NOTA: si gustan ignorar el video jaja, lo importante es la voz de la pequeña. Imaginen que es Sofi ;). Listo, comienzo el capítulo ❤️
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Cuando Sofía acaba de nacer, Eduardo adoraba cargarla. Tenerla entre sus brazos.
El mejor momento fue cuando la pequeñita salió de la incubadora, se la entregaron primero a Melisa y, después de un buen rato que ambos pasaron admirándola, se la dio a Eduardo. Era la primera vez que tocaba a su hija, la primera vez que la cargaba. Acarició sus suaves mejillas y se paralizó al escuchar un pequeño bostezo de la bebé. Una de sus lágrimas cayó en la nariz blanca y llena de pequeñas pecas de su hija. La acercó más a él y la besó. Sofía era del tamaño de su antebrazo. Melisa lo regañó varias veces, diciéndole que no la estaba cargando bien, pero él continuó admirando al pequeño ser humano entre sus brazos. Aún así, después, Eduardo estaba aterrado de cargarla y dejarla caer o algo parecido. Eso es lo que siempre le gritaba Melisa. Cuando ella se daba un baño, Eduardo corría a la cuna de la bebé y la cargaba hasta que Melisa salía. Eran los únicos momentos en los que mala cargaba sin ninguna preocupación. Pero después, cuando Melisa decidió dejarlos solos, el temor se duplicó. Sí algo le pasaba a Sofía, Eduardo no tendría nadie en quien apoyarse. Claro que, con el tiempo, cargarla fue un juego de niños. Cada vez tenía que abrir más los brazos para cargarla. Desde niño, Eduardo se preguntaba, como era posible que los seres humanos, después de ser tan pequeños, crecieran tanto.
Ahora, bajando del taxi, Eduardo tuvo que tomar a Sofía de las piernas y del cuello. Aún era pequeña, pero nada comparado a aquellas veces que la tenía en sus brazos, recién nacida.Sofía estaba inconsciente cuando llegaron al hospital. Eduardo corrió como un loco, gritando por ayuda. Ya había llamado a la pediatra desde el taxi, ella dijo que no tardaría en llegar, y esperaba que así fuera.
Para él todo era borroso y pasaba muy rápido. Le faltaba el aire por el esfuerzo pero ni siquiera le importaba. Seguía implorando por ayuda. Sus ruegos desesperados fueron respondidos por un enfermero. Éste, los vio con preocupación y se echó a correr en busca de ayuda. Eduardo sintió que sus piernas perdían fuerza, volteó a ver a su hija, pálida, y se puso a llorar de la desesperación y la impotencia. Sintió que unas manos lo tomaban de los hombros. Volteó para ver a una enfermera que le decía algo, con cara afligida, pero él no escuchaba nada. Cuando volvió a desviar la mirada, vio que una camilla se acercaba. El enfermero, acompañado de otro hombre corrían en dirección a ellos. El enfermero dijo algo que Eduardo no pudo captar. De repente, le quitaron a Sofía de los brazos y la acostaron en la camilla. El hombre que acompañaba al enfermero se enfocó en Sofía. Le quitó rápidamente el cabello que le cubría la frente y se puso a revisarla. Eduardo, fuera de sí, intentó escuchar algo de lo que decían. Sin embargo, no lo logró. Volteó a ver los labios del hombre, para ver si por lo menos estaba diciendo algo.
"No respira"—Eduardo pudo leer los labios del hombre.
Su corazón solo empezó a latir aún más fuerte.
No pasó mucho tiempo antes de que la pediatra pasara a un lado de él. Eduardo pudo ver que estaba en pijama. Se puso al otro lado de la camilla y tocó el cuello de Sofía, después, volteó a ver a Eduardo mortificada. Dijo algo, pero Eduardo seguía en shook.
—¡¿Cuánto?!—el grito desesperado de Judy, la pediatra, hizo que Eduardo escuchara por fin.
—¿Qué?
—¿Cuánto lleva así?
—La... la traje lo más rápido que pude. Y... yo...
—¡RCP!—gritó el hombre.
—¡No funcionará!—Judy estaba más que preocupada—. Tiene asma, las vías respiratorias han de estar completamente cerradas. Métanla a terapia intensiva, ¡pero ya!—todos empezaron a alejarse de Eduardo. Él comenzó a seguirlos—. No podemos perder más tiempo. ¡Tú! Prepara el nebulizador. Necesita una revisión inmediata y si no despierta con el nebulizador pasaremos a la asistencia.
Eduardo nunca había escuchado la voz autoritaria de Judy. Era bastante intimidante.
—¿No le pusiste el nebulizador?
—¡Sí! Pero no hizo nada. Cuando se lo quité para que pudiera toser, empezó a cerrar los ojos y dejó de respirar solo segundos después, se veía agotada por el esfuerzo de respirar. Por el amor de Dios, dígame que estará bien.
Para el temor de Eduardo, Judy se quedó callada y desvío la mirada.
Eduardo volteó a ver a Sofía, quién tenía ahora una mascarilla cubriéndole casi todo el rostro. A pesar de eso, Eduardo se fijó en su pecho, y seguía sin moverse.
—No... no...—empezó a susurrar—. Mi Sofi no...
—Señor, usted no puede pasar—dijo una voz femenina detrás de él. Justo antes de que la camilla desapareciera por una enorme puerta.
—Sofi... mi Sofi—sintió que lo tomaban del brazo. Levantó la vista y vio a la enfermera, deteniéndolo con cara triste.
—Lo lamento, pero no puede pasar.
Eduardo sintió que las lágrimas seguían recorriendo sus mejillas, volteó a ver hacia dónde había estado Sofía unos segundos antes, ahora, solo había una puerta cerrada. Se soltó del agarre de la enfermera y dio unos pasos hacia atrás.
—Puede esperar por allá, le aseguró que estará bien—intentó tranquilizarlo la enfermera.
Él no hizo ni el más mínimo aprecio, solo caminó hasta un sillón pegado a la pared, llorando ahora sin control.
—Por favor Dios... mi Sofi no.
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Strong
Teen FictionEduardo es un hombre dedicado, apasionado, que nunca se rinde. Después de ser decepcionado por su esposa Melisa, su único propósito en la vida es darle lo mejor a su pequeña hija Sofía, ella se vuelve su vida completa. Sofía es una niña hermosa, car...