51. JULIAN

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Si el gobernador ha fallecido, eso quiere decir que yo soy el heredero o no de los posibles. Al menos así me lo presentó él, pero no sé lo que va a pasar.

¿Qué tengo que hacer en ese supuesto caso? ¿Aceptar el puesto de gobierno para asumir así el poder o liberarme de las guerras renunciando a ese puesto dándoselo todo a los rebeldes para que ellos lo asuman?

Todo es muy confuso para mí y considero que hay mucha incompetencia en el mundillo rebelde. No creo que ellos sean capaces de instaurar un nuevo régimen para el país, además de que no creo que todo el mundo esté preparado para votar. No es que dependa solo de mis pensamientos, es una realidad que no todo el mundo tiene derecho al voto. Depende de la gente, de dejar de matarnos mutuamente para lo que es en la mente de cada uno una sociedad justa. Todo es muy abstracto.

Tengo miedo.

Sigo a Rider entre los pasillos.

Entramos en una sala solamente de armarios y Rider me da las ropas del Ejército que me pertenecen. Me deja allí a solas para cambiarme de ropa. No me gusta nada dejar a Alexia sola aquí, en nuestra habitación, pero los dos sabemos que supone un alto riesgo que ella venga conmigo al comunicado oficial. Además, ningún lugar me parece ahora mismo más seguro que este. Fuera, cualquier loco querría venderla para cobrar ese millón y medio de billetes republicanos que ofrecen por su cabeza.

Rider y yo salimos a la superficie.

Después de semanas sin sentirlo, vuelvo a notar la luz solar sobre mi piel. Me hace sentir bien solo por unos momentos. Rider sale detrás de mí. Contemplamos la ciudad para ubicarnos. Parece que hemos salido en una alcantarilla en medio de la Vía del Corso, una calle muy céntrica y concurrida... pero que ahora está sumida en un extraño silencio. Es una de las calles principales de Roma y no hay nadie en ella. Miramos hacia la plaza del Pueblo a lo lejos, después hacia la plaza Venecia, donde está el monumento del Altar a la Patria, republicano y patriota.

No hay nadie en las calles, salvo unos chavales que a juzgar por sus pintas son rebeldes. Ellos corren en dirección contraria al Parlamento y nos gritan que nos vayamos de aquí, que solo va a venir lo peor, que lo mejor es irse de Roma.

Me miran con miedo, pero no hacen nada más. Parece que me reconocen. A Rider no le hacen demasiado caso. Él cierra la alcantarilla y se limpia la mano contra los pantalones.

—¿Dónde mierda está la gente? —pregunta Rider, bastante confundido—. Estamos en la vía del Corso. ¿Por qué no hay nadie aquí? Esta calle suele estar plagada de gente. ¿Dónde coño se han metido todos? —Rider me mira.

—No tengo ni idea—murmuro—. Ellos estaban yendo en dirección contraria al Parlamento. Es probable que allí estén todos—Rider mira en dirección al Parlamento, donde puede verse algo de humo en el viento.

—No sé tú Julian, pero esto no pinta bien... nada bien —suspira un poco.

Hay cenizas y algo de polvo en el ambiente.

Corremos por las callejuelas. Pasamos corriendo por delante de un Panteón que ni siquiera tiene un solo soldado custodiándolo. Y ningún rebelde parece dispuesto a aprovechar la ocasión de asaltarlo. Todo está vacío. Es a partir del único puente habilitado para acceder al otro lado de la ciudad, donde la gente empieza a acumularse.

Y donde están la mayoría de los soldados en este momento.

—Sígueme el rollo porque si no, nos matarán—eso se lo aseguro—. A ti por rebelde y a mí por traidor.

Cojo a Rider por el cuello y las manos. Él finge dolor porque si no, no pasaremos más allá. El soldado del puente me pide alguna prueba para que sepa que no le estoy mintiendo. Suelto a Rider por un momento. El soldado le apunta con la pistola. Y Rider no vacila. Él no tendrá remordimientos en disparar. Al enseñarle la marca del Ejército, él me deja pasar tras comprobar que no es falsa. Me devuelve a Rider, que refunfuña a medida que bajamos hasta la ribera del río.

La Muerte de la Revolución (#LMDLR1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora