44. ALEXIA

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Abro los ojos. Es una tortura hacerlo.

Estamos a 25 de agosto del 2089.

Cuando dejé a Julian tirado en aquella calle, solo sabía una cosa: tenía que desconectar. No importaba el precio. No importaba nada. Sabía una cosa: tenía que olvidarme de él. Y si olvidarme de Julian implicaba olvidarme del mundo entero... Eso haría.

Por eso mismo, lo primero que hice al volver al edificio rebelde fue rebuscar botellas en cualquier lado de la cocina. Lo único que encontré era vino blanco de la zona oeste de la península Ibérica. Saqué el corcho y, a pesar de ese olor nauseabundo, yo pensé "esto me hará olvidar". Sentada en las mesas del comedor, vacío y desolado por los cuerpos que se seguían enterrando, me tumbé sobre una de ellas y bebía sin parar.

—Cualquier día me superarás—la voz de Rider fue lo que me hizo elevarme.

Julian era el culpable de que la hermana de Rider estuviese muerta. De que muriese ese mismo día por la mañana. Rider no llevaba nada en su revoltoso cabello, se fue hacia las neveras y consiguió cervezas. La última vez que me bebí tantas cervezas terminé rogándole a Patrick que me acogiera. Si me emborrachaba de esa manera, le suplicaría a Patrick que matase a Julian por mí. Algo dentro de mí... No quería ver a Julian muerto.

A pesar de todo. Sé que llegará el día en que podré desearlo.

Pero ahora no.

—Hoy es un día para superar a todos—me senté al lado de Rider.

Él tenía los ojos hinchados y los labios rojizos. Había llorado demasiado. Todos los días conservaría esa mirada llena de pena, disimulándola con conversaciones ajenas a todo lo demás. Todavía tenía sangre manchando sus ropas. Todavía había sangre seca bajo sus uñas y sabía por qué no se lo había lavado: era la sangre de su hermana.

—Permíteme que te acompañe—él brindó su cerveza con mi vino.

Supongo que Rider no iba a ser el mejor de los consuelos, aunque yo tampoco. Él había tenido a su hermana muerta entre sus brazos y yo había perdido al hombre que quería, porque ese hombre me había traicionado. Y ese hombre había asesinado a la hermana del chico con el que comparto mesa ahora mismo.

—¿Qué hay de Julian? —fue lo que Rider me preguntó.

Le miré todo lo peor que pude.

¿Qué le decía? Si Rider sabía que Julian era el asesino de Kristine, lo iría a buscar al Parlamento. Patrick no se merece perder a más hijos. Tenía que mentir, pero a la vez decir la verdad. Lo único que se me ocurrió fue lo siguiente:

—Me ha engañado—él dio un fuerte trago a su cerveza. Eructó tras tragarlo casi todo.

No era una mentira. Julian me había engañado. Rider pensó... Pensó que me había engañado con otra mujer. Era mejor que creyera esa locura, antes de que Rider se intuyese que Julian en realidad era un soldado de la República.

—No puede ser tan idiota—pero sí que lo era—. Bueno, nos tenemos a nosotros. Y a esa botella de vino. Ah, y mi jarra de cerveza. Somos cuatro, preciosa, yo creo que nos bastamos y nos sobramos.

—Vamos... No me queda nadie, Rider—le contesté.

¿A quién tenía? Estaba sola y ni siquiera sabía si mi hermano estaba vivo. ¿Qué tenía yo en este mundo? Quería a un soldado de la República y era mejor pensar que no me quedaba nadie.

—Entonces seamos amigos—me dijo él. Probablemente, Rider siempre quisiera tener una doble moral con sus amistades. Las mujeres siempre han sido la debilidad de Rider, o eso es lo que Patrick siempre me insinuaba. Una cosa estaba clara, el sexo con Rider no era una opción. No pensaba en absoluto acostarme con el hijo menor del que consideraba un padre—. Sé que eres un poco arisca, pero bebes que da gusto. Yo también. Hemos perdido a gente que queríamos, de una manera u otra. Lo que sé es que estamos solos en este pozo y la salida está muy lejos de nuestro alcance—recuerdo lo deprimente que sonó—. Hagamos una hoguera dentro del pozo. Y si estamos los dos en este pozo, nunca estaremos solos.

La Muerte de la Revolución (#LMDLR1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora