La chica enamorada

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Gritó. Tal como se lo esperaba, Saraí gritó al enterarse quién le había mandando las flores todo ese tiempo, Saraí pensaba que Jesús era alguien muy sensible y que valía la pena, parecía como un admirador secreto de la escuela, solo que a Catleen le agradaba aún más lo que él era. No le contó a nadie lo que sentía, toda esa semana cuando salía de Readings se apresuraba solo para verlo, de ahí caminaban juntos hasta la biblioteca donde en vez de leer, conversaban rodeados de los libros pendientes que tenían.

La castaña no se hacía ilusiones, pero Jesús la hacía sentir muy bien, le daba confianza y a cada momento le demostraba lo que sentía, un par de veces estuvieron a punto de besarse pero por alguna extraña razón, ella se arrepentía, no es que no quisiera, pero necesitaba que aquel momento fuera importante, él le decía que tarde o temprano ella se enamoraría perdidamente de él y ella respondía entre risas que para eso habría que descongelar su corazón. Pero la realidad es que deseaba con toda su alma que el muchacho fuera esa persona que había estado esperando para dar todos los pasos posibles, aunque algún día se terminara. Aunque ¿Qué dirían los demás si se enteraban que la chica sin compromisos estaba enamorada? El muchacho le gustaba y mucho, a veces su sonrisa se le escapaba en una imagen en sus sueños o a cualquier hora, era la sonrisa más hermosa que hubiera visto y aquella que quería seguir viendo todos los días.

Por eso, lo hacía reír con sus ocurrencias y le pedía en todo momento que lo hiciera. Se descubrió escribiendo pequeñas frases sobre las sonrisas y los abrazos y entonces supo que algo había pasado desde aquel día. Eran un sinfín de cosas las que le pasaban por la cabeza, miraba cosas positivas y negativas en cuanto al muchacho, pero estaba dispuesta a lidiar con ambas con tal de tenerlo junto a ella.

. . .

El jueves por la tarde, luego de una tarde de chicas con Cami y Sara donde lloraron porque no podían ver Sex and the City como antes, Catleen había pasado la mitad de su tiempo hablando con Jesús por Whats App y enviándose fotografías de lo que estaban haciendo, así que la memoria del teléfono de la castaña estaba llena del recorrido del chico hasta su casa.

Catleen llegó a su casa e intentó escribir un cuento para relatar lo que sentía, pero los nervios se la estaban comiendo, así que luego de un fuerte bloqueo mental, recurrió a los dos únicos chicos que nunca le iban a fallar: Ángel y Axel. Se levantó de su cama y sin dejar salir a sus perros, corrió a la habitación frente a la suya, la puerta estaba abierta, sus dos hermanos la miraron y le sonrieron, estaban en el piso armando algo parecido a un cohete, sin embargo, al verle el rostro se alarmaron y dejaron todo de lado.

—¿Estás bien? —. Preguntó Ángel y ella negó. Su hermano menor le estiró la mano y cuando ella se acercó, se tumbó en el piso en medio de ambos. —¿Qué pasa? —.

—Es... Jesús, el primo de Mariano. Quiere que salga con él—. Les dijo y ambos se miraron.

—¿Y no quieres? ¿Cuál es el problema? —.

—¡Sí quiero! —. Admitió y sus hermanos la miraron, Catleen sintió las lágrimas corriéndole por las mejillas y soltó otras más. —Creo que me gusta mucho—.

—¡¿QUÉ?! —. Gritaron los dos al mismo tiempo. Entonces la chica les contó toda la historia desde las entregas de los tulipanes hasta su encuentro en el cementerio, las veces que se veían en la biblioteca y saliendo del trabajo, de cuán divertido era, de cómo le hablaba, las notas de voz que le enviaba, de su magnífica sonrisa y sus hermanos la abrazaron.

—Bueno entonces, este loco psicópata te conoce desde hace mucho tiempo ¿No te da miedo? —. Preguntó Axel.

—No es un loco psicópata—.

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