Sol Poniente
«Tras elegir al Primer Presidente de los Estados Segregados, Abraham Sec, en el año 3466 y que los nueve Estados tuvieran representación en la Cámara Parlamentaria, ahora, después de más de seis Generaciones volvemos para votar al mejor candidato y a aquellos dispuestos a representar a los doce Estados en la Curia Hostilia los cuales forman el nuevo mundo de sociedades separadas por estados de conciencia.»
Retransmisión Gubernamental en el Día Electoral
Era un día importante por muchos motivos aunque yo misma no me involucrara en esa importancia que otros sí le daban.
El paso al mes de Nocmiso, la transición a Sol Naciente, los días que precedían a lo que el sol dejaba de esconderse entre los ropajes de la atractiva noche y salía para presumir su calurosa estela, los días donde la oscuridad acababa. Esta era la verdadera víspera. La víspera para un nuevo ciclo anual, renovado, actualizado gubernamentalmente hablando. Falso.
Eso daba al siguiente motivo. Elecciones. Un por completo fraude. Un espectáculo donde fingían el recuento de unos votos obviamente falsos, atrezo. Porque daba igual a qué o a quién votaras, eso en realidad no estaba en manos del vulgo. Eso era exclusivamente digno para un sistema oligárquico indestructible e invisible. Eso ni de lejos podía resultar ser decisión de nosotros los minusvalorados humanos de clase baja, y hablaba de cualquier ser que no perteneciera a la élite política o, concretando, al SEC.
Eran unos hilos autocráticos los que se habían apoderado de la serenidad natural del tiempo para bañarla con sus ensangrentadas manos en una corrupción, no política, sino humana. Una corrupción que denigraba la existencia, el curso de la vida, y que ensalzaba la apariencia, la perfecta personalidad que se atara a sus demandas. Ellos eran los artífices de esta creación, de aquello en lo que nos estaban convirtiendo, de aquello que nos arrebató la dignidad de ser.
Y desgraciadamente o afortunadamente, eso llevaba al último punto del día, el más esperado, el más especial a nivel personal. Mi desaparición, mi volatilización hacia un salvaje libertinaje, hacia la inexistencia en este estado y en otros muchos porque me darían por muerta, hacia un poco más de libertad, de una libertad, como ya decía, basada en la supervivencia, en el constante rencor que desembocaba en venganza, en autodefensa. Pero esto ellos no lo sabían, era un secreto hasta que se percataran de que una ligera mota de polvo, para ellos una persona, se dirigía hacia su frontera dispuesta a derribar ese concepto suyo de distancia, división y diferencia.
Se trataba de un secreto, pero no me sorprendería que a estas alturas sospecharan de mí. No volvieron a llamarme para más pruebas experimentales, no volvieron a insistir en que debía asistir a mi próxima cita médica. Mi silencio se hacía misterioso. Y el suyo, inquietante. Ninguno había movido ficha en estos últimos días aunque ellos no sabían que hoy el peón prácticamente deshecho y arruinado subiría hasta su castillo y ganaría la partida.
Para ellos nada más que éramos números, códigos, cifras aleatorias que mantenían su palacete, que lo cuidaban, que lo colmaban con oro a base de gotas de sudor y esfuerzo. Sólo éramos un círculo parpadeante en una pantalla desde la que controlaban constantemente nuestra ubicación. Polvo. Nos catalogaban con precios.
Para ellos yo era el equivalente al diamante, a la joya más inusual, una eminencia. Y nadie abandona a una eminencia como si fuera una baratija, así que con inminencia, en cualquier momento, podrían aparecerse.
Era un líquido efervescente en los bajos de mi barriga, pensamientos premonitorios. Era una respuesta asustadiza que aguardaba a un golpe repentino en la puerta, unas pisadas de acero acorazado afuera en la avenida. Estaba en vilo, midiendo cada uno de mis segundos apretando el paño porque pudiera ser lo último que compartiera hoy con la conciencia.
ESTÁS LEYENDO
Re-Cordar, el renacimiento de Mnemosine
General Fiction«La vida es la secuencia de un ser en el tiempo, y así lo es un recuerdo». Pasó mucho tiempo hasta que pude volver a nadar en el mar, en ese momento recuperé lo que siempre había sido mío. Ahora escribo desde el océano, a la deriva de la marea fraud...