16. Los Secretos de Emily.

329 26 1
                                    

La mañana siguiente se llegó muy rápido, había pedido una semana de descanso en San Mungo por lo que no tenía que preocuparme por alistar mis cosas, aún así, mi organismo, acostumbrado a madrugar no me permitió dormir hasta tarde como yo lo había querido sino que a las siete de la mañana ya me encontraba preparando el desayuno para Jade y para mí.

Aunque creo que desperté a esa hora porque desde muy temprano he tenido una extraña sensación dentro de mi pecho, no sé si eso sea bueno o malo pero creo que preferiría no saberlo.

***

Creo que el delicioso aroma de mi exquisito desayuno fue lo que había hecho bajar tan temprano a mi querida castaña puesto que en un abrir y cerrar de ojos ella ya se encontraba sentada en una de las sillas más cercanas a la encimera esperando su plato.

–Oh, buenos días Pansy, ¿cómo amaneciste?, Jade buenos días, yo muy bien, ¿y tú qué tal?– hablé imitando ridículamente su voz.

–Lo siento tengo hambre, pero buenos días hermosa hermana mayor, ¿que vamos a desayunar?– habló ella divertida.

Me limité a rodar los ojos y servir una porción de salchicha con queso y tocino en su plato.

***

No creía lo que mis ojos leían y releían continuamente en aquel pergamino, quería creer que todo eso era una broma de mal gusto por parte de Emily, la rabia comenzaba a hacer acto de presencia en mi persona ¿cómo había sido capaz de semejante idiotez? ¿Era eso cierto?

¿Qué porque me encontraba de esa forma? Es sencillo. Jadelyn había por fin decidido su vocación esa misma mañana y se había ido al Ministerio a dar su respuesta. Yo, por mi parte no tenía nada que hacer, decidí darles el día libre a los elfos que servían en la mansión y ponerme a reorganizar las habitaciones como antes lo hacía, luego de un par de horas acomodando al gusto de Mathias e Iden sus habitaciones y luego de empacar en grandes cajas todas las pertenencias de Anelise, me encontraba sentada en la cama de Emily con varias cajas que habían en los archiveros, para tirar lo que no servía y dejar lo que probablemente ella algún día vendría a buscar, me encontré con un gran sobre que decía mi nombre y como dirían los muggles "la curiosidad mató al gato". Y sí, efectivamente aquello me descolocó por completo.

Debatía conmigo misma en si debía o no contarle al resto de mis hermanos o quedarme callada y hacer como si nunca hubiera existido ese pergamino.

Opté por esperar, un mes más, por si Emily se dignaba a aparecer y que fuera ella quien contase todos y cada uno de sus secretos, sino convocaría a una reunión familiar urgente y sería yo quien les contaría todo.

Me enamoré de una SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora