Capítulo 5

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Completamente segura de que su corazón latía fuerte y únicamente por Anthony y el de él por ella, Candy se lo aseveró a Annie, pero también el seguir su consejo de hablar con su novio para que no se perdiera la relación de casi tres años. 

Para llevarlo inmediatamente a cabo, la incrédula jovencita enamorada se disculpó con su hermana para ir a su habitación e intentar comunicarse con su amor. Sin embargo, éste no contestaría a la docena de mensajes de textos que ella le enviara ni mucho menos se dignaría a devolverle una llamada telefónica en lo que restaba del día.

Manteniendo la esperanza de que él pronto respondería, Candy sentada al pie de la cama, aguardó ilusamente paciente.

Al cabo de unas horas y ya con la noche encima, entumida, la joven se levantó para caminar en dirección a la ventana.

Desde ahí, Candy miró hacia el cielo buscando, entre las tintineantes estrellas, las obvias respuestas a las decenas de cuestiones que en su mente había formulado.

Sorprendentemente, a la chica en ningún momento se le vio o vería flaquear. Eso se debía a que muy en el fondo de su ser, aunque delgada, una flamita de confianza todavía ardía en ella; y era porque precisamente ella la avivaba al decirse mentalmente que Anthony tarde o temprano iba a presentarse para aclararle todo lo sucedido durante esos dos días. Así que, para empezar el tercero y lleno de buenas vibras, Candy se preparó para meterse a la cama y levantarse temprano para asistir a clases.

Por su parte y siendo ya de madrugada, Terry se le veía manejando en dirección a su casa; y es que... después de pasar por su auto a la casa de Candy, por las calles de la ciudad se perdió, yéndose a estacionar en el lote particular de los bolos donde cada domingo por la tarde-noche se reunía con sus amigos, con los cuales y el ambiente que se armaba, podía olvidarse definitivamente de todo, inclusive de su padre quien en la sala de su residencia, seguía aguardando por su hijo para retomar esa plática que se hubo dejado pendiente y en ascuas. Por ende, al oírlo llegar, Richard dejó el mullido sofá para salir a encontrarlo pero preguntándosele a él cuando lo vieron a mitad del recibidor:

— ¿Todavía sigues despierto?

— Aprovechando que tenía trabajo quise esperarte. ¿Cómo estás? — emocionalmente se interesaron por el joven, que decía:

— Además de súper bien, ¡cansado! así que si no te molesta... voy a dormir, papá. Mañana tengo un examen y práctica de Polo.

Aunque Richard de sobra sabía que justamente iba a obtener esa misma evasiva, atrajo la atención de su hijo con esto:

— No te he contado de mi plática sostenida con tu madre.

— Es verdad, pero... ¿podemos dejarlo para mañana?

Negando con la cabeza, el padre lo enteraba:

— Mañana es que quiere verte.

Con rebeldía el chico contestaría:

— ¡Y quiero pensar que le dijiste que no puedo!

— No me correspondía a mí contestarle por ti.

— ¡Pero, papá!

— Te estará esperando en su casa.

Conocer el lugar de la cita grandemente a Terry molestó.

— ¡No pienso ir y menos allá!

La sabiduría hablaría al aconsejársele:

— Huyendo no se resuelven los problemas, Terruce.

— ¡Lo sé, pero... ¿por qué no entiende que todavía no estoy preparado para confrontarla yendo precisamente a la casa de su marido?!

— Comprendiendo que exactamente dirías eso, me ha dado un número telefónico para que le llames y se pongan de acuerdo para verse en otro lugar. Así que, ven conmigo a la sala para que te lo entregue.

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora