Seguir adelante

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—Siempre has sido muy torpe—dijo Diana por teléfono.
—Yo también te aborrezco—dijo Amanda.
—Sabes que te amo. Solo que no puedo creer que te hayas fracturado el tobillo patinando. ¡Eres tú! Creo que solo te habías caído una vez.
—Bueno, ayer... me distraje—a Amanda se le cortó la voz al recordar la imagen de Lucas.
—¿Con qué? Y, ¿qué hacías patinando si tenías una cita con Eduardo?
—Yo...
—¿Sabes que?, olvídalo. Ya acabé la comida, en un momento estamos allá.
—No tienes que venir Diana.
—Tienes fracturado un tobillo, ¿cómo no voy a ir?
—¿No tienes que ir a la iglesia o algo así?
—Querida mía, son las doce del día. Esos analgésicos te están haciendo efecto. Y por cierto, Eli y yo oramos por ti esta mañana.
—Gracias—Amanda volteó a ver el reloj incrédula. Había dormido más horas que nunca en su vida.
—Bueno, nos vemos en un santiamén.
—Diana, no es necesario, estoy bien.
—Estás bien lastimada y no me importa lo que digas. Eli y yo iremos a llevarte comida y a ayudarte en lo que necesites. ¿Acaso puedes trasladarte hasta el baño o hasta la cocina?
—El baño está a dos pasos.
—Que no deberías dar porque te ordenaron reposo absoluto.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Hacer pipí en una bacinica?
—Ya esta guardada en el maletero...—bromeó Diana—. Te la llevo en un minuto.
—Eres una tonta—a pesar del dolor, Amanda sonrió.
—Bueno bueno ya, bye bye. Nos vemos en un rato—Diana colgó.

Amanda siempre había preferido guardar sus sentimientos para sí misma. Desde pequeña. Cuando se caía y le dolía, no solía llorar, se tragaba el dolor y se ponía de pie como si no hubiera ocurrido nada. Si algo que su hermana o alguien hacia, la entristecía o le afectaba, no dejaba que se notara. Prefería que la gente no sintiera pena por ella. Diana era todo lo contrario. Hacía un gran drama de cualquier cosa y todos la mimaban y le cumplían sus deseos. Ella era una de ellos. A pesar de que Diana era la mayor, Amanda siempre era la fuerte, la que resolvía los problemas sin parecer afectada en lo más mínimo. En las únicas ocaciones que Amanda no pudo soportar, fue cuando murieron sus padres. A partir de esos días, los sentimientos parecían ser más difíciles de retener. Después ocurrió lo de Lucas y esa fue la gota que derramó el vaso. Amanda luchaba por seguir siendo fuerte, pero le era casi imposible.

Cuando vio que su sobrina corría hacia ella con un globo que decía "mejórate pronto", no pudo contener las lágrimas. La abrazó y le agradeció el detalle. Diana entró solo segundos después a la habitación.
—¡Wow! Ese yeso es enorme—dijo, sorprendida.
—Lo se—Amanda se limpió la lágrimas.
—Mi hermanita hermosa—se acercó a ella y le dio un beso en cada mejilla—. ¿Vas a contarme que sucedió?
—¿Podríamos desayunar antes? Muero de hambre—suplicó Amanda, intentando evitar el tema.
—Jajajaja esa es mi hermana. Desayunando a la una de la tarde. Iré por tu comida. Eli, cuida de tu tía.
—¡Claro!—Elizabeth puso la mano en su frente, como si fuera un soldado.

Después de comer el estofado que Diana había hecho y que Amanda adoraba con el alma, de tomarse los medicamentos y de platicar un rato con su sobrina la parlanchina; Amanda vio como Diana llevó a Elizabeth a la sala, (que solo estaba a unos cuantos pasos de la habitación), para que pudieran hablar.
—Soy...—Diana tomó la silla del tocador y se sentó al lado de la cama. Tomó la mano de su hermana y le sonrió—. Toda oídos.
Amanda se mordió el labio inferior. Respiró hondo y buscó otra excusa para evitar el tema.
—¿Jonathan no se enfada si estás aquí todo el domingo?
—Se fue a Texas a visitar a sus padres. Y él nunca se enojaría por el hecho de estar visitando a mi hermana lisiada. No cambies el tema.
—Okay—dijo, resignada—. Vi... a Lucas.
Diana no pudo evitar abrir la boca del asombro.
—Con... una chica embarazada y un pequeño de la mano—las lágrimas hicieron su gran aparición en los ojos de Amanda, pero también, en los ojos de Diana.
—Ami...
Amanda odiaba que Diana la llamara así. Solo la llamaba así cuando estaba siendo débil, pero en ese momento, no le importó en lo más mínimo. Sabía que estaba siendo débil, y no quería aparentar lo contrario... ya no más.
Le contó todo con lujo de detalle a su hermana entre su incontrolable llanto. Diana no dijo nada hasta que Amanda terminó y se calmó. Intentó consolarla, decirle que no debía de molestarle, que si él pudo seguir con su vida, ella también podía hacerlo. Seguir adelante era la clave para el fin del sufrimiento de su hermana, pero Amanda estaba tan afectada, que casi no escuchó nada de lo que Diana dijo.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora