Capítulo 13

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La llamada que recibiera de su amigo en la noche anterior no le hubo sido inesperada; lo que lo fue, era el favor solicitado. Y aunque realmente con su cámara personal y digital grabó absolutamente nada de lo que le hubieron requerido, —no revelado el dato y todavía gozando de su sola compañía—, Michael, en su casa, hubo dejado lo que hacía para pararse frente a una cámara de vigilancia con conexión directa al internet. Inmediatamente enseguida, se dirigió a un cuarto que fungía como la estación de monitoreo, donde se quedó gran parte de la noche y frente a una computadora, revisando las imágenes filmadas, y tomando consigo las que verdaderamente estaba buscando.

Con ello, guardado en una unidad de almacenamiento y muy de mañana, Michael llegó a su establecimiento donde nuevamente revisaría el material; y al percatarse que su persona salía con frecuencia además de calcular el dinero que obtendría por eso, con la ayuda de una conocida aplicación informática comenzó a distorsionar la mayor parte de su contenido.

Y en lo que el joven se concentraba en hacer una editada colección de fotos que a unas manos iría a parar, afuera, vencido por el desvelo y su amiga la guarapeta, Anthony dormía plácidamente en el interior de su auto. Vehículo que atraía las miradas de los empleados que laboraban en los bolos y demás transeúntes al tener frente a sus placas los ojos fijos del agente vial el cual después de haber tomado nota del número de la matrícula y generado un ticket, a la parte frontal se encaminó, dando fuertes golpes al cristal al divisarse al ocupante dormilón.

Amodorrado y asustado, Anthony posó su mirada en el que rudamente le hubo despertado para ser dejada en su mano la multa, de la cual exigieron el motivo que la ocasionó, siendo únicamente señalada una redundante señal de parqueo que indicaba "Estacionamiento sólo para clientes excepto jueves de 6 AM a 12 PM" ya que durante esas horas la máquina barredora municipal pasaba por la calle haciendo su correspondiente labor.

Apenado, sosteniendo su sanción y disculpándose, el rubio encendió el motor de su transporte y se movió de ahí; mas al hacerlo, observó a la gente trabajadora que ya limpiaba los vidrios de los ventanales del local; por ende, después de encontrar un debido lugar para su auto, Anthony dejó su auto muy bien asegurado y, a pie se regresó para pedir información referente a la ubicación de Michael. 

De aquél no se negó su tempranera presencia en el negocio, por lo tanto, consiguientemente de haberse proporcionado un nombre y demás, uno de los trabajadores se dirigió a la oficina del joven jefe el cual al escuchar el llamado a la puerta autorizó el acceso y demandó la razón por la que se le molestaba.

El nombre de pila que se le mencionara a Michael no lo reconoció sino por haberse identificado también como primo de su amigo Terry.

Resguardado su entretenido trabajo, el buscado cuestionaba:

— ¿Sabes qué asunto lo trae?

Porque no se pensó en preguntar se contestaría con verdad:

— No, no lo dijo ni yo lo pregunté.

— Bien — dijo el dueño del establecimiento, y conforme dejaba su asiento, ordenaba: — Hazlo pasar, pero no lo traigas aquí. En la cafetería me reúno con él.

— Está bien, Mike.

Viendo salir a su trabajador, el joven solicitado por momentos se quedó pensativo. Luego, con una resolución en mente, sonrió avaricioso y buscó la puerta de salida de su oficina. Ya estando afuera, se encaminó hacia el lugar de encuentro con Anthony, quien al ser enterado sería recibido por Michael, en sus adentros gritó con alegría; y seguro de ganarle la batalla a su primo, se dejó guiar hasta el punto marcado.

Allá y como si fueran los grandes camaradas de toda la vida, los jóvenes se saludaron; después de invitarse a ocupar asiento y tomar algo para beber, alguien nueva y mentirosamente comenzaba la conversación:

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora