Blanco, naranja y morado

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—¡Necesitamos vestidos!—gritó Diana, poniéndose de pie—. Y un ramo... y flores y... y...
—Diana...
—Y apartar un salón de fiestas. Tengo que llamar a los primos de Chicago. Espero que puedan venir. Claro que debe de planearse todo con calma pero...
—Diana.
—Supongo que aún tenemos tiempo, ¿no es así? ¿Cuándo planean hacerlo? Podría ser el próximo año en estas mismas fechas. En la iglesia de por aquí me parece bien, ¿has ido?
—¡Diana!—gritó Amanda, desesperada.
—¿Qué?
—Tranquilízate por el amor de Dios.
—¿Cómo quieres que me tranquilice si mi hermana menor se va a casar? ¿Cómo Amanda?
—Has tu mayor esfuerzo.
—¿Por qué?—Diana volvió a sentarse—. ¿Qué tiene de malo emocionarse?
—No tiene nada de malo pero, Eduardo y yo no queremos hacer la gran cosa. Solo una reunión entre nosotros y no queremos casarnos en una gran iglesia tampoco.
—Oh bueno, eso también es buena idea. Pero también hay que emocionarse por ello. ¿Cuándo planean hacerlo?
—Lo más pronto posible.
—Perfecto. Entonces, podría ser en diciembre o...
—No Diana, cuando digo lo más pronto posible es, literal, lo más pronto posible. Por eso no queremos nada grande—acomodó su cabello detrás de la oreja y bajó la mirada a su rebanada de pay que Diana la había obligado a aceptar—. Aparte de que no tenemos mucho dinero.
—Yo te puedo ayudar. Jonathan y yo cooperaremos en todo lo que podamos.
—Gracias.
—¿Entonces? ¿Cuándo piensan hacerlo?
—Pensábamos hacerlo antes de que se acabe este mes.
Diana se rió, pero se detuvo al ver la sonrisa congelada de su hermana.
—Amanda... ¿sabes que este mes se acaba la próxima semana?
Amanda asintió frunciendo los labios.
—Es solo que... estamos muy ansiosos.
Amanda no quería decirle a Diana lo que sucedía con Eduardo aún. No quería que se preocupara. Conocía perfectamente a su hermana, sabía que, si le decía, no disfrutaría la boda y empezaría a darle sermones.
—¿Segura? Te ves un poco...
—Esque estoy nerviosa porque quiero que todo salga bien.
—En ese caso... manos a la obra.
Diana tomó las manos de su hermana y las estrujó con cariño y emoción.
—¡Te vas a casar!
—¡Sí!—gritó, contagiándose de la emoción de su hermana.

~~~

—Entonces, el sábado—preguntó Carlos.
Iba caminando al lado de Eduardo y Sofía en el mall. Estaban en busca de un atuendo adecuado para la boda.
—Es el día más factible—Eduardo volteó a ver a Sofía, quién iba tomada de su mano—. Por eso que tú sabes.
Carlos asintió. Las quimioterapias comenzaban la semana próxima.
—Pero bueno, no pensemos en eso ahora. Vamos a ver qué te queda.
—Sofi me ayudará a escoger, ¿verdad Sofi?
Sofía asintió con entusiasmo.
—¡Papi va a casarse!—exclamó, emocionada.
Desde que Eduardo y Amanda le habían informado, no había dejado de repetirlo.
Para Sofía, casarse significaba una gran fiesta, un día importante. Eduardo tuvo que explicarle lo que era una boda y el motivo por el que se celebraba. Cuando le dijo que se casaría con Amanda porque en verdad la amaba, Sofía sonrió y asintió. Eduardo, curioso por esa reacción, le preguntó el por qué había asentido.
—Porque tú eres el príncipe y mami es la princesa. ¡Es como en las películas! Yo sé que se quieren, porque se dan besos así—Sofía imitó un beso, haciendo reír a Eduardo.
También, se sintió sumamente aliviado de que Sofía estuviera tan emocionada y ansiosa, casi tanto como él.

—¿Qué tal si entramos ahí?—comentó Carlos, señalando una tienda de trajes.
—Sí, vamos a ver.
—¿Ya saben en dónde van a casarse?
Eduardo asintió. Lo habían decidido juntos; lo mejor de todo había sido que ambos tenían la misma idea desde el principio. Eduardo sabía que no había mejor lugar para su boda.
Al entrar a la tienda, Eduardo supo de inmediato que no encontraría lo que buscaba. Estaba repleta de trajes elegantes y oscuros, nada parecido a lo que tenía en mente. Sofía hizo cara de disgusto al ver tantos colores negros y grises. Volteó a ver a su padre, ambos se dedicaron una mirada cómplice y luego negaron.
—¿Qué? Son trajes de buena calidad—aclaró, Carlos.
—Pero no veo nada que se parezca a lo que quiero. Recuerda que la boda no será ostentosa ni nada por el estilo.
—Bueno, entonces, continuemos buscando.
Eduardo asintió. Salieron de la tienda para entrar a otra y a otra.

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