23. Versos y Lágrimas.

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Ronald P. V. O.

Estaba junto a Harry discutiendo sobre unos pendientes que debíamos realizar acerca de uno de los casos más complicados que hemos tenido a lo largo de estos años que llevamos en el Ministerio, cuando de pronto la puerta de su despacho fue abierta abruptamente, Malfoy entró como si el lugar le perteneciera.

Se le notaba preocupado pero esa no era manera de entrar a un lugar ajeno, el me ignoró y siguió hablando con Harry.

Escuchar aquello me hizo tensarme, aunque francamente no quería que ninguno de los dos hombres restantes en la habitación lo notase, no quería creer lo que de la albina boca del hurón salía, ella no podía estar mal, ella es fuerte.

»Y también es humana.« recalcó mi subconsciente, en cuanto Malfoy se fue, miré a mi mejor amigo, el sabía de mi cercanía para con la ex-slytherin así que captando mi mirada sonrió apenas.

–Ve, ve con ella, mantenme al tanto de su salud, yo termino con esto, anda.– me limité a brindarle un asentimiento con la cabeza en agradecimiento pues sí hablaba seguramente me pondría a llorar.

***

Caminé por ese tétrico pasillo que conducía a la sala de espera, buscando el rostro de la otra ojiverde para obtener más información sobre Pansy. La encontré en brazos de uno de sus hermanos, era difícil saber cuál era cuál, aunque fueran mellizos no los conocía del todo bien para saber quién era Mathias y quien Iden. Jadelyn alzó la mirada en mi dirección y saltó de los brazos de su hermano para correr en mi dirección, me abrazó y rompió en llanto.

–Tranquila, Jadelyn... todo irá mejor, sabes que ella es fuerte.– dije en un intento de consolarle.

–Lo sé pero me duele– deshizo el abrazo. –no quiero verla así, Ronald, no puedo verla así.– admitió. Sus hermanos tenían la mirada fija en mi, uno con el ceño fruncido y el otro serio.

–Ven, vamos a que tomes un té o algo para que te calmes, anda.– sugerí, en realidad sus hermanos me estaban dando miedo y quería salir de ahí.

–Está bien, vamos.– aceptó.

***

Había logrado que ella se mantuviera tranquila, me contó un poco de lo que recordaba, me hervía la sangre, era un gusto que esa arpía estuviese refundida en aquella gris y lúgubre celda en Albania, lo importante era que su condena iba a ser perpetua y no les causaría más daños.

Tras un largo rato de súplicas (de parte de Jadelyn) hacia sus hermanos mayores para que me permitieran entrar a ver a la chica que día y noche estaba en mis pensamientos, finalmente lo había logrado y me encontraba ya por abrir aquel pedazo de madera que me separaba de una dolorosa escena.

Armándome de valor giré el pomo de la puerta metálica y pasé con sigilo hasta quedar en una silla al lado de la chica, quien permanecía recostada sobre esa pequeña camilla, más pálida que de costumbre.

Saqué una libreta y una pluma que no necesitaba tinta del maletín que cargaba siempre conmigo y comencé a escribir, escribiría versos para ella.

"Una parte de mi dice; inténtalo. Y la otra dice; no seas idiota, no la mereces."

"Si amas algo, déjalo ir."

"Ella es muy valiente. Ella es mejor que la chica de mis sueños. Ella es real."

"No soy a quien tú buscas. No tengo dinero. No soy refinado. Pero si me das una oportunidad, te demostraré cuánto te quiero."

"Que se mueran de celos Romeo y Julieta porque nuestra historia será eterna."

"La vida no se trata de esperar a que pase la tormenta, se trata de aprender a bailar sobre la lluvia."

"Ella es inteligente. Ella es audaz. Ella es fuerte. Ella es muy hermosa. Ella me gusta."

De un momento a otro mis ojos distorsionaron mi campo de visión, mi vista se nubló, las lágrimas amenazaban con surcar mis mejillas, me estaba ilusionado con alguien que no era para mí, mejor dicho, yo no soy alguien que se merezca a una princesa como ella.

Me enamoré de una SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora