Capítulo 35

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Analíticamente y de arriba abajo, Terry miraba a la mujer que tenía enfrente. Sí, no cabía la menor duda que bella era a pesar de lo sencillo de su vestimenta; sin embargo, no podía olvidar que por culpa de ella su vida hubo sido atentada; y aunque con bien había salido, él la seguiría responsabilizando así le estuviera dedicando la mejor de sus sonrisas o el destello de alegría en sus ojos por verlo o las amables palabras al saludarle.

Responder, —seguidamente de haber dejado su equipaje en el escalón que él ocupaba— que también estaba sintiendo el mismo placer por verle, sería una mentira; por ende y de pronto, Terry se cuestionaba así mismo, ¿qué demonios hacía ahí? en cambio a ella:

— ¿Cómo has estado, Ariza?

La visitada, con deseos de abrazarlo y no pudiendo hacerlo, expresaba:

— ¡Feliz de saberte aquí y con bien!

— Sí —; el joven visitante sería burdo: — la libré después de lo que me hicieron. Aunque... supe que tú no tuviste tanta suerte.

La hostilidad presenciada hizo comprender a la joven que su visita era para nada social; así que, al tragar saliva la futura madre preguntaba:

— ¿Te refieres... a mi embarazo?

— Entonces es verdad que lo estás.

— Sí.

— ¿Y quién es el padre? —. Terry sonaría sarcástico al continuar diciendo: — y por favor, no vayas a decir que yo porque tengo pruebas de que vengo llegando y...

Cerrando la puerta detrás de ella, Ariza cuestionaría:

— ¿A qué justamente viniste?

— Lamento no poder decir que lo hice porque me preocupé por ti.

— ¿Entonces... ha sido por Susana?

Frunciendo el ceño y haciendo un gesto un tanto repugnante, Terry decía:

— Digamos que vine traído por el recuerdo de mi amigo Michael y la sorpresa que se llevará al saber que... ¿existe la posibilidad de que sea padre?

Ella se haría la olvidadiza al comentar:

— N-no sé de quién me hablas.

— En efecto, de Anthony vas a conseguir nada; sin embargo, de Mike estoy seguro que podría reconocer a tu hijo.

— Y... — ¿acaso él las hubo escuchado? Era imposible; pero por si las dudas la visitada preguntaba: — ¿quién te ha dicho que yo busco eso?

Cruzándose de brazos, Terry rescataría cierta información:

— ¿No era lo que intentabas conmigo? ¿O por qué te encaprichaste en decir que yo era tu prometido? ¿acaso pensaste que lo que resultara de tu noche de parranda, yo iba a pagarla?

— N-no.

Él bajó los brazos para afirmarlo:

— ¡Por supuesto que no!

¿Así o más claro se lo dejaban a la joven? la cual pediría la razón a su anticipado rechazo:

— ¿Por qué?

— Tal vez debido a prejuicios tontos.

En datos reales, muchos hombres no fácilmente aceptan mujeres con hijos de otros y menos como el caso de ella quien corroboraría si él estaba dentro de esas gráficas al inquirir:

— ¿Es decir...?

— Si tu embarazo hubiese sido a causa del infortunio, probablemente hubiera considerado la propuesta; pero tú bien sabes que tu hijo tiene un padre. Recurre a él; y ya que tu madre te ha dejado en la calle, no expongas al tuyo y dale una vida mejor que —, él miró despectivamente a su alrededor: — ésta.

Tu lugar es a mi ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora