Cambio de clima

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El lunes por la mañana, Amanda tuvo que enviar un correo electrónico a su jefe. Éste contenía una larga y formal explicación del porqué no podría asistir al trabajo en un par de semanas, de igual manera, tenía una foto de la receta del doctor que la atendió en urgencias y una fotografía de ella con el yeso, para que no quedaran dudas de que era cierto. Ese mismo correo fue enviado a la dirección electrónica que tenía la tarjeta que le había entregado el jefe del despacho de abogados. Le explicó que no podría ir a la entrevista que estaba programada ese mismo día, justo antes de adjuntar las mismas fotografías. Los envió, cerró la computadora y se recostó. Frustrada de no poder levantarse, de no poder hacer casi nada; pero feliz de no tener que ir a "trabajar", o mejor dicho, a comprar cafés. También llamó a su amiga Wendy y le contó lo sucedido. A las once de la mañana, ya no tenía nada que hacer.
Ese fue el inicio de unas vacaciones inesperadas, en las que pocas veces salía de su casa, pero casi todos los días, recibió visitas de su hermana y su sobrina, y de su ahora novio y su pequeñita. En vez de estar triste, estaba sumamente feliz.

Así pasaron los meses.
Tuvo su entrevista de trabajo hasta dos semanas después. Fue con muletas acompañada de Eduardo. Una semana después, recibió la llamada confirmándole que era bienvenida a la empresa. Eduardo también estuvo a su lado cuando recibió esa noticia. No pudo evitar besarlo y él la cargó como el día que le pidió que fueran novios. Renunció al día siguiente a su empleo actual y ese mismo día, Wendy fue a su casa para reclamarle que la dejaría sola, abrazarla entre lágrimas y felicitarla por su nuevo empleo.
Por otro lado, Eduardo consiguió un trabajo de medio tiempo en un banco como administrador. Le dieron capacitación por una semana y fue adaptándose poco a poco. Todos los días, salía a la misma hora que Sofía salía de la escuela. Ansioso por verla, llegaba lo más pronto posible y la recibía con los brazos abiertos.
Cada que Eduardo llegaba por ella, Sofía salía corriendo y lo abrazaba. Feliz por verlo de nuevo, feliz de que ese día no hubiera pasado nada, feliz por poder estar con él toda la tarde e ir a visitar a Amanda.
Eduardo seguía teniendo algunos clientes independientes para poder ahorrar más dinero para el cumpleaños de Sofía. También, eso les permitía comprar más comida decente y poder comprar los medicamentos de Sofía. A pesar de eso, tenía casi todas las tardes libres. Sino jugaba con Sofi, iban a visitar a Amanda y cenaban con ella. Muchas veces, Sofi se quedaba dormida y Eduardo tenía que cargarla hasta casa. Después de un beso de despedida, para Eduardo y para Sofi, Amanda volvía a quedarse sola y Eduardo caminaba hasta la esquina para pedir un taxi. Una noche, Eduardo se quedó pensando en que su rutina diaria había cambiado drásticamente, y le encantaba, la fascinaba su nueva vida.

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Las primeras navidades de Sofía no habían sido la gran cosa. Eduardo ponía un pequeño árbol de Navidad artificial en una esquina de la sala. No fue hasta que Sofía cumplió tres que empezó a ayudarle a Eduardo a adornarlo. El veinticuatro de diciembre, iban a algún supermercado y compraban lo necesario para una pequeña cena navideña. Eduardo compraba pavo ya preparado y un poco de puré de papa. Cuando Sofi era pequeña, solía ir al área de juguetes y comprar el más lindo y más accesible. Pero cuando Sofía tenía tres años y era más consiente, todo se complicó. Eduardo le pidió que fuera a escoger algunos adornos para ponerle al árbol de Navidad. La vigiló desde lejos y buscó a toda velocidad el juguete que no había dejado de mencionar los últimos días. Se aseguró de que se ajustaba a su presupuesto y, antes de que la pequeña llegara corriendo, emocionada con todos los adornos que habían llamado su atención, él metía el juguete en una bolsa de tela que llevaba para no usar bolsas de plástico. Sofía no había sospechado nada. Cenaron y bebieron jugo de manzana que hacía que Sofía se sintiera muy sofisticada. Después, se recostaron en el sofá a ver alguna película navideña como todos los años anteriores, por lo general era "el Grinch", con dos tazas de chocolate caliente. Sofía terminaba dormida en su regazo. La llevaba hasta su habitación y, después de un rato recogiendo todo, Eduardo ponía el regalo bajo el árbol. Sofía despertó ese veinticinco de diciembre muy temprano. Corrió hasta el árbol y empezó a dar saltitos de emoción al ver la caja bajó el pequeño árbol. Corrió hasta la habitación de Eduardo y lo jaló hasta la sala para que viera lo que había encontrado. No dejó de jugar con la muñeca en toda la semana. Eduardo tenía todo documentado en su cámara.

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