30. JULIAN

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Los nervios no abandonan mi cuerpo hasta que Alexia se marcha de mi habitación dando un portazo tremendo para cerrar la puerta.

Mierda.

Bianchi.

Empieza a sospechar y tiene argumentos muy sólidos en mi contra. Que sea Alexia la que sospeche de mí no me favorece ni en lo más mínimo. Soy un idiota. Por una tontería como esta todo se puede ir a la mierda. Tengo que ir con más cuidado que nunca.

Acabo de ver la fuerza que tiene Alexia, cómo con tan poco cuerpo es capaz de moverse de esa manera, tanto como para poder controlar toda la fuerza que le proporciona el cuerpo así. Me ha hecho daño con el agarre y los choques contra la pared me han destrozado. Así que Alexia parece una chica débil, pero en el fondo no lo es.

Tiene una vida llena de destrozos y dudo mucho sobre si algún día eso se podrá mejorar. Ella es demasiado fuerte y no se da cuenta. Esto me hace descartar de inmediato esa tonta idea de que ella pudiera sentir algo por mí más allá de la atracción física. No bromeaba con eso de cerrarse en el amor.

Bueno, yo tampoco quiero que se enamore de mí. Lo he pensado porque me gusta fantasear con la mierda que me rodea. Sé que ella no lo haría por todas esas ideas que tiene en su mente. Yo la deseo tanto que hasta da vergüenza y podría tenerla entera para mí si después de hacerlo tuviese muy claro que no me enamoraría de ella.

¿Por qué quiero eso? La verdad que no lo sé, pero es lo que deseo.

Por Dios, si me he llegado a plantear la posibilidad de salvarla de esto solo para que se quedase conmigo.

¿Por qué estoy tan mal de la cabeza? ¿Y por qué me empeño en pensar cosas como lo que se supone que siento por ella? No estoy en una situación en la que debería ponerme a pensar sobre ello. Tengo que centrarme en lo que soy y no en lo que siento.

Y lo que soy es Julian Bianchi, un soldado de la República que se siente profundamente orgulloso de su país. Es un orgullo para mí poder servir a mi país. Amo y adoro la bandera junto al himno.

Voy a ser el futuro general del Norte de la Península Ibérica.

Voy a ser el soldado que salió de esa brigada tan prometedora y terminó con los rebeldes. Mi nombre va a quedar escrito en todos los libros de la República como ese joven soldado por el que nadie daba nada que acabó siendo el que salvó al país de la plaga rebelde.

Antes, acordarme de mis valores me ayudaba a alejarme de mis malos pensamientos. Los ideales del Ejército sirven para establecer orden en tu vida. Tenía el apoyo del gobierno por completo y el de la Academia Militar.

Ahora estoy solo.

Tengo que ir a avisarles sin que nadie me vea, decirles que esto es parte del plan. Mi padre no quiere saber nada de mí, ni siquiera suele mencionarme y ahora vivo entre rebeldes. Tengo miedo. Alexia me ha llamado Bianchi, me ha mirado a los ojos y entonces me he dicho que lo sabe, que estoy jodido. Alexia sabe que mi padre es el general del Alejandría.

Eso es imposible de disimular.

Estoy muerto.

Estoy ahogándome en el miedo y no puedo hacer nada para salir de ahí. ¿Miedo a qué en realidad? A ella. Sí, una mujer me da miedo. Es la burla para el Ejército y cargos más superiores se mirarían entre ellos y se mofarían. Pero se les irían borrando esas risitas si supieran que Alexia es el asesino sin rostro, el que ha hecho mil locuras.

Porque Alexia es la que sabe qué es lo que tiene que hacer y yo doy por sentado que la conozco y que es buena, cuando la mayoría de las veces que hablamos no me espero sus respuestas. Me sé su historia, pero no lo sé entera, está claro. Lo poco que sé me basta para saber que yo no querría cargar con esa historia. Tampoco hay mucho más. Ella se empeña en decir que está vacía.

La Muerte de la Revolución (#LMDLR1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora