Razias
«Nos encontrábamos en un lugar donde había tan poco, que ni de haber existía el concepto de propiedad. La cuestión de la propiedad y de la privacidad es tan antigua y tan distinta a la de la libertad que en nosotros crea una especie de contradicción que hace que temamos una u otra. Para ellos que no exista posesión de nada es un escalofrío de mil horrores. ¿Por qué creéis que se deshacen de todos los que padecemos "exclusión de personalidad"? Nuestras ideas están atadas a los impulsos naturales, no son como las del resto. Nos temen porque no son capaces de entendernos. Aquí, tras la frontera, os advierto, hay que tener cuidado porque la libertad es tan famélica que nadie entiende el concepto de propiedad o de privacidad. Sin embargo, por suerte o por desgracia, nuestra ausencia de personalidad y de patrones sociales eran tan raquíticos que ni de ser éramos de nadie».
Natalie Clive, Capítulo 4 "La verdad tras el más allá"; Cortafuegos.
El repicar del agua resbalaba gélida sobre mi piel, con cada sublime retintineo recordaba que era un privilegio que lloviera en un único sitio en un lugar techado.
Me trasporté por un minuto a la baña de aquel río que congeló mi respiración y aprecié cada una de las gotas que se precipitaban sobre mí en forma de diluvio.
Las cañerías temblaban tanto como rugían mis intestinos que pedían a llantos algo de comer. Los grifos no estaban oxidados pero sí roñosos, si pegaba mi oído a los azulejos podía escuchar el rumiar de las tuberías y el eco de unos chillidos que recé por que no fueran ratas.
El agua que caía era abundante, mas caía de esa forma en la que se temía que de un momento a otro podía dejar de estar cayendo, al igual que sucedía cuando uno se aventuraba a regalar su amar, se espiraba sabiendo que de un día a otro podría dejar de estar, como sucedía con la vida, se andaba aguardando a que de un día para otro podría dejar de estar viviendo. Sentir y lluvia raquítica.
De aquella forma caía, fría aunque yo estaba considerablemente más caliente que esta lluvia, agujereando en su caída cada resto de lo que había sido mío, haciéndome a que ya (lo) había perdido.
Me quedé estática abrazando cada repicar de cada gota de agua sobre mi piel, cada rasguño y arañazo que se iba curando con lentitud. Admiré la luz que traspasaba por las rendijas de la persiana, eran unos leves rayos de sol que se suspendían en el color arcilloso y térreo de los azulejos y que neutralizaban de forma cálida cualquier tipo de sentimiento.
El furor del agua silenciaba toda señal de vida tanto dentro como fuera de esta casa. Las paredes eran austeras y este despertar se abrazaba de vientos gélidos y soberbios.
Era una sensación flamérica: me sentía arropada y salvaguardada tanto por la luz como por el agua cuando realmente todo se mantenía gélido, pero no se sentía así, se sentía apoteósico, sentía la flama de estar segura dentro de este cubículo que era el aseo, percibía el fragor de cada una de las gotas que recreaba un paraje espléndido; era el flamor de la calma de la mañana cuando todos los que dormían en esta casa se revolvían aún bajo las mantas y era la única que llenaba de vida el interior de las estancias. Algo flamérico era el éxtasis de una emoción tremendamente triste que culminaba en un crujido de paz que acallaba cualquier desconsuelo, al mundo entero. Era sostenerse del medio, era esa mezcla explosiva que te llevaba volando por el placer maquiavélico de aceptar que había vuelto al principio de todo.
Cerré la válvula del agua trayendo consigo una serie de alaridos y retortijones desde dentro del hierro oxidado y las paredes bostezaron. Esperaba no haber desvelado a ninguno de los niños cuando arrasó el lugar el frío invierno del vacío.
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Re-Cordar, el renacimiento de Mnemosine
General Fiction«La vida es la secuencia de un ser en el tiempo, y así lo es un recuerdo». Pasó mucho tiempo hasta que pude volver a nadar en el mar, en ese momento recuperé lo que siempre había sido mío. Ahora escribo desde el océano, a la deriva de la marea fraud...