Años. Dos años y unos meses después, la forma en la que la lluvia caía no había cambiado y seguía llenando las calles de aquella ciudad con grandes charcos, charcos por los que dos pares de botas para lluvia saltaban; Saraí y Catleen brincaban por el agua acumulada mientras jugaban alegremente. Tomadas de la mano, cargaban un par de mochilas en la espalda y por sus cabellos escurrían gotas de lluvia, aquello no les importaba tanto, cuatro años de Universidad habían terminado para Catleen aunque a Saraí le faltaba toda una vida de estudios, ella siempre supo que su vocación requería de muchos años invertidos en la escuela, sin embargo nunca se quejó.
—Vamos Sara, ya hemos jugado mucho y yo debo ir a renunciar a mi trabajo— Le dijo la castaña a la pelinegra. Saraí abrió los ojos y se quitó de la cabeza el gorro del impermeable que portaba.
—Pero Caty... ¿Qué harás aho..?—
—No te preocupes, ya lo tengo todo calculado, tengo una pequeña fortuna que hice estos dos años y con eso planeo que las Napolitanas nos vayamos de viaje, después buscaré trabajo que involucre mi carrera—
—¿Bromeas?—
—No... incluso llevaré a mis hermanos—
—Eso lo hubieras dicho antes, entonces cuenta conmigo—
—Tramposa— Sentenció Catleen y Saraí soltó una carcajada —Pero está bien, ahora ¿Gustas acompañarme? Después podemos ir al cine—
—Oh... no puedo, debo cuidar a mis hermanos, mejor vemos películas en mi casa— La idea le agradó tanto a Caty que dio un saltito asintiendo —Está bien, le llamaré a Florecita y Narciso— Dijo Sara y la castaña sonrió al escuchar los nuevos apodos de Camila y Serel respectivamente. Mientras Saraí les llamaba por teléfono a sus amigas, Catleen se introdujo en su lugar de trabajo y daba por concluidas sus actividades ahí; claro que extrañaría el lugar pero había llegado la hora de buscar un trabajo relacionado con su profesión. Al haber cumplido su cometido caminó al lado de su mejor amiga para llegar hasta el centro de la ciudad y tomar el autobús que las llevaría hasta sus casas, sin embargo, antes de llegar se cruzaron con un lugar que ambas conocían a la perfección, pero al que Catleen no acudía desde un par de años atrás. Aun tenían las manos unidas y se miraron con los ojos iluminados.
—¿Podrías decirme hace cuanto no venimos?— Preguntó Catleen y Sara esbozó media sonrisa.
—No sé tú, yo vine la semana pasada— La castaña miró el recinto y suspiró, se había olvidado por completo de lo que sentía al estar ahí, había olvidado el olor y la satisfacción; era su lugar favorito y lo había olvidado. —Oye Dulcesito ¿quieres que entremos?— Le preguntó Saraí recordándole su nuevo apodo y la chica asintió. Su amiga la jaló hacia dentro y luego de secarse las suelas de los pies en el tapete, entraron procurando no escurrir el agua que tenían acumulada en los cabellos.
El lugar era silencioso y tranquilo; el olor a libro viejo inundó los pulmones de la chica sin compromisos y casi la hizo llorar, había olvidado por completo la paz que le transmitía el lugar; observó las mesas alineadas en filas y los estantes pintados de colores según el género literario. Cabe destacar que pocos jóvenes la visitaban y muchos menos leían ahí, ellas nunca habían entendido porque, a ellas simplemente se les presentaba el mundo en aquel lugar.
—Habías olvidado nuestro hogar...— Le dijo Saraí y le rodeó los hombros con un brazo.
—Había olvidado la biblioteca, Saraí, soy horrible... no entiendo cómo—
—Tenías otras cosas que pensar, sé que no era nada fácil pasar por lo que tu pasaste... vamos, toma un libro y llévatelo, yo aún conservo mi credencial—
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Un manual para disfrutar de la vida
Teen FictionCatleen es una chica "normal" de 19 años, su vida parece estar en orden y vive cosas que viven las adolescentes normales: crisis familiares, vida amorosa casi aplastada, un trío de amigas que suelen acompañarla siempre, un trío de cachorros que roba...