Hipermnesia
«Nosotras teníamos el alma, y ellos, el cuerpo idóneo. Nosotras teníamos los recuerdos, y sus humanos, un lugar para ellos. Así cualquiera diría que fue el destino el que dictó que ambos formáramos parte del engranaje divino, mas errarían. Buscaban crear así al ser humano perfecto, porque el verdadero se estaba destruyendo a sí mismo, y no sabían que como cada abeja tiene su panel, así cada alma tiene su cuerpo. Desconocían cómo de poderoso era un recuerdo, lo desconocían todo sobre estos. Justo después de que aterrizáramos en esta tierra, yo encontré mi cuerpo y los que todavía no estaban infectados, me conocían por Wendy y no por mi naturaleza. Ni eran almas que pudieran verla ni eran humanos que negaran de su existencia¹, deambulaban errantes por la cuerda de la vida sin saber qué eran.»
¹Existencia de la naturaleza y ser del alma.
Anarcos, Cuentos de Hadas; Los primeros días después III.
- Le ha frito el cerebro. - Comentó una niña pequeña, no muy distinta al resto de los que merodeaban alrededor, al chico que parecía estar al mando.Uriel me analizaba con un semblante serio y con los brazos cruzados sobre su pecho. Ambos estaban al otro lado del claro, observándome, siguiendo todos mis movimientos y comentándolos, preparados por si en cualquier momento fuera a quebrarme antes de poder clamar auxilio.
En vez de tratar de dar señales de vida, dejaba que el tiempo me esquivara. Me sentaba mientras me vigilaban esperando a que no pasara nada. Ni ellos ni yo sabíamos cómo había sobrevivido después de todo. Un gobierno entero me había perseguido y aquí estaba, con vida.
Yo también me observaba y me palpaba, para cerciorarme de la realidad, para descifrar cómo era posible que mi cuerpo hubiera quedado intacto tras cruzar una frontera que podría haberme reducido a cenizas. No mostraba heridas ni rasguños ni moratones más allá de la cicatriz que me invadía gran parte del costado.
A mí también mi propio ser me parecía extraño, no sólo a ellos les daba esa impresión. Todo me resultaba insólito y digno de admirar.
Me miraba las palmas de las manos y me quedaba ensimismada flexionando mis dedos, recorría cada huella y cada surco de la palma como si no fuera mía. Me detenía a pensar en cómo era capaz de estar viva. Intentaba encontrar explicaciones a por qué era yo la que siempre sobrevivía.
Y cuando me asaltaban todas esas preguntas, una presión invadía mi pecho y las cuencas de mis ojos, una presión incontrolable que contribuía a aplastarme y hundirme un poco más en aquel precipicio emocional.
¿Cómo era posible que esta fuera yo? ¿Cómo era posible que esta chica de manos frías y pálidas que eran libres, que no eran dueñas de nadie, fueran mías?
Lo que una vez sucedió en el otro lado, se quedaría allí, acumulando polvo hasta que se lo tragase el olvido. Y ahora me encontraba en el famoso "otro lado". Ahora viviría acorde a otras perspectivas, ahora este debía ser mi lugar. Allá, tras esa fina capa eléctrica a la que llamaban frontera, no me quedaba nada.
- Definitivamente, le ha frito el cerebro. - Reiteró en la lejanía.
- No, está tratando con lo que tiene en su cabeza. Pero podría ser cualquier cosa, ella es especial. - Le resolvió Uriel.
Estaba bien, estaba plenamente consciente. Estaba consciente pero abrumada por reconocerme de repente en vida.
Me di cuenta de que empezaba a amanecer. Los rayos atravesaron las ranuras que dejaban mis dedos y no hice nada por evitar proteger mis ojos del sol. No sabía si tras cruzar la frontera había visto algún amanecer, no lo sabía, pero me di cuenta ahora.
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Re-Cordar, el renacimiento de Mnemosine
Ficción General«La vida es la secuencia de un ser en el tiempo, y así lo es un recuerdo». Pasó mucho tiempo hasta que pude volver a nadar en el mar, en ese momento recuperé lo que siempre había sido mío. Ahora escribo desde el océano, a la deriva de la marea fraud...