Roja. La puerta que cruzaron para entrar a la discoteca era roja y en forma de corona, por dentro, había mucha luz, pero cuando comenzó a sonar la música, las luces se fueron y a cambio, algunos rayos color neón invadieron el lugar. Serel tomó a Catleen por los hombros y le habló al oído.
—No importa lo que digan... disfrutemos hoy, mañana no sabremos si estaremos aquí o no—.
—Sí, tienes razón, mañana seguramente me espera una gran discusión en mi casa—.
—Estos momentos de diversión nadie te los quitará—. Ambas se sonrieron y olvidándose un poco de todo lo demás, llevaron consigo a las otras chicas. Tomaron una mesa mientras Serel decía muchas frases en alemán dirigidas a sus compañeros. —Muy bien, les contaré sobre el menú; hay chicos desde los 15 hasta los 30 años, por si los prefieren experimentados o pequeños—. Les contó y todas soltaron una carcajada. —¿Quieren algo de beber?—. Preguntó Serel y todas asintieron, pero Caty fue la única que se levantó y la siguió hasta la barra, donde la rubia pidió cuatro bebidas mientras Catleen observaba lentamente el lugar en busca de su presa, un chico, frente a ellas la observó, pero ella miró más allá, a su lado estaba sentado un muchacho moreno de ojos cafés, no muy atractivo, pero con pestañas enormes, quien también la observó, pero la ignoró.
—Amiga ¿Conoces a ese chico?—. Le preguntó la castaña a Serel; la rubia se giró levemente y sonrió. —El de camisa azul—.
—Oh, sí. Es Leandro, tiene 20, estudia medicina y quiere especializarse en pediatría, le encantan los niños—.
—Primer punto en contra, pero el muchacho tiene algo que me atrae—.
—No lo niego, es interesante, no es guapo, pero es lindo—. Serel le extendió una copa a Catleen quien la tomó sin dejar de mirar al muchacho, quien claramente se empeñaba en no mirarla. Ambas chicas bebieron su primera copa, que se caracterizaba por alegrarlas más que de costumbre. La castaña seguía mirando a Leandro cuando Serel se dio cuenta. —Oye dulcesito, estás muy al pendiente de Leandrito ¿Quieres que te lo presente?—.
—Llevaba dos largos minutos rogando que dijeras eso—. Ambas rieron y la rubia llevó a la castaña con los chicos quienes cortésmente las saludaron.
—Chicos, ella es mi mejor amiga, Catleen, es escritora en la revista Readings—.
—Hola chicos, esa soy yo, un placer conocerlos—. Dijo y besó la mejilla de ambos.
—¿En verdad escribes en Readings? Soy Jonás—.
—Mucho gusto, sí, soy la encargada de los cuentos—. Dijo ella y Leandro colocó su copa a un lado volcando su atención a Caty.
—¿Acaso tu escribiste Del amor y otras 1000 maneras de jugar a las mentiras?—. Preguntó el chico y Caty casi brincó de felicidad al escucharlo, ella le asintió y él le mostró su admiración.
—Bueno, Jonás, debo presentarte a mis otras dos mejores amigas, una es pelinegra...—. Serel lo tomó de la mano mientras Caty se sentaba junto a Leandro.
—Adoré la reflexión sobre los juegos de los niños y de los adultos, jamás había leído Readings y creo que fue la última vez, desde entonces había olvidado que existía, pero jamás tu cuento—.
—Pues qué gran error, he escrito más, definitivamente y bueno, lo único que queda claro ahí es que los niños sienten amor inocente pero temporal y los adultos también—.
—Exacto, quizá el de los adultos sin la inocencia—. Ambos asintieron y rieron, de pronto se escuchó una canción tropical que ella adoraba.
—¿Quieres bailar conmigo?—. Preguntó y él negó.
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Un manual para disfrutar de la vida
Teen FictionCatleen es una chica "normal" de 19 años, su vida parece estar en orden y vive cosas que viven las adolescentes normales: crisis familiares, vida amorosa casi aplastada, un trío de amigas que suelen acompañarla siempre, un trío de cachorros que roba...