Capítulo 1.

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Los rayos de sol inundaron la habitación. Me había olvidado de bajar la persiana. Empecé a gruñir y a enfadarme conmigo misma. Miré el reloj 7 a.m. Me desperté de golpe. Mi AVE salía a las 8 y no me había sonado la alarma, o no la había escuchado, que es lo mismo. Rápidamente me puse unos vaqueros rotos, la camiseta de Iron Maiden, las zapatillas Adidas y me hice un moño. Hice la cama en fracciones de segundo y  cogí la mochila y las maletas, me puse las gafas de sol y salí de casa. Por las escaleras me encontré a mi hermano.

-Malú, ¿todavía estás aquí? ¿pero no quedamos en que te levantarías pronto?-preguntó con su desayuno entre las manos.

Sonreí y alcé los hombros. Le cogí el desayuno y le di un beso en la mejilla.

-Te quiero, hermanito.-dije riendo y guiñándole el ojo. 

Bajé las escaleras corriendo mientras él resoplaba.

-Eres insufrible, anda espérame en la puerta que te llevo a Atocha.-dijo mi hermano.

-Estás más guapo, ¿no te lo han dicho?-dije apoyándome en la baradilla.

-Y tú tienes mucha cara, ¿te lo han dicho?-respondió llegando al portal.

-Sí, continuamente. Pero no estamos aquí para hablar de mis virtudes sino de que llego tarde, venga, José, ¡arranca que no llego!-dije abriendo la puerta del párking.

-De veras que no te soporto.-dijo resoplando.

Abrió el coche y en nada nos pusimos en Atocha de mientras yo desayuné, me acompañó hasta los controles. Quedaban quince minutos para la salida de mi tren. 

-Ten cuidado, avísame cuando llegues y sobretodo, no la líes demasiado por Barcelona, que nos conocemos.-dijo dándome un abrazo.

-Me ofende que dudes de mi bondad.-dije haciéndome la ofendida.

-Anda, ¡tira que no llegas!-me dijo riendo.

-Yo también te voy a echas de menos.-dije haciendo pucheros.

-Cómo te gusta el cuento.-dijo riendo.-Sabes que yo a ti también, terremoto.-dijo algo más serio.

Le lancé un beso al aire y corriendo logré llegar a tiempo para coger mi tren. Coloqué las maletas en el estante que había encima de mi asiento y me senté, suspiré relajada. Saqué de la mochila el mapa de Barcelona, tenía marcado los lugares que imprescindibles para sobrevivir a esta gran aventura: la facultad, el piso en el que pasaría los próximos 4 años de mi vida, los centros médicos y los 'supers' de la zona. 

Me marchaba a Barcelona en busca de sueños y una vida nueva. Mañana empezaba el curso, me había matriculado en Educación primaria dual. Necesitaba salir de Madrid, empezar de cero en una ciudad diferente, singular, abierta al mar y en consecuencia, al mundo. Me apetecía y me apasionaba la idea de salirme de mi zona de confort, empezar un nuevo camino por mi propio pie. Llevaba tiempo queriendo salir de Madrid, necesitaba aires nuevos y liberarme de la carga de mi pasado. 

Finalmente, después del aburrimiento en el tren, llegué a la estación de Sants y allí con la ayuda de mi mapa, el bus y el gps de mi teléfono, después de una hora, llegué al piso. Me recibió la casera, una mujer de unos cincuenta años, alta y esbelta, rubia de ojos verdes. 

-¿Subimos?-preguntó sonriente.

Asentí y cruzamos el portal, subimos al piso por el ascensor ya que era un tercero. Al llegar, abrió la puerta y saludó. 

-Hola chicos, ya ha llegado la última inquilina.-dijo dejando las llaves en el recibidor.

Salieron de las habitaciones Álvaro y Paula, mis dos compañeros de piso con los que había hablado por WhatsApp. Álvaro era de Astúrias y estudiaría fisioterapia. Era alto, castaño claro con una melena muy bonita que se recogía en un moño, una barba muy bien recortada le envolvía la mandíbula y sus ojos verdes eran preciosos. Paula por el contrario era bajita,  tenía una larga melena morena y sus ojos eran azules como el mar. Era de Girona y estudiaría Bellas Artes. Ambos me saludaron muy contentos. Firmé el contrato y la casera me dio las llaves del piso. Se marchó deseándonos una feliz estancia y nos recordó que si necesitábamos cualquier cosa, contactáramos con ella.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora