Capítulo 19

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Volví a casa enfadada e indignada por la situación. La cobardía de Vanesa me exasperaba y me entristecía. Me puse los cascos de camino a casa, puse el aleatorio de Spotify y me empezó a sonar "Peace be still" de The belonging Co y Lauren Daigle. Empezó a oscurecer. "I don't want to be afraid, I don't want to fear the storm just because I hear It roar" (no quiero tener miedo, no quiero tener miedo de la tormenta por escuchar su rugido). La letra se hundía en mi pecho como si de un cuchillo se tratase. Realmente no quería tener miedo, no quería que el pánico me atrapase y me paralizara. Sabía que era lo suficientemente fuerte como para no recaer en todo aquello pero las inseguridades brillaban con fuerza cuando quien crees que te mira con otros ojos, se pierde en un pasado más que pisado y es incapaz de mirarte tal y como lo hacía. Es complicado ser valiente cuando ves como alguien a quien quieres, deja de creer en ti. 

Empezó a llover.

Llegué al piso, chorreando y abatida. Ni Paula ni Álvaro habían llegado todavía. Me duché con agua caliente, necesitaba darle calor a mi cuerpo, sentirme más cerca de mi interior, subir la temperatura corporal que una fría lluvia de diciembre y los prejuicios me habían dejado. Necesitaba sentir el agua recorrer cada poro de mi piel, llorar, desahogarme, gritar incluso. Expulsar de mí toda esa rabia y tristeza. Sacarlo para no dejarlo entrar ni circular por mi cuerpo. Necesitaba liberarme.

Cuando salí de la ducha, me puse un pantalón de chandal gris y una sudadera negra de la universidad. Me hice un moño y salí hacia el balcón. Puse "Jungle" de Tash Sultana y me encendí un cigarro. No me iba a rebajar, lo tenía muy claro, si Vanesa quería seguir jugando a ser cobarde, adelante. No iba a dar mayor justificación a mi pasado, ni a pedirle perdón a alguien que ni tan siquiera estuvo en ese momento y que tampoco quería estarlo. Estaba muy hastiada de los comportamientos de niñata que nunca ha visto nada más allá de la convención, de lo que se supone que es "llevar una vida normal". 

Paula y Álvaro llegaron, ambos se sorprendieron de que estuviera allí a esas horas.

- Nena te hacía en la facultad todavía.-dijo Paula dándome un beso en la mejilla.

- ¿Ha pasado alguna cosa?-preguntó Álvaro acercándose.

- Pues la verdad es que sí, ¿os apetece salir a hacer un café y os lo cuento?-respondí.

Ambos asintieron. Así que me puse unos vaqueros y fuimos a la cafetería que había a dos manzanas de nuestro piso. De camino Paula nos fue contando cómo había sido su mañana. Al llegar decidimos sentarnos dentro ya que hacía bastante frío fuera. Nos sentamos en una mesa que estaba algo más apartada, jugaba nuestro favor que el local  prácticamente estaba vacío, éramos una pareja y nosotros. Al poco de sentarnos una chica rubia con unas gafas doradas de metal se acercó, era la camarera. Era realmente guapa, tenía los ojos color miel, una sonrisa cálida y una mirada limpia.

- ¿Qué tomarán?-preguntó con una amplia sonrisa.

- Pues yo un café con leche de avena.-dijo Paula.

- Yo un café con leche.-dije yo.

- A mí mejor ponme un Cacaolat, por favor.-dijo Álvaro.

- Perfecto, en un momento os lo sirvo.-dijo sonriente antes de darse media vuelta e irse.

- Bueno amiga, ya puedes ir contando.

Empecé relatando todo mi pasado, necesitaba ponerles en contexto, ellos merecían saber la verdad. Su reacción fue abrazarme y acariciarme la espalda. Eso llenaba, aunque no evitó que me echase a llorar. Había sido un día duro. Ellos también emocionados me llenaron la frente de besos mientras me susurraban lo mucho que me querían. En mitad de aquella estampa, la camarera volvió.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora