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Después de tanto tiempo pensando que era incapaz de tener hijos, de quedar embarazada, Amanda ni siquiera consideraba la idea cuando su periodo se retrasaba. Solía ser muy poco regular y ella lo asociaba a su problema. Pero meses atrás, cuando su periodo tardó más de lo que había tardado jamás, empezó a preocuparse.

Había pasado un mes exacto desde la boda cuando fue a consultar a un ginecólogo, le contó lo que ocurría con ella y su preocupación por su periodo. El ginecólogo, al ver los estudios que Amanda había llevado, ni siquiera se molestó en revisarla. Le dijo que era normal, que debido a su deficiencia podía tener retrasos tan prolongados. Amanda salió del consultorio un poco más tranquila.

Luego pasó otro mes sin periodo. Intentó no preocuparse, el ginecólogo ya le había dicho que era normal; además, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para estar pensando en eso. Eduardo en el hospital, el trabajo, el bienestar de Sofi, intentar que su pequeña familia siguiera en pie a pesar de la tormenta que los estaba atacando. Pensaba que todo lo antes mencionado era ella causa de sus constantes mareos y su cansancio excesivo. Cualquiera estaría exhausto al hacer todo lo que ella hacía durante esos meses; sin embargo, un día, justo después de despedirse de sus compañeros de trabajo, subió a su auto y condujo hasta la escuela de Sofi para recogerla y después ir a comprar algo de comer. En su ruta, siempre pasaba por un pequeño centro comercial. Se detuvo en un semáforo que estaba justo frente a la farmacia ubicada en el centro comercial. Volteó a verla, pensando en sus mareos, las náuseas, el ligero aumento de peso y el periodo retrasado. De un momento a otro ya estaba dando vuelta hacia la derecha para estacionarse frente a la farmacia. Compró una prueba de embarazo, algo que había comprado miles de veces en el pasado y subió a su auto de nuevo. Recogió a Sofía y volvió a su rutina ahora diaria, ir a comer, luego al hospital. Casi había olvidado por completo la prueba que yacía en su bolso. Cuando Eduardo no resistió más y se quedó dormido, Amanda se puso de pie y entró al baño. Con las manos temblorosas y el alma pendiendo de un hilo abrió la caja de la prueba. Cerró los ojos con fuerza después de haberla usado, no quería ver el resultado, no quería llevarse otra decepción más. Se reprendió a sí misma por haber pensado en la posibilidad y se sintió mareada de nuevo por la mezcla de emociones y el cansancio. Después de un largo rato, abrió los ojos soltando el aire, vio la prueba y su corazón empezó a latir con fuerza extrema. Sintió que sus mejillas estaban calientes. Tomó la caja, con las manos aún más temblorosas que antes, para confirmar que lo que veía era cierto. La prueba dio positivo. Salió del baño llorando de felicidad y emoción pero, al ver a Eduardo, su sonrisa se esfumó y sus lágrimas ahora eran de tristeza.

¿Le diría? Ese era el gran dilema. Moría por decirle, informarle que estaba embarazada, que esperaba un bebé de él, que Sofía tendría un hermanito o hermanita. Pero ¿cómo se sentiría él? ¿Triste o feliz? Intentó no apresurarse. Lo único que hizo fue besarle la mano a Eduardo antes de quedarse dormida en el sofá de la habitación.

Al día siguiente fue con la ginecóloga que le había dicho que no podía tener bebés. Con estudios en mano y la prueba de embarazo, entró al consultorio. La ginecóloga analizó todo y, después de un rato, le informó que su esterilidad en el pasado pudo haberse debido a que sus óvulos no eran compatibles con los espermatozoides de su ex pareja. Claro que para asegurarlo del todo necesitaban hacer un estudio tanto de ella como de Lucas y Amanda sabía que eso nunca iba a pasar. Después, la ginecóloga le hizo un ultrasonido para solo confirmar lo que ya sabían. Amanda estaba embarazada, tenía un mes y tres semanas de embarazo.

Esa cita con la ginecóloga la dejó tan marcada, el ver a su bebé por primera vez. No dejó de llorar en todo el día y no sabía si era de felicidad o de incertidumbre. Pidió como loca al cielo y a todos los santos que conocía porque Eduardo se pusiera bien. Él tenía que conocer a su hijo o hija, tenía que saberlo.

StrongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora