tomó una rebanada de pan tostado y se la llevó a la boca.
—Caty, el viernes llega tu tío Diego de la capital—. Le dijo su madre y ella asintió.
—Ya sé, Aba me dijo todos los detalles—. Liliana asintió y siguió comiendo.
—Familia, debo dejarlo, me surgieron unos pendientes en la oficina—. Dijo Liliana y Axel frunció el ceño agresivamente.
—¿En domingo?—. Su madre asintió. —¿Puedo ir al parque con mi patineta?—. Y recibió otro cabeceo por parte de su madre.
—Caty, Abos y yo iremos al parque a rodar en patines ¿Vienes?—. Dijo Ángel.
—Abo en patines, eso no me lo pierdo por nada—. El abuelo de la chica no había faltado ni un domingo al parque a lucir sus torneadas piernas a pesar de la edad, los patines eran algo que parecían estar hechos para él y su nieta adoraba verlo, cuando patinaba, parecía un joven con fuerzas y ánimos.
. . .
Alguna vez cuando eran niños, Ángel y ella habían corrido tanto en aquél lugar que habían regresado a casa con moratones, golpes y de más muestras de una gran aventura. Pero ese tiempo había pasado, ahora los adultos eran ellos y sus abuelos necesitaban de todos los cuidados, Abo y Aba ya no eran los mismos de antes, habían perdido la fuerza pero el espíritu infantil no los había abandonado, así que caminaban por el parque tomados de las manos ante la mirada de Ángel y Catleen, el chico abrazó a su hermana y ella le rodeó la cintura.
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Un manual para disfrutar de la vida
Teen FictionCatleen es una chica "normal" de 19 años, su vida parece estar en orden y vive cosas que viven las adolescentes normales: crisis familiares, vida amorosa casi aplastada, un trío de amigas que suelen acompañarla siempre, un trío de cachorros que roba...