Capítulo 40

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Entremezclando travesura, coquetería y cinismo en su sonrisa, sin darle una respuesta, Candy se puso de pie y de su lado se fue, dejando a Terry bastante desconcertado y viéndola tomar la dirección a su habitación donde, en su interior, ella reiría excitada y emocionada, pero a la vez con seriedad pensaría la decisión a tomar porque... era verdad, su cuerpo y otra porción de su ser que la constituía a gritos, le pedían aceptar su proposición. Sin embargo, una diminuta parte de ella no quería volver a caer en el mismo hoyo de la desesperación si él... bueno, por el momento dejó caer la toalla que la cubría para caminar totalmente desnuda y despreocupada hacia la cama; lugar que ocupó al sentarse primero y luego acostarse para mirar fijamente hacia el techo y apaciguar su intimidad debido al ardiente calambre que de ella se hubo prendido al simple choque de sus labios y lenguas.

Pero en lo que la adolescente volvía a recurrir al autoerotismo, a viceversa de Candy, el hecho de que pudiera estar realmente interesada por su amigo Mark, a Terry no sólo le causó tensión sino que su erección desapareció ante la posibilidad que, para querer desecharla de su mente, se puso de pie y sus pasos le condujeron a su padre.

Éste, al verlo cruzar el umbral de la puerta del despacho, abandonó su atareada actividad para mirarle, sonreírle y decirle:

— Seguro estaba que dormirías más.

— Sí, pero...

Revelar quién le hubo despertado y de qué manera, lo reservó para él pidiendo: 

— ¿Tendrás una taza de café?

— Justo lo que te iba a ofrecer — respondió Richard levantándose de su asiento y cerrando al mismo tiempo la tapa de su laptop.

Y mientras su padre le daba alcance, Terry ya se había girado para dirigirse a la cocina donde también pediría yendo de camino al refrigerador:

— ¿Tienes un pedazo de pastel?

— Ése te lo debo — contestó el progenitor que consentido sugeriría detrás de su hijo: — ¿Pero qué te parecen unos panqueques con fresas y miel?

— Suena bien.

Terry, habiendo abierto la puerta del frigorífico, de éste conforme se sacaban blanquillos, leche y mantequilla, se le diría:

— Mientras dormías, Candy salió a ducharse. ¿Crees que se haya regresado a dormir?

Sabiéndola de antemano despierta, se fingiría desconocimiento:

— No lo sé —, y se ofrecería: — ¿Quieres que vaya a verla para que venga?

— Sí, por favor; en lo que preparo nuestra "cena-desayuno"

— Enseguida vuelvo entonces —, el joven Grandchester emprendió sus pasos direccionándolos a la recámara de la joven.

Ésta, después de pasado su orgasmo alcanzado, ya se había levantado de la cama para ir en la búsqueda de ropas cómodas. Y estaba poniéndose su bóxer debajo de una larga camiseta cuando el llamado de la puerta le hizo decir:

— Está abierto.

Terry desde afuera le diría:

— Papá está preparando algo para comer. ¿Gustas unirte con nosotros?

La simple voz de él le volvió a provocar cosquillitas, además de una sonrisa y el ir a la puerta para abrirla y responderle:

— Sí, gracias.

Sin cerrar, Candy pasó a su lado yendo delante de él quien, debido a su femenino contoneo... el detenerla por el brazo, pegarla en la pared, hacerse de su boca parándose en medio de sus piernas, separarlas aún más en el momento de posarse de sus caderas al levantarle, apoyarse para remover prendas, sacar un órgano sexual, introducirlo en el otro, embestir y embestir oyéndola gemir y no salir de ahí hasta que los dos estallaran más que satisfechos... fue sólo una idea que se le vino a la mente en lo que avanzaban por el pasillo. No obstante, el joven, tocándose, a su sexualidad y a sí mismo recomendaría ser paciente para volver a tenerla entre sus brazos porque la pequeña duda que le dejó, le iba a aumentar con lo que pasaría próximamente.

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora