Capítulo 15

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Aprovechando que Terry se encerraba en el baño, Candy, loquita de la emoción, se dirigió a la cama; y de encima del cuaderno tomó el lápiz y corrió a pararse frente a su calendario escolar que pendía de la pared, para circular el día que vivía y, escribir como pie de página tres grandes y maravillosos acontecimientos, como el que ¡por fin! ya era novia de él, el pequeño y privado momento que pasaron juntos y programar la cita que tendría con su novio oficial.

Oyendo que la puerta se abría, la jovencita aventó el lápiz para de nuevo correr, sólo que ahora en dirección al closet para terminar de vestirse y salir para irse a tomar el café.

Consiguientemente de haberse despedido de Annie, la pareja abandonó la casa, sorprendiéndose Candy que Terry hubiera llegado sin carro y le informara de ello:

— Lo dejé en los bolos. Después de cenar, ¿me acompañas para ir recogerlo?

Alegre de que el tiempo a su lado sería mayor, Candy, con una hermosa sonrisa en los labios contestaba:

— Sí —; y aferrándose a su brazo, preguntaría: — ¿Por dónde nos vamos?

Desde las escalinatas se miró hacia el norte y se apuntó una parada.

— ¿Quieres usar el autobús?

Para hacer más largo su paseo, ella sugería:

— Me gustaría que camináramos.

— Caminemos entonces.

A la par, los jóvenes comenzaron a descender; y al arribar a la acera, se tomó la vereda hacia el sur. Punto cardinal que sería testigo del primer beso que Candy, después de diez pasos dados, robaría a su novio, el cual además de detenerse, se le confesaba abiertamente lo bien que estaban por tenerle finalmente a su lado.

A pesar de haber correspondido a la muestra de afecto, Terry, un poco incrédulo, miró a su novia para preguntarle:

— ¿De verdad estás tan feliz?

Colgándose del cuello masculino, ella decía:

— ¡Más de lo que te imaginas!

— Entonces, debo agradecértelo.

Candy no perdería la oportunidad para decir:

— ¡Sí! ¡con otro beso!

La insaciable jovencita se pegó fuertemente a unos labios los cuales sonreían de la efusividad de ella, la cual lo miraba mientras que él lo hacía a los lados ya que gente pasaba junto a ellos. 

Como bloqueaban la banqueta, los jóvenes se despegaron para continuar el camino tomados de la mano. Sin embargo, ni veinte metros habían recorrido cuando de nuevo la chica saltó a los brazos y la boca vecina, siendo ahora la razón que la impulsara a hacerlo: una declaración que llevaba mucho tiempo guardada en su interior...

— ¡Te amo, Terry! ¡Te juro que lo hago desde hace mucho tiempo!

Enaltecido su ego, el joven se dejó consentir. Una vez que ella quedara saciada, los retomaron sus pasos. Contados quince y furtivamente, Terry, en la entrada de un negocio cerrado, la llevó; y arrinconándola, además de acariciarla, la besó provocativamente prometiéndole amarla más.

Debido a todas las sensaciones que simplemente el joven le producía, Candy, con el rubor a flor de piel, ensoñadora la dejaban para volver a caminar y seguir jugando así con él hasta que, después de tantas cuadras recorridas, se quejaron de lo adolorido que ya sentían los labios.

Y aunque no negaba que una boquita era por demás deliciosa, un apetito ya era de otra índole, y los besos no eran lo suficiente para saciar el hambre. Por ende, de los negocios que había sobre la avenida principal se concentraron en localizar uno donde hubiera comida.

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora