La chica sin compromisos

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Gritos. Los gritos de Saraí eran conocidos por toda la universidad pues eran los más ruidosos y expresivos, siempre llegaban cuando nadie lo esperaba y se escuchaban del otro lado del campus; ese día no fue la excepción y a Catleen no le dio tiempo de hacerla disimular, así que sólo dejó que pasara.

—¡OH DIOS MÍO!—

—¿Y ahora qué pasó?— Preguntó Camila olvidándose por un momento que Serel le mostraba unos documentos del Seguro Social.

—Uh, vean eso— Catleen ya sabía el motivo por el que sus amigas se mostraban de aquella forma pero disimuló un poco, el que no disimuló fue Javier y al ver lo que su novia observaba tan atentamente, protestó.

—Oye... que aún vengo contigo— Le rodeó la cintura a la rubia y ella le sonrió. Delante de la entrada de la escuela estaba un chico alto que había ganado un poco de músculo, recargado en su auto negro recién lavado.

—¿Por qué no se te ocurrió contarle a tu mejor amiga de ese asunto?— Cuestionó Saraí levantando las cejas en su dirección.

—Eres un poco exagerada Sara, no ha pasado nada entre Chris y yo, somos muy buenos amigos— Dijo la chica respondiendo la mirada de todos y bebiendo un sorbo de té helado.

—Muy bien, a ver tú, explícanos que pasa... en tres semanas has conseguido empleo, estás disminuyendo tu peso corporal, te olvidas de tus problemas, tienes buenas calificaciones y haces lo que te gusta— Exigió Saraí un tanto recelosa; Catleen la miró con una sonrisa en la boca, pero aunque pareciera todo bueno, no lo era.

—Y... tienes un galán que está como quiere— Dijo Serel cubriéndole las orejas a su novio.

—Esa es la palabra, es un bombón— Exclamó Camila muy emocionada.

—Ya, basta... Chris es solo mi tutor en redacción, está saliendo a correr conmigo en vista de que cierta estudiante de medicina me ha dejado sola y además él me consiguió el empleo en la nueva heladería, solo eso— Platicó Catleen mientras miraba como el chico le quedaba a menos distancia.

—Bueno... quien fuera tú, y eso que yo lo vi primero— Exclamó Saraí.

—Lo vimos al mismo tiempo, Sara— Reclamó mientras su amiga reía un poco —Ya, está bien, me voy o llegaré tarde a trabajar... los quiero mucho—

—Eres una loca... ya bésalo— Le dijo Javier al despedirse de ella y Caty le guiñó un ojo. Corrió hacia el chico y lo abrazó, él abrió la puerta del copiloto y le ayudó a subir ¿Acaso todo era así al principio? De seguro si aceptaba ser su novia como él quería, cuando pasara el tiempo dejaría de ser un caballero.

Sus amigas tenían razón, tenía tres semanas intentando encontrar su nueva vida, y cuando Chris la dejó frente a su trabajo lo notó, no era un trabajo cansado, pero si un tanto aburrido, solamente se veía en apuros cuando los niños de la escuela de junto le rogaban a sus madres les compraran algo para refrescarse. Solo entonces servía helados y aguas frescas; repartía paletas y se llevaba de paga las sonrisas de los pequeños. Sin embargo, los fines de semana sus días eran agotadores y llegaba a casa pidiendo su cama; los cachorros ya estaban malhumorados por su falta de atención, pero ella se sentía bien, ya no escuchaba pleitos ni sermones, luego del trabajo hacía la tarea y corría el tiempo que podía... finalmente dormía como tumba.

Por otro lado, cada que su madre intentaba hablarle se quedaba dormida, la relación con su familia no era la mejor, sólo sabía que su padre aún no tenía un empleo y su madre estaba más harta cada día que transcurría.

La lluvia al fin se había acabado y el viento helado anunciaba que el invierno se aproximaba, los días pasaban lentos y aburridos sin dejar que la situación en casa de Caty mejorara, y no todos estaban dispuestos a aceptarlo.

Un manual para disfrutar de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora