En el rincón

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Todo. Lo estaba perdiendo todo. Pero no iba a permitirlo. No de nuevo.
Amanda se levantó de inmediato del suelo y corrió al interior del edificio. ¿Melisa quería pruebas? Se las daría. Entró hecha un mar de llanto al apartamento y empezó a buscar por todos lados algún documento que sirviera. En realidad, no sabía con certeza lo que estaba buscando, pero estaba desesperada. Hizo un desastre. Sacaba, papeles de cajas y cajones pero no encontraba nada. El timbre empezó a sonar, pero ella estaba muy ocupada buscando. Después de un rato, el sonido la hartó. Se levantó del suelo y abrió la puerta. Carlos la vio con cara de sorpresa, Amanda estaba hecha un desastre.
—¿Qué... sucede?—atónito, vio el caos de apartamento detrás de ella.
Amanda soltó un sollozo antes de lanzarse a él y llorar sobre su pecho. Carlos, aún confundido, la abrazó.
—Se... se... llevaron a Sofi—logró decir entre sollozos.
Carlos la separó de él, asustado.
—¡¿Qué?! ¿Quién se la llevó? ¿Dónde está?
—Su... madre.
Carlos se quedó pasmado.

~~~

Un audi color blanco iba a una velocidad moderada por el puente de Brooklyn. Melisa iba al volante. Volteaba de vez en cuando para asegurarse de que Sofía seguía dormida. Había caído rendida después de tanto llanto. Verla le recordaba aquellos días en los que todavía era esposa de Eduardo. Sofía era muy parecida a él. Se puso a pensar en todo lo que había pasado desde entonces y en todo lo que estaba por pasar. Sonrió, imaginándose como sería su vida ahora. Volvió a enfocarse en el camino para llegar más pronto a su casa.

~~~

—¿Qué hago Carlos? ¿Qué hago?—Amanda estaba sentada en el piso, entre una pila de papeles.
—Lo primero que debemos de hacer es aclarar nuestras mentes y pensar qué es lo que necesitamos.
—Me dijo que no tenía pruebas de su divorcio con Eduardo. Que no podía demostrar que ella se había deslindado de las obligaciones con su hija. ¿Por qué mierda vuelve justo ahora? ¿Por qué se la llevó si ni siquiera la quiere? ¿Qué crees que haga, Carlos?
—Amanda, yo estoy igual de alterado que tú. Conozco a Sofi desde que nació, el hecho de que Melisa se la llevara me altera como no tienes una idea pero necesitamos calmarlos. Así no vamos a resolver nada.
Amanda concordó con él. Se acomodó el cabello detrás de las orejas, respiró hondo y se puso de pie.
—Okay, entonces... ¿por dónde empezamos?
—Creo que deberíamos comenzar por su escritorio.
—Ya estuve sacando algunas cosas pero...—Amanda se detuvo al recordar algo muy importante—. ¡El inhalador!—gritó desesperada.
—¿Qué sucede con el inhalador?
—No se lo llevó. Si le da una crisis... su madre no sabrá cómo... oh no, oh no, oh no.
Amanda corrió hasta la habitación de Sofía para verificar si la pequeña había dejado el inhalador, pero no lo encontró por ningún lado.
—Dios mío por favor que se lo haya llevado... por favor...

~~~

Sofía despertó, pero no pudo abrir sus ojos con facilidad. Estaban hinchados por el llanto y sentía los párpados muy pesados. Los talló un par de veces para poder abrirlos y ubicarse. Cuando por fin lo logró no se ubicó. Estaba en un sillón blanco que parecía muy elegante, pero nada cómodo. Toda la pared que estaba a su derecha era de vidrio, la cual, dejaba ver la ciudad y el atardecer. Se asustó al recordar lo que había pasado antes de quedarse dormida. El pánico y el nerviosismo se apoderaron de ella haciendo que su respiración empezara a dificultarse. La tos no tardó en aparecer. Melisa apareció en ese preciso momento. Vio que Sofía no dejaba de toser y se asustó un poco. Recordó aquellas noches donde Sofía no podía dormir y, por ende, ella tampoco. Se la pasaba tosiendo y llorando. Caminó hasta ella y se sentó a su lado.
—Tranquila Sofía, respira... tranquila.
Pero Sofía no podía parar de toser. Después, el aire comenzó a faltarle. Melisa no tenía idea de que hacer. Sofía, desesperada, empezó a palpar los bolsillos de su pequeño pantalón. En el izquierdo estaba el inhalador. Desde que Eduardo le dijo que llevará consigo el inhalador siempre, nunca volvió a soltarlo. Lo sacó con ansias y lo agitó. Melisa estaba paralizada. Luego de un rato de usar el inhalador, Sofía pudo sentir el oxígeno dentro de su cuerpo. Esta vez, no abrazó a nadie para consolarse por el miedo del ataque. No estaba ni su padre ni Amanda, así que solo sollozó en silencio.
—Gracias a Dios que traías tu inhalador—Melisa intentó abrazarla, pero Sofía se hizo a un lado—. Sofía, no tienes que temerme. Soy tu mamá.
—Yo... quiero ir con mi mami.
—Sabes que ella no es tu mamá de verdad, yo si lo soy. Y te lo probaré. Yo sé que naciste el dos de enero del 2012, sé que tu padre se llamaba Eduardo. Yo solía vivir con ustedes, solo que tuve que irme por... problemas personales.
—Pero papi dijo que mi mami se había ido por su trabajo.
—Exacto. Exacto, el trabajo me impidió estar con ustedes. Pero ahora que todo cambió, ahora que tu padre ya no está—Sofía apretó los ojos—. Yo voy a cuidarte nena.
—Yo quiero ir con Amanda—insistió.
—Amanda es una extraña que no tiene autorización de cuidarte. Yo sí. Además, yo sí te amo Sofía. No sabes lo mucho que te extrañé...—Sofía pudo ver cómo se le llenaban los ojos de lagrimas a Melisa. Su corazón le jugó chueco—. Ven, dale un abrazo a tu madre que no ha podido verte en cinco años.
—Pero... papi se enojó el otro día. Cuando estabas tú...
—Es porque ambos estábamos confundidos. Necesitábamos hablar y así lo hicimos. Nos arreglamos y terminamos estando bien de nuevo. De seguro el querría que tú estuvieras conmigo.
—¿De verdad?
—Claro—Melisa abrió los brazos de nuevo—. Ven, abrázame Sofía.
Sofía, aún no muy convencida, abrazó a Melisa. Ella soltó un sollozo de alivio.
—Has crecido tanto... y sigues igual de hermosa que siempre. Perdóname Sofía. Pero ya no te dejaré ir de nuevo.
—Papi... quería que mi abuelo me cuidara.
Melisa se separó de ella, se limpió las lágrimas y la vio, confundida.
—¿Ah sí? ¿Y por qué no estabas con él?
—Porque... mi mami me cuidaría ahora.
—Pues eso es justo lo que pasará Sofía. Tu verdadera mami va a cuidarte—le acarició el cabello—. Verás que te encantará tu nueva vida. Ven—se puso de pie y le extendió la mano—. Te mostraré tu nueva habitación.
Sofía vio su mano por un buen rato antes de tomarla, tímida, y seguirla.
El apartamento era mucho más lujoso que el de Eduardo y Amanda. Los pisos blancos brillaban, los muebles modernos quedaban perfectos con el lugar. Todo parecía estar en un lugar perfectamente planeado y calculado. Los tacones de Melisa chocaban contra las baldosas. Sofía intentó recordar la última vez que había visto a Amanda con tacones en el apartamento... no lo recordaba. Melisa abrió una puerta color beige y dejó a la vista una enorme habitación con paredes rosas y lilas, llenas de flores y mariposas. La cama, individual, estaba enfundada en una colcha de la cenicienta. Había un tocador color rosa pálido y un cojín en forma de corona. Todo lo que una niña amante de las princesas podía desear; sin embargo, Sofía no se mostró impresionada, en cambio, parecía que buscaba algo.
—¿Te gusta?—preguntó Melisa—. La preparé especialmente para ti.
Le soltó la mano y la invitó a entrar. Sofía dio unos cuantos pasos, algo sorprendida y ansiosa. Esperaba encontrar por algún lado algo sobre la sirenita. Pero no había nada.
—¿Sí te gusta? Sino, podemos ir a comprar más cosas mañana. Todo lo que tú quieras.
—Yo... quiero mis cosas. Quiero ir a casa—bajó la mirada, extrañando de nuevo a Amanda y su habitación.
—Está es tu casa ahora Sofía. Podemos ir por tus cosas luego pero ahora vivirás aquí.
—¿Y Amanda?
—Ella estará bien. Lo que importa es que ahora estamos juntas de nuevo—tomó su pequeña mano. Sofía la vio con desconfianza, pero no se alejó.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora