Capítulo 23

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Vanesa no apartaba la mirada de nuestras manos entrelazadas. Sabía que aquello le dolía, aunque dudo que le doliera más de lo que mis ojos habían estado viendo estos días. Cogí con fuerza la mano de Sara, la cual me miraba algo desconcertada. No entendía aquella situación puesto que no conocía todo lo que había detrás de aquellas miradas. Por un lado, Clara mirándonos con satisfacción por la consecución de su objetivo: separar a Vanesa de mi lado y estar con ella, por otro lado, Vanesa y su mirada de odio, dolor y decepción. Yo aguantaba sus miradas. Esa vez no iba a agachar la mirada queriendo evitar problemas o sintiéndome menos por quien era y quien había sido. Esa vez iba a mirar de frente a mi destino, aceptando todo lo que sucediera y estaba sucediendo. Me había perdido demasiado tiempo en mi pasado como para volver a perderme por culpa de una niña consentida y una cobarde incapaz de ser fiel a sus palabras.

- ¿Quién es tu acompañante, Malú querida?-preguntó Clara con una sonrisa vacilante.

- ¿Acaso te incumbe?-respondí cortante. 

- ¿Quiénes son?-preguntó casi en un murmullo Sara.

- Nadie, no te preocupes.-respondí en el mismo tono.

- Vamos, no seas boba, cuéntanos, ¿es tu nuevo ligue?-insistió Clara.- Cuéntale Malú, somos amigas tuyas.-añadió con una sonrisa maliciosa.

- Eso, ¿quién es?-preguntó Vanesa con rencor en sus ojos.

- A ti te tiene que importar menos todavía.-dije con odio.- Vámonos.-añadí mirando a Sara.

Esta asintió algo confundida y nos marchamos hacia la pista. Caminamos entre la muchedumbre, no era el día que estaba más lleno el local pero yo lo sentía como si toda esa gente fuera agua y yo estuviera nadando gastando toda mi energía en salir a la superficie y respirar, pero no podía. No podía expulsar de mi aquella amarga sensación, tenía el agobio metido allí donde el miedo se viste.

- ¿Qué ha sido eso, Malú?-preguntó Sara cuando llegamos a la barra. 

Tragué saliva. No sabía cómo explicar aquello. Sentía el agua, mi energía y mi desfallecer. No aguantaba un segundo más aquella falsa fachada de fuerte. Además, después de todo, tenía miedo a que como Vanesa, ella también saliera corriendo. 

- Si no te apetece o no quieres, no me lo cuentes, no quiero incomodarte.-dijo acariciándome la cara, sacándome de mis pensamientos.- Solo que no me gusta verte así. Estabas feliz y de pronto ha sido verles y se te ha cambiado la cara.

Sin dudar ni vacilar, me abracé a ella y lloré. Lloré toda la tensión que llevaba acuestas, todas esas palabras, insultos, desprecios y mi propia vergüenza. Ella se limitaba abrazarme y acariciarme la espalda con mimo. La diferencia entre Sara y Vanesa es que la primera jamás temió a mis heridas y la segunda usó las mismas como arma blanca. 

- No me importa que te desahogues, pero creo que no mereces que te jodan la noche.-susurró en mi oreja derecha.

Después de decir aquello me dio un beso en la mejilla. Con la cara llena de lágrimas mezcladas con el negro de mi rímel, sonreí.

- Te pasas de buena.-respondí contra su mejilla sin soltarme de su abrazo.

- Y tú de guapa, morena.-dijo divertida.

Reí. Me separé de sus brazos y me sequé las lágrimas. Ella sacó de su bolsillo un pañuelo y me limpió la cara con delicadeza. Deslizaba el pañuelo de papel desde mis ojos hasta mi mandíbula, imitando el camino que se había abierto el mar que guardo en el interior de mis ojos. Lo hacía concentrada aunque con el gesto relajado. Cuando terminó de limpiarme la cara me acarició la mejilla.

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora