La chica equivocada

51 1 0
                                    

Dolor. La sangre le subió al cerebro provocándole dolor. Saraí contemplaba a su padre con seña de disgusto, rabia y desprecio; Camila, que estaba sentada en el comedor de la casa quiso hacer algo pero se estaba conteniendo, hasta que Sandra habló.

—Oh Alfonso, Catleen no tiene la culpa de lo que sucedió—. El hombre miró a sus hijas y a la misma Sandra. —No puedes hacer esto—.

—Gracias, señora, pero sé perfectamente que yo tengo la culpa de la muerte de Serel, quisiera que me hubiera sucedido a mí, pero los buenos se van al cielo...—. Dijo ella y luego miró al padre de su mejor amiga. —Y los malos nos quedamos a pagar nuestras culpas—. El padre de Saraí se congeló mientras su hija también permanecía inmóvil, aquello había sido una referencia a la muerte de su madre. —Yo solo venía a hablarte del tal Jaime Brices que tienes como novio—. Dijo Catleen y Saraí abrió los ojos.

—Ya, está bien. Vamos afuera—. Le dijo e ignorando un poco a su padre salió tras Catleen, la invitó a sentarse detrás del arbusto. Catleen sintió que algo se le había quebrado por dentro, sin embargo, se sentó al lado de la pelinegra, suspiró y comenzó su discurso.

—Yo... yo conozco al tipo y debo decirte que no puedes seguir saliendo con él—. Dijo y Saraí frunció el ceño.

—¿Cómo? ¿Acaso tienes algo con él? —.

—No... solo no puedes seguir con él ¿Entiendes? —.

—No... dime, explícame—.

—Es solo que es imposible, no es el tipo que crees—.

—¿Acaso lo quieres para ti? —. Aquella pregunta que hizo Saraí enfureció a Catleen.

—¡No! Jamás ese bastardo—.

—¿Entonces? No te entiendo, Catleen—.

—Solo... créeme—.

—¿Cómo me pides que te crea después de todo lo que ha sucedido? No sé qué sucede contigo—.

—¿No me crees? Bien, ese es tu problema, pero no puedes creer que yo tuve la culpa de lo que sucedió con Serel—. La pelinegra guardo silencio avergonzada. —No... pensé que tu jamás...—. Sara intentó objetar algo pero no pudo. —Ya veo...está bien. Creo que no tengo nada que hacer aquí—. Se levanto y comenzó a caminar en dirección a la casa de sus padres.

—¿Cómo saber qué eres? ¿En qué te has convertido? ¿Cómo creerte? —. Preguntó Saraí bañada en lágrimas y Catleen se giró mientras gritaba.

—¡Él es un idiota que cree que puede seducir a cualquiera y llevarla a su departamento lujoso! ¡Yo me acosté con él, Saraí! Y fue el peor error de mi existencia ¡Él está casado! —. Exclamó y Saraí se tornó pálida, su llanto paró y la respiración se le aceleró. Caty jamás la había visto así, la sorpresa fue tal que la pelinegra casi cayó de espaldas.

—¿Qué? ¡No! Él no...—.

—Su mujer fue a reclamarme un día, yo... yo... tu padre tiene razón, soy lo peor, terminé con una familia, deje a un niño sin padre y abandoné a Serel—. Bañada en lágrimas se acercó a su amiga quien no comprendía nada. —¿Sabes lo mal que me siento? Soy lo peor—.

—Somos—. Corrigió la pelinegra limpiando las lágrimas de su rostro. —También me acosté con él—. Catleen negó muchas veces con la cabeza y abrazó a Saraí, el tipo había logrado su cometido con ambas. —Los hombres apestan—.

—Amén, hermana—. Le dijo y entonces vio salir al padre de la pelinegra por la puerta, casi lanzando chispas de rabia por los ojos.

—Basta, no influirás en mi hija de la misma forma en que lo hiciste con Serel—. Gritó y las separó, Saraí intentó detenerlo.

Un manual para disfrutar de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora