Capítulo 10

1K 103 36
                                    

Con la claridad del día y en el momento que las plantas de sus pies tocaron el suelo, el nombre de una chica hubo llegado a su mente y, ahí se quedaría por largo rato para castigarle por lo que le hubo hecho.

Cargado de remordimientos y arrepentido, Anthony se levantó de su lecho para ver si con el baño podía aminorar lo que le estaba atormentando.

Después de haber estado un buen tiempo en los bolos, junto a los amigos de su primo, Anthony y Ariza abandonaron el local para ir a la casa de uno de ellos, el cual los invitó debido a que, sus padres andaban de viaje. 

Aceptada la invitación y aprovechándose de la ausencia de los mayores, con demasiada libertad los jóvenes, para animarse, comenzaron a beber hasta querer acabar con la extensa cava de aquella familia. No obstante, lo peor no había sido el ingerir alcohol como desesperados sino que, para aguantar la farra, la mezclarían con unos blancos polvitos mágicos que alguien sorpresivamente les había ofrecido.

Como todo, la curiosidad de probarlos hubo ganado; y las reacciones de los que no estaban acostumbrados no se hicieron esperar, entre ellas las de la señorita Reagan quien además de haberse desnudado en frente de los presentes y luego acostado con más de dos, ahora yacía en una cama y en un estado totalmente inconsciente.

A Anthony nuevamente el alcohol lo hubo embrutecido y noqueado, dándose así cuenta de nada hasta que, al despertar y ubicar donde estaba, recordó su compañía. El desorden que se veía por doquier, él no prestó su atención sino que se concentró en visitar todas las habitaciones de la residencia hasta que dio con ella. Sentado en la cama y a su lado, estaba el joven dueño de la propiedad el cual volvía a checar la condición de Ariza.

Responsabilizándose y temeroso, el rubio fue a la chica para hacerla despertar; y al no obtener éxito, de todos modos se le pidió sacarla de ahí. 

Apresurado, Anthony medio la vistió y la tomó entre sus brazos para llevársela al auto. Al estar en su interior, comprendió que a casa no podían ir estando ella en esa lamentable situación, por ende, para pensar qué hacer, se dirigió al hotel más cercano hasta que encontrara una solución, hallándola...

Envuelto en una toalla, Anthony rápidamente salió del baño para ir en busca de su celular. El número de Terry marcaría; pero porque el joven Grandchester ya estaba presentando un muy complicado examen, no contestaba a lo que ignoraba se trataba de una emergencia ni a la docena de mensajes que le enviaron después.

Para no dejarla sola, Anthony en apuros solicitó la ayuda de una mucama. Ésta, porque se negaba a hacerlo, además de dársele un bonche de billetes e identificación, finalmente aceptó velar por Ariza hasta que el apurado volviera.

Usando la misma ropa, desvelado y preocupado, el hijo del prestigioso Duque de Graham se veía manejando por las calles de la ciudad, llevando en mente un objetivo, arribando cuarenta y cinco minutos más tarde a la universidad donde compañeros de facultad se alegraron, pero a la vez se sorprendieron de verlo tan mortificado y pidiéndoles la ubicación de su primo.

No sabiendo darle una exacta locación, todos tontearon al indicarle le buscara en los dormitorios, el gimnasio, la cafetería, el hípico municipal y la biblioteca, siendo en esta última donde fuera a encontrarle después de haber visitado los lugares antes mencionados.

Estando estacionado frente al edificio, Anthony volvió a marcar un número telefónico, siendo esta vez atendida su llamada.

Terry no tenía mucho que se había cruzado con Tom; y a sus demás compañeros se dirigía cuando su móvil sonó. Reconociendo el número, el joven Grandchester lo aceptó, pero no habló hasta que estuvo afuera del silencioso recinto.

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora