Capítulo 8.

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Desperté rodeada por los camareros del restaurante y Vanesa. En cuanto esta se percató de que había recuperado la consciencia, me acarició la cara y me acercó un zumo que supuse que le ofrecieron los mismos camareros. Bebí el zumo y por tanto mis niveles de azúcar subieron lo que me ayudó a poderme levantar. Vanesa en todo momento me ayudó con extrema delicadeza, realmente estaba preocupada. Los camareros se marcharon y solo quedamos ella y yo.

- ¿Qué ha sucedido?-preguntó Vanesa acariciando mi cara.

- Era... Era una persona de mi pasado... Ellos... Ellos querían matarme, Vanesa.-dije escondiendo mi cara en su cuello.

- ¿Por qué?-preguntó instintivamente.-Bueno, si quieres hablar de ello, obvio.-rectificó.

- Yo... Yo no era quien soy ahora.-dije con el alma encogida.

No había vuelto a hablar de mi pasado desde que salí del centro de rehabilitación, me dolía verbalizar mis propios desastres, mis peores errores. Me dolía asumir esa otra yo. Vanesa me miraba sin acabar de comprender la magnitud de la situación. Me acababa de llamar uno de mis violadores. Era la primera vez que alguien de ese pasado oscuro se acercaba a mi presente. No entendía del todo el por qué, me aterraba pensar en que podían volver a por mí, que se hubieran enterado de que estaba en Barcelona. Me sentí granada. Temía que por mi culpa, Álvaro, Paula o Vanesa empezaran a estar en peligro. El miedo me invadió.

- Ni yo, Malú, pero lo bonito es evolucionar y crecer.-dijo Vanesa acariciándome la mejilla.

Le miraba, mi cabeza batallaba entre alejarme o quedarme a su lado y hacerle frente a lo que viniera. No sabía muy bien hacia donde tirar. Realmente, ella en el poco tiempo que hacía que la conocía me había tratado muchísimo mejor que prácticamente todas las personas que había conocido, una parte de mí, siendo egoísta, no quería alejarse de ella, no podía alejarse de ella. No sabía tampoco hasta donde llegaría esta extraña relación, sí había tensión, había algo más que una amistad pero tampoco sabía definirlo, no me corría prisa. Volví a mirarla, sonreí entristecida y me abrazó. Envolví su cuerpo con mis brazos, escondí mi cara en su cuello. Necesitaba esa sensación de protección. 

Volvió a vibrar mi teléfono. Me separé de Vanesa, esta me miraba un poco temerosa de mi reacción. Volvía a ser él. Dudé en si cogerlo o no.

- Recuerda, el pasado se debe quedar ahí, en el pasado. Si coger esa llamada implica un retroceso en tu presente, tal vez es mejor que se quede ahí, en espera. En: espera, ahora es mi momento.-dijo posando su mano en mi muslo.

No dije nada, tampoco hice nada que a su vez, supuso hacer algo. Dar un paso hacia adelante. Razón no le faltaba. Una llamada de tal personaje, no podía traerme nada bueno a mi presente. 

Finalmente, después de todo el terremoto de las llamadas, comimos y Vanesa me dejó en casa. No había sido mi mejor día, ni nuestro mejor día. El suceso en el restaurante me había liado más de lo que me había despejado. Al entrar al piso, me encontré a Paula desnuda bailando en el salón. No pude evitarlo, estallé en carcajadas. Cuando me vio se puso completamente roja y se quedó paralizada.

- Bailarina nudista, prosiga con su performance.-dije entre risas mientras dejaba las llaves encima de la mesa. 

- Te odio.-dijo riendo y me lanzó un cojín en la cara.

A modo de respuesta, imité su baile y rió. 

- ¿No está Álvaro?-pregunté.

- Ese... Que va.-dijo con cierta inquina.

- Uy, ¿ese? ¿qué os ha pasado?-pregunté  curiosa.

- Eso díselo a él, aunque tal vez mejor a esa tal "Sarah" la cual nombra hasta cagando y llama incluso durmiendo.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora