El termómetro marcó 39.1 de temperatura cuando Amanda se lo quitó a Sofía. La pequeña estaba empapada de sudor y tenía las mejillas rojas. Agonizaba de dolor de vez en cuando y fruncía el ceño.
—Sofi, mi vida, ¿qué te duele?—preguntó Amanda mortificada.
—Aquí...—respondió Sofía con los dientes apretados, estrujando su pancita.
—Okay, tranquila, todo estará bien. Voy por un paño húmedo para bajarte la fiebre...
Amanda se levantó rápidamente, corrió al baño y tomó una toalla para mojarla con agua fría. Mientras lo hacía, escuchaba a Sofía quejarse en la habitación. El miedo amenazaba con invadirla pero hizo todo lo posible por evitarlo. Tenía que hacer algo y rápido. Le partía el alma ver a Sofía sufriendo. Pensó a toda velocidad qué podía hacer para quitarle ese dolor en el estómago y la fiebre... le vino a la mente su madre. Recordó como solía cuidarla cuando estaba enferma, sus palabras y sus acciones. Un sentimiento de nostalgia la invadió y casi se echa a llorar al recordar a su madre, pero no se permitió dejarse vencer. Buscó algo en el botiquín para bajarle la fiebre o el dolor antes de llevarla al doctor. Encontró pastillas para el dolor pero eran demasiado fuertes para ella.
—¡Mami!—logró escuchar su vocecita a lo lejos.
—Ya voy Sofi, ya voy—exprimió el paño que había mojado con agua fría y corrió a la habitación.
Sofía estaba echa un ovillo en la cama. Amanda se hincó a su lado y le puso el paño en la frente. Sofía seguía hirviendo.
—Tranquila nena, esto te ayudará un poco—dijo, con voz suave. Ocultando cualquier indicio de nerviosismo y miedo.
—Quiero ir al baño mami...
—Ven, vamos.
Amanda la cargó y la llevó hasta el baño. Apenas llegaron, Sofía se inclinó sobre el escusado y vomitó toda la cena. Amanda le quitó el cabello de la cara y casi se pone a llorar al verla así. Recordó a Eduardo en sus últimos días. Entonces, al recordarlo, le vino algo a la mente.
"—Somos clientes frecuentes—dijo Eduardo.
—¿Ah si?
—Ahí compro los repuestos del inhalador y medicamentos para el botiquín de la casa. Ya hasta somos amigos de la dueña. Su nombre es Wanda.
—Que bueno que tienen una enfermería cerca.
—Sí. Incluso hay un doctor general. Es muy bueno también...."
Cuando Sofía terminó, se puso a llorar. Se sentía terriblemente mal. Amanda le ayudó a limpiarse la boca y le hizo una coleta para que el cabello no le molestara. La abrazó con fuerza para tranquilizarla y la cargó. Tenía que llevarla al doctor, y rápido.El ascensor llegó a la planta baja. Amanda corrió hasta el exterior del edificio con Sofía en brazos y buscó con la mirada la farmacia. Justo frente a ella, al otro lado de la calle, estaba el gran letrero que indicaba que ahí era la farmacia. Sintió un poco de felicidad pero, al escuchar a Sofía quejándose, se esfumó.
Esperó a que no pasaran coches y cruzó rápidamente. Entró empujando la puerta y haciendo que sonara una campanilla. Detrás del mostrador, había un hombre mayor acomodando varias cajas de medicamentos. Volteó a verlas mientras acomodaba sus gafas.
—Hola, ¿en que puedo ayudarlas?
—Mi pequeña está enferma, necesito ver al doctor—explicó Amanda.
—Oh... me temo que el doctor llega hasta las once de la mañana.
—Y... ¿no puede llamarlo o algo?
—Pues...
—Es una emergencia—suplicó Amanda.
—Permítame.
El hombre dejó a un lado los medicamentos y entró a una especie de bodega. Tardó máximo unos dos minutos antes de volver a salir, ahora acompañado de una mujer.
—¿Necesita ver al doctor?
—Mi hija está agonizando de dolor... es urgente.
—Bueno, podemos llamarlo pero no le aseguro nada...
Amanda acomodó a Sofía en su hombro, haciendo que la pequeña se levantara un poco. La mujer detrás del mostrador pudo ver su cabello pelirrojo y de inmediato la reconoció.
—¿Sofi?
—Sí, es Sofi... ¿usted es Wanda?
—Sí. Oh, hace mucho que no veía a la pelirroja. ¿Eduardo no vino hoy?
Amanda sintió una puñalada en su pecho. Las hormonas por el embarazo, el nerviosismo por Sofía y el miedo que la invadía hicieron que no pudiera más. Empezó a soltar lágrimas.
—Él... no... pero Sofi necesita medicina urgentemente. Por favor ayúdenos.
—Em...—Wanda volteó a ver el reloj en la pared. Supo que el doctor no llegaría pronto, incluso si lo llamaban. Volteó a ver a Amanda y a Sofía y sintió que se le partió el corazón.
—Okay... pasen... revisaré a la niña.
Amanda asintió y la siguió.
Wanda las condujo a la parte trasera de la bodega, donde estaba su oficina. Buscó las llaves del consultorio pero, al no encontrarlas, decidió revisar a Sofía ahí mismo. Amanda la sentó en el escritorio y la pequeña, aún hirviendo, se sostuvo de lo primero que encontró por el mareo y el dolor.
—A ver Sofi, veamos que sucede—Wanda se impresionó de lo mucho que había crecido.
La recostó con cuidado y tocó su frente. Puso un termómetro en su boca y buscó el estetoscopio.
—Hace un momento tenia 39.1—dijo, Amanda.
—Oh Dios. Pobre chiquita. Veamos cuando tienes ahora. Espero que no haya subido. ¿Qué te duele, nena?
Sofía estrujó su estómago y apretó los ojos.
—¿El estómago? Okay... a ver...
Mientras Wanda revisaba a Sofía, Amanda pedía con desesperación por que no fuera nada grave. Con el relicario entre las manos, le rogaba al cielo que Sofía dejara de sentir dolor.
—Bueno, una fuerte inflexión en el estómago. De seguro por algo que comió. Creo que sé que medicinas le ayudarán. Por el momento, un baño con agua fría para bajarle la temperatura y luego le darás el medicamento. ¿Ha vomitado?
—Sí, una vez justo antes de venir.
—Okay... vas a estar bien pequeñita.
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Strong
Teen FictionEduardo es un hombre dedicado, apasionado, que nunca se rinde. Después de ser decepcionado por su esposa Melisa, su único propósito en la vida es darle lo mejor a su pequeña hija Sofía, ella se vuelve su vida completa. Sofía es una niña hermosa, car...