Sonrisa

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—Sofi, Sofi mírame. Tranquila, tranquila pequeñita—intentó calmarla la pediatra.
Sofía, al ver una cara conocida, empezó a tranquilizarse pero, aún así, estaba desesperada por poder respirar. Judy cubrió su pequeña mano con las suyas y volteó a ver a los demás.
—Cambien la ventilación de controlada a asistida. Pongan la anestesia. ¡Rápido!
Los enfermeros y enfermeras atendieron sus órdenes.
Sofía empezó a soltar lágrimas de la desesperación y frustración. Judy se percató y empezó a acariciarle la frente, sin soltar su mano.
—Ya Sofi, ya...
Una enfermera, puso la jeringa de la anestesia en el brazo izquierdo de la pequeña. Sofía soltó un grito al sentir el piquete.
—Ya casi terminamos Sofi—dijo Judy, empezando a llorar—. Resiste un poco cariño, vamos, se fuerte.
Sofía empezó a cerrar los ojos poco a poco. Sus latidos se fueron haciendo más pausados hasta que los sonidos fueron calmados de nuevo. Judy apretó su mano y le dio un beso.
—Bien hecho, bien hecho—le susurró mientras limpiaba las lágrimas de sus mejillas.

En la sala de espera, Amanda estaba dormida en el hombro de Eduardo. Él, con la cámara en la mano, estaba a punto de hacerle segunda. Las lozas del suelo desaparecían de su vista por segundos. Cuando decidió dejarse vencer por el sueño, escuchó que se abría la puerta de terapia intensiva. No se sorprendió. Doctores y enfermeras salían y entraban cada minuto. Cerró los ojos y se recostó sobre la cabeza de Amanda. Respiró hondo, sintiendo cómo caía en el sueño profundo.
—Eduardo...—escuchó que lo llamaban, pero no estaba seguro de que fuera un sueño o real—. Eduardo...
Abrió los ojos lentamente, para encontrarse con la pediatra frente a él. Ella le dedicó una media sonrisa. Eduardo se espabiló y se levantó, haciendo que Amanda se despertara también.
—¿Sucedió algo?—dijo, aún un poco adormilado.
La pediatra asintió con una sonrisa en los labios.
—Despertó.
Eduardo sintió que la vida volvía a su cuerpo. Ahora las lágrimas eran de alegría. Amanda soltó un grito de alegría.
—¿Puedo pasar a verla?—preguntó Eduardo.
—Por el momento no. No es hora de visitas y tuvimos que sedarla.
—¿Por qué?
—La ventilación tiene un proceso un poco complicado. Cuando entré para la revisión, Sofi estaba luchando contra la máquina para poder controlar su propia respiración. Es por eso que tuvimos que sedarla. Esperemos hasta mañana en la mañana para ver cómo van sus vías respiratorias.
Eduardo asintió. Amanda le tomó la mano y él la apretó.
—Gracias—dijo Eduardo, verdaderamente agradecido.
—Es un placer.

~~~

Cuando Eduardo despertó, lo primero que vio, fue el rostro de Amanda. Estaba bostezando. Volteó a verlo y sonrió. Eduardo se percató de que estaba recostado en su regazo.
—Buenos días dormilón—dijo ella, con una sonrisa que había desaparecido en los cuatro días anteriores y que, en ese momento, le alegró el alma.
Por un momento, las noches que solía pasar en el hospital con Melisa cinco años atrás, volvieron a su mente. Recordó ese miedo agudo quitándole la respiración, justo el que había sentido cuando vio que Sofía no respiraba unos días antes. También recordó como Melisa se ponía de pie y caminaba de un lado para otro, preocupada. A veces lloraba en su hombro y otras, por increíble que parezca, le echaba la culpa a Eduardo. Juraba que él había sido quien no le había dado la medicina, él había sido el que la había bañado con agua más fría de lo que debería. Por lo general, siempre le gritaba en camino al hospital y él pensaba que era por el pánico, que ella reaccionaba diferente que él. Ahora sabe que no era por eso, simplemente no lo quería lo suficiente para poder pasar ese bache juntos. Cuando Sofía salía de urgencias, Melisa la llevaba en sus brazos y de inmediato se la entregaba a él, como insinuando que era su responsabilidad llevarla hasta casa de nuevo, ya que había sido su culpa que fueran al hospital.
En la crisis más fuerte de Sofía cuando era una bebé de unos cuantos meses, Melisa no le dirigió la palabra, no lo culpó, no le gritó, solo se dedicó a llorar de pie, muy lejos de él. Cuando Sofía salió, la vio, pero no la cargó. Unas semanas después desapareció antes de que Eduardo despertara.
Ahora, ver a Amanda sonriéndole, sentir su apoyo incondicional, lo hacía muy feliz. Se notaba que ella sí que quería a Sofía, y con alegría, confirmó que también lo quería a él.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora