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*Narra Aaron*

Hoy es un día como cualquier otro en el colegio. Mis compañeros de clases me molestan, me insultan y no hay un segundo que me dejen en paz; como todos los días desde que comencé a asistir a esta escuela.

No tengo amigos y no hay nadie que quiera ser amigo mío, claro está. ¿Quién querría ser amigo de una persona tan cobarde y fracasada? Nadie. De todos modos su amistad no es algo por lo que me muera por tener.

— ¡Marica! — se escucha desde los bancos que hay afuera del instituto. — Ven y chupamela.

Ian, el más grande idiota del colegio. Y sus amigos, otros idiotas igual que él que se la pasan gritándome cosas que, siendo sincero, no le veo la lógica.

Como siempre, trato de hacer oído sordo y hacer de cuenta que no existen, ya que si dejo que todo lo que relatan todas las mañanas para mí me afecte, probablemente hoy ya no viviría.

Si hay algo que aprendí de la otra escuela y de la ciudad de la que vengo, es que si hay gente que no sabe hacer otra cosa que sentirse superior y denigrar a quién le pase por en frente, no tiene paz interior. No sabe querer porque nunca lo quisieron. Y eso es algo que pasa con Ian, no recibe cariño de parte de su familia.

Sus padres son dueños de una empresa importante en la ciudad, así que están todo el tiempo metido en ese lugar y si no están allí, están en algún vuelo por trabajo.

Lo único que sé es que sus padres lo tienen amenazado con que lo mandarán a un colegio militar si reciben una sola queja de la escuela.

Toca el timbre para entrar a clase y me dirigía a mi curso. De un momento a otro estaba tirado en el piso, sentía los ojos de todos puestos sobre mí, mientras reían a carcajadas. En un intento de querer levantarme, alguien se posa en frente mío.

— Son unos imbéciles. — escucho decir a un apuesto chico, un tanto más alto que yo, pelo largo y de ojos celestes verdosos. A decir verdad, nunca antes lo había visto por la escuela. — Te ayudo a levantarte — su mano quedó frente a mí y la agarré.

— Gra.. — mí cuerpo vuelve a caer, mientras el que me ofrecía ayuda se une a las risas con los demás.

Como pude, agarré mis cosas y salí corriendo hasta el baño, encerrándome en un cubículo y soltando las lagrimas guardadas por tanta humillación.

No entendía por qué eran tan crueles conmigo. A veces me hacían pensar que de verdad el que estaba mal era yo, por mí sexualidad, por ser tan introvertido, por ser simplemente yo. ¿Por qué?

Todos y cada uno de los días en esta estúpida escuela son iguales.

Gente riéndose de mí.

Yo encerrandome en el estupido baño mientras mí rostro queda bañado en lágrimas. Y luego saliendo como si nada hubiera pasado.

¿Hasta cuando tenía que aguantar?

¿Hasta dónde podía ser capaz de aguantar?

****

Mientras me dirijo a clases siento mi celular vibrar, era mamá.

Mensaje de mamá

"Recuerda pasar por mi trabajo a buscar las llaves y un poco de dinero para comprarte algo de almorzar. Te quiero."


Mamá es veterinaria por la tarde. Y de noche enfermera. Así que casi nunca la veo en casa, prácticamente vivo solo. Pero es más fácil para mí que ella trabaje todo el día, así no tiene que preocuparse por mis ojos hinchados de tanto llorar. O porque simplemente muchas de la tantas veces no almuerzo.

DEL ODIO AL AMOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora