Capítulo 20

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El día se levantó con ciertas nubes tapando el sol, hacía un frío que congelaba. Me duché con agua calentita y me puse ropa cómoda. Me preparé el desayuno y mientras terminaba las tostadas con atún, Paula apareció por la cocina.

- ¿Qué día es hoy?-dijo desde el umbral de la puerta.

- ¿Miércoles?-dije dubitativa.

- ¿Cómo que miércoles así como si no lo supieras? ¡QUÉ HOY TIENES UNA CITA, AMIGA!-dijo energética.

Rodé los ojos. Ya sabía yo que iba a salir por ahí la conversación. 

- A ver, no es una cita, es que tengo mesa reservada para tomar un café.-dije restándole importancia mientras sonreía.

- Ya, para tomártelo sola, ¿no?-dijo riendo.

- Pues no sé, esta tarde ya te lo diré.-contesté riendo.

Cuando terminé de desayunar fui hacia una librería que había a dos manzanas a la derecha de nuestro piso. Los miércoles hacían un pequeño mercadillo de libros, era la técnica de márketing que permitía a la librería Gibernau sobrevivir a las grandes franquicias y al desuso de los libros en físico. Los propietarios eran dos hermanos, Pau y Miquel, ambos tenían alrededor de sesenta años pero llenos de una vitalidad envidiable. Amaban la literatura y eso les llevaba a reinventarse y seguir tratando de acercar la literatura a los habitantes de Barcelona.

Y allí estaba, delante de la librería a la que me encantaba ir. Las luces estaban abiertas, el local estaba abierto pero solo estaba Pau y en uno de los cristales de la librería había un cartel: SE TRASPASA. Entré nada más ver aquel escenario.

- Buenos días, señorita Malú.-dijo Pau nada más verme entrar por la puerta.

- ¿Y Miquel?-pregunté alarmada.

Bajó la mirada, dejó de remover libros y su alegre aura se disipó.

- La semana pasada le dio un ictus muy fuerte.-dijo sin apenas levantar la mirada. Suspiró.- No habla, ya ni nos reconoce, ...-dijo entre lágrimas.

No pude evitar que mis lágrimas se abrieran camino por mis mejillas. Desde que llegué a Barcelona cada miércoles frecuentaba esa librería, había hecho muy buenas migas con aquellos dos señores mayores enamorados de los libros y su esencia, habíamos compartido infinidad de conversaciones y debates sobre literatura. Les tenía mucho cariño. Pero en la época de exámenes como es natural dejé de ir porque necesitaba concentrarme.

- No me veo con fuerzas de tirar con esto yo solo, Malú. Todo me recuerda a él, a su alegría, a su pasión por cada hoja de estos libros. Él está muy lejos de volver.-dijo secándose las lágrimas.

Le abracé, sabía que lo necesitaba. 

- ¿Por eso lo traspasa?-pregunté acariciándole la espalda.

- Sí, de hecho lo colgué ayer y ya he recibido un par de ofertas. Yo no quiero una cantidad brutal por el local, entiendo que es algo viejo. Yo solo quiero traspasarlo a alguien que sepa cuidar con mimo de este lugar y preserve la esencia de las librerías de antes, hechas con el corazón. De momento solo he recibido ofertas que hablan de cantidades astronómicas con las que podría vivir una buena vejez pero ninguna se interesa en cuidar este pequeño paraíso para la mente.-dijo acariciándose la frente.

- Es admirable todo lo que habéis hecho en este rinconcito de Barcelona. Ojalá y aparezca alguien que ame tanto este sitio como vosotros y le cuide como merece.-dije esto último echando una mirada hacia las estanterías de libros.

De pronto, rompiendo el silencio entró alguien a la librería. Era Vanesa. Resoplé. Ni en mi pequeño oasis podía alejarme de ella.

- Si te parece voy a echarle un ojo a aquella sección.-dije señalando la sección de tratados de pedagogía.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora