39. JULIAN

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Alexia duerme plácidamente sobre mi cuerpo con la ropa de ayer puesta. La luz del sol entra por las rendijas de la ventana y logra iluminar levemente la habitación en franjas horizontales y rojizas. Parece que está amaneciendo. La leve luz me permite ver el rostro de Alexia, totalmente relajado, con las pecas sobre sus mejillas... Unas mejillas que la hacen ser única. Me levanto sin despertarla y la tapo de nuevo.

Es el caramelo amargo que resulta ser dulce.

Veo a Liam durmiendo en la otra cama, con la boca abierta y en una posición graciosa. Ni siquiera nos enteramos de cuándo ha llegado. Alexia insistió en quedarse conmigo porque no quería dejarme solo, por si pasaba mala noche. Cojo un par de mudas, entro en el baño y me cambio de ropa. Me pongo unas botas de combate, me lavo la cara y cubro mi rostro gracias a una pañoleta negra y a la sudadera del mismo color con la capucha sobre mi cabeza. Estoy lo más formal y rebelde que puedo, a la vez de escondido.

Miro el reloj de la mesita de Liam. Son las seis de la mañana. Antes de salir a la calle, me giro para mirar a Alexia, dormida profundamente...

Todavía no sé por qué exactamente ayer me pasó todo eso... Cómo todo el derrumbe me hundió... Cómo todo lo que me vino a la mente me enfermó. Todo lo que me ha pasado ha sido por pensar en Alexia del peor modo posible. Por el dolor que le iba a causar enterarse de que soy ese monstruo al que odia.

¿Qué me está pasando? Es como si ella me importase mucho más... Como si lo que ella piensa de mí fuese más importante que el gobierno.

Pero no me queda otra. Tengo obligaciones como soldado. Ya me he metido en esto.

Si renuncio por ella, me matarán.

—Soy un traidor—murmuro cerca de ella, con mi mano en su pelo rubio. Alexia no hace nada—. Espero que algún día me perdones, porque pienso salvarte—beso su frente.

Me centro en lo que tengo que hacer: eliminar a los que todavía no conozco y evitar que los torturen. Alexia se salvará, me da igual cómo sea. Me da igual y no sé por qué... Lo único que tengo claro es que la tengo que ayudar.

**

Las calles de Roma no han cambiado demasiado desde la última vez que pasee por ellas. El silencio a primera hora es lo más normal.

Hace tres años que el tráfico en Roma es prácticamente inexistente, solo permitido para vehículos del Ejército. De las pocas personas que hay en la calle, veo que la gran mayoría son funcionarios que acuden a su puesto de trabajo, algunos mendigos siguen durmiendo y hay gente que recoge la basura en el único lugar del país donde no hay señales evidentes de guerra. No como en otros lugares de la República.

Aquí las banderas abundan y están colgadas en casi todos los monumentos, balcones y ventanas. Algunas tiendas se han rendido y ya no abren porque no hay nada que vender, además del miedo a que te atraquen o saqueen. Los primeros años del conflicto estuvieron protagonizados por los saqueos.

Roma antes era la típica capital de país donde podías comprar todos los lujos que te estuvieran permitidos. La ciudad donde la noche era igual que el día. Pero ya no es eso.

Camino por las vías principales. Paso por al lado del Coliseo tras andar un rato. Tiene banderas de la República colgando de las partes más altas y está blindado. Es el primer objetivo de los rebeldes. Veo pequeñas tiendas y soldados que custodian la zona.

Ni siquiera me miran.

Camino recto por la vía del Foro Imperial, una avenida importante que ahora está llena de tanques preparados para proteger al siguiente objetivo rebelde: el Altar de la Patria. Uno tras otro, armados y listos, imponentes. Ahora es uno de los símbolos más claros de la República.

La Muerte de la Revolución (#LMDLR1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora