Capítulo 22

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El silencio que se había formado alrededor de las hermanas fue interrumpido por el sonido de los aspersores. 

El hombre a cargo de ese jardín se acercó rápidamente a las mangueras para acomodarlas y que el agua rociara únicamente el césped y no el concreto donde miles de gotas se estrellaban. 

Un tanto salpicadas, las hermanas hubieron dejado sus respectivos asientos. Y porque Annie debía presentarse al trabajo, pidió a Candy ingresar al hospital para que pasara a saludar a Terry y después de ahí retirarse a lado de su hermana.

Habiendo estado de acuerdo con ella en irse, Candy también seguiría el plan aconsejado. Sin embargo, estaban de camino al nosocomio cuando voces llamaron la atención de ambas. 

Debido a que sus figuras fueron reconocidas, una hermana solicitó a la otra aguardar escondidas tras unos arbustos para presenciar la acalorada discusión entre los "suegros" de la más chica, iniciando el progenitor del paciente con la siguiente cuestión:

— ¡¿Qué es lo que pretendes al llenar de ideas la cabeza de mi hijo?!

Valentonada frente a él la mujer respondía:

— ¡Yo sólo quiero que Terry reclame lo que por heredad es suyo!

— Eleanor, entiende. Yo no tengo ningún rol dentro de mi familia; y por lo tanto, mi hijo tampoco.

— Eso dices tú; pero puede que Terry tenga más derechos que Anthony, ¡ese mocoso infeliz que junto a su padre, casi lo matan!

— En eso tienes razón; pero la ley ya dictaminó y tiene al responsable.

— ¡¿Cómo es posible que digas eso?! —. Eleanor saltó furiosa contra el hombre. — ¡Por Dios, Richard, se trata de tu hijo! ¡Casi lo perdemos y tú piensas quedarte de brazos cruzados!

— Yo dejé todo en manos de la justicia.

— ¡No! ¡Lo que pasa es que sigues siendo el mismo conformista de siempre!

— Entonces, si tú crees que incitando a Terry a tomar venganza por su propia mano es lo correcto, adelante, sigue haciéndolo y termina de destruirle la vida. Al fin y al cabo a ti lo único que te importa es el dinero y no el ser en el que él pueda convertirse el día de mañana todo por escuchar los sabios consejos de su madre interesada.

Ofendida Eleanor calificaba a su contrincante:

— ¡Eres muy egoísta!

— ¿Por qué lo soy según tú?

— ¡Porque no ves el futuro que tendría Terry si pelea por su herencia!

— De la cual, tú esperas una gran parte de eso, ¿no es cierto?

Honesta retobaría:

— ¡Sí! pero lo hago por sus hermanos que lo necesitan; y si él puede hacerlo...

— ¡Terruce no tiene ninguna obligación con ellos sino su padre!

— Robert no ha tenido suerte.

— ¡¿Y de quién es la culpa?! ¡¿de mi hijo también?!

— ¡Por supuesto que no, pero entiéndeme tan sólo un poco! —, el drama se apoderó de una madre. — ¡Estoy desesperadamente necesitada! ¡He hecho de todo y ya no sé qué más hacer!

Y eso ¿a él qué? Además había sido su decisión de largarse con aquél y de su suerte sólo ellos eran los responsables. No obstante, Richard guardó sus resentidos comentarios para sí; y compadeciéndose de su ex mujer, con una doble intención sugeriría:

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora