6. JULIAN

305 5 0
                                    


Lo que menos necesito ahora mismo es ver que Max no mentía con eso de aprovechar la noche al máximo. Iba en serio con disfrutar con la compañía de una rebelde, que bueno, ella tampoco se aleja mucho a lo que parece ser una prostituta. Puede que lo sea, a saber qué tipo de gente hay en el otro bando de la guerra. Tampoco me quiero acercar a Max para decirle que es una prostituta. Que viva la noche, pero que no se pase.

Por mi parte ha sido extraño, desde que he entrado por la puerta ya he tenido a dos chicas que suplicaban por mi atención. Tener que rechazarlas y que eso las enfadase fue algo complicado. Había una que se me arrimó demasiado, incluso cuando había dejado claro que no quería nada con ninguna de las dos. Se ve que herí sus sentimientos, porque me llamaron amargado. Que se busquen a otro.

Tampoco me importa. Prefiero ser un amargado que estar besándome con dos chicas que a saber qué cosas se han llevado a la boca. Claro, ¿a quién no le gustaría tener a dos mujeres para sí mismo? Es una buena fantasía, cierto, pero se esfuma de la mente cuando sé que son rebeldes, que son mi enemigo y que lo mío es matarlas, no acostarme con ellas.

Sin embargo no todos son como yo. Max y la rebelde se están besando, tanto que parece que se llegan al alma, delante de todo el mundo en una pista de baile a rebosar de gente. No me gusta nada lo que veo.

Bien. Es la primera vez en mucho tiempo que considero beber porque lo necesito, no por aparentar, sino para olvidarme de esto por la mañana.

No sé qué están haciendo exactamente, pero la verdad es que no tengo ganas de saberlo. Siento que estoy en un mundo que no me pertenece. Esto no es a lo que estoy acostumbrado. Las luces y el ruido es como si me teletransportasen a otro lugar. Max manda ahora mismo, porque cuando él quiera se pondrá todo en marcha.

Así que por eso me dirijo a la barra: no es mi responsabilidad. La camarera, con un buen escote y bastante pintada, me sirve un cubata sin apenas preguntarme qué le debo por él. Está llena de tatuajes, todo su brazo derecho. Están muy estigmatizados en el Ejército, a los criminales más peligrosos se les marca con fuego o con tinta, así que ver tatuajes no es lo normal en la República. Quizá no sea de por aquí, pero ¿quién querría vivir aquí si una guerra nos inunda por todos lados?

No somos malos.

No soy malo por hacer lo que tengo que hacer.

Ellos no se piensan que son los malos, ellos se las dan de los buenos de la historia. Yo también puedo darme por el bueno de la historia, ¿por qué no? Me tengo que centrar en eso siempre y más si es antes de hacer una cosa como la que nos piden. Me tengo que centrar en la misión, en hacer las cosas como se me ordenan y eso es lo correcto. No puedo andar distrayéndome con la culpa, o con más tonterías.

La guerra no permite culpas.

John aparece, viene a mi lado. Le guiña el ojo a la camarera y ella le lanza una sonrisa coqueta. Esa sonrisa lo dice todo. Le sirve un cubata más grande que el mío. Vaya, si lo sé hago lo mismo, a mí me viene mejor que a John. Le da un papel y él lo lee a mi lado.

—Vente conmigo al almacén cuando salga de la barra—lo hace en voz alta.

Bueno, John no es muy listo. Solo lo hace delante de mí para presumir, como diciéndome: "mira Julian, yo me estoy ligando a la camarera y tú estás a dos velas. Como si a mí me importase, o como si me diese envidia. La chica apenas lo mira ahora, ocupada, sirviendo copas y ayudando a sus compañeros.

—Parece que Max no va a ser el único con suerte esta noche—John se gira y me mira a la cara cuando me dice eso. Entonces mira hacia Max. Se ríe. Yo prefiero no mirar—. ¿Qué te pasa, Julian? Te lo juro, estás amariconado—ya empezamos con la misma tontería.

La Muerte de la Revolución (#LMDLR1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora