Abocada a la ignominia
«Pensadores exaltados:
1. Sistema jerárquico que incluye en él a los grupos más bajos de la prole (Sociedades Bajas) que sienten necesidad de mostrar sus pensamientos al no tener derechos ni libertades. 2. Reivindicarse en sociedad.
3. Religión, movimiento, aspiración liberal que defiende la igualdad y la libertad de expresión, el poder del débil.
4. Aquellos que tratan de alcanzar el conocimiento, los hábiles que piensan, los que se atreven a probar lo sagrado. 5. Asociados aquellos con Trastorno de Personalidad y que se alejan de los ideales sociales y secuencias habituales; padecen de un característico y diferente pensar libre con respecto al resto.»
Anarcos, Cuentos de Hadas; Anotación escrita a mano en el margen, Página 1
Seguían observando justo igual a como los dejé la última vez que pasé a su lado. Sus ojos puestos en mí como los demandantes de la función, sentados en las hamacas sobre la tierra del desierto sin inmutarse debido ya a las primeras olas de frío. Y me sentía tasada, subastada, juzgada como a un objeto, un material sin ánima. Un precio, tenía un precio.
Sentía que por momentos alguien de los presentes levantaría el cartel con el número con el que me asignaron y me escogería, pelearían por mi posesión, por conseguirme a una buena suma de dinero.
Al ser mirada sentía a mi etiqueta pender de mi superficie, y como en un escaparate me convertía en un maniquí y me analizaban porque había perdido el derecho a no serlo. ¿Siempre los tuve?
Sus miradas me acribillaban. Esto cambiaba muchos aspectos en mi vida. Me sentía fuera de la órbita donde todos navegaban. Sentía que había naufragado, que mis latidos habían perdido el timón del navío. Y estaba en esto sola, controlando lo que quedaba en mis manos, ridícula de mí, sintiéndome más abandonada y desolada que antes.
Seguía sin comprender ni saber describir mi soledad, era ella en todo su ser. Era sentir que iba cayendo en el olvido para el resto, lo que más temía acometiendo a mi alma. ¿Qué iba a ser de mí?
¿Cuándo se inició mi cuenta final? ¿Para cuándo perdería mi conciencia sobre el yo? ¿Qué me había llevado a tener que sufrir por esto?
Kael sabía que me pasaba algo, lo sospechaba, siempre deteniéndose en los detalles, en las evidencias tras la montura de sus gafas. Pero no se atrevía a preguntar, a volver a romper el silencio con una broma que incitaba a la risa floja o con una historia sobre los lugares por los cuales pasábamos donde no obtenía risa o respuesta alguna por mi parte. Era como si le hablase a una pared o a una muñeca de trapo sin pensamientos, sin sentimientos, sin valor en sus juicios. Lo que era yo.
Probablemente mi mirada perdida, deambulando sobre el horizonte, vagando por las nubes o la tierrecilla y el polvo, le asustaba. Mi comportamiento de indiferencia, de dejadez que se apreciaba al caminar, sin ganas, me delataba. Y de vez en cuando se giraba, con rasgos de cierto temor y de mucho desconcierto, para ver qué observaba en ese momento.
Gracias a la llegada del tiempo helado y a mi chaqueta, lograba esconder la flaqueza de mi piel, los cardenales que ahora la recubrían, con un aspecto ennegrecido, enfermo. Tapaba los coágulos de sangre que formaban ligeras manchas a lo largo de mi cuerpo. Vestía la debilidad de mis articulaciones y la notoriedad de mis venas que aportaban una mayor delgadez y trasparencia a mi tez blanquecina, con una mezcla de colores sin sentido.
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Re-Cordar, el renacimiento de Mnemosine
General Fiction«La vida es la secuencia de un ser en el tiempo, y así lo es un recuerdo». Pasó mucho tiempo hasta que pude volver a nadar en el mar, en ese momento recuperé lo que siempre había sido mío. Ahora escribo desde el océano, a la deriva de la marea fraud...