Capítulo 7.

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El día pasó y la noche avanzó inundando de oscuridad el cielo barcelonés, y ahí estaba yo, en el balcón del piso, fumándome el último cigarro de la caja. Trataba de recordar todo lo sucedido, ya no solo ese mediodía con Vanesa, sino, todo lo que había sucedido en mi vida. No mentiré, me enorgullecía de encontrarme en ese balcón fumando, sabía perfectamente que de no haber llegado a Barcelona, mi vida hubiera podido terminar en cualquier instante. Huí de Madrid. Sí, no me fui, huí. Pero a veces, huir es lo más sensato, lo necesario. Huir forma parte de nuestro instinto de supervivencia. Y yo hice justo eso, tratar de sobrevivir, pero, sobrevivir, jamás es vivir. Llevaba a cuestas muchas cicatrices, tanto físicas como intrínsecas. Un cúmulo de vida a mis espaldas que al contrastarlo con mi vida actual, empezaba a doler, a sentirme fuera de lugar. Desubicada. Pero, cómo se vuelve a vivir después de la muerte? Y diréis, ¿de la muerte? Sí, de la mismísima muerte. Mi vida hasta aquel agosto, no había sido nada ejemplar, de hecho, era una colección de desastres. Aunque aquel agosto de 2016, fue mi peor pesadilla y a la vez, mi renacer. 

Partiendo de la base de que mi propia familia me había tratado a golpes desde que tengo uso de razón y me había abandonado en algunas ocasiones siendo adolescente, me convertí en un ser vulnerable a todos los peligros de la sociedad, drogas, fiestas sin límites, rodearme de carroña, incluso habían llegado a abusar de mí, aunque, eso no me vino de nuevo, gente que compartía mi sangre ya había cruzado esa línea antes. Y ahí estaba yo, con mis 19 años llenos de finales trágicos. A finales de julio ya había sido ingresada 5 veces por la consumición de grandes cantidades de estupefacientes, acumulaba muchas peleas y me había rodeado de desastres similares a mí. Mi día a día consistía en consumir, inhibirme y correr a 300 km/h por la carretera. Todo ese cúmulo de hastío con la vida, tuvo su explosión el día 1 de agosto de ese verano. Me encontraba en la casa abandonada en la que vivía junto con los que hacía llamar mis amigos, Mike, mi supuesto mejor amigo llegó muy alterado, daba golpes a todo lo que encontraba por su paso, yo estaba a su paso. Me revolví, le devolví los golpes. Nos enzarzamos en una gran pelea. Después de muchos intentos, lograron separarnos, él prometió acabar conmigo. No era la primera vez que lo hacía, pero sí la primera vez que vi odio en sus ojos al dirigirse a mí. Temí esa mirada, él lo sabía. Esa noche no dormí, me curé las heridas como pude. Poco a poco, toda la casa se fue poniendo en mi contra al verme con un mínimo de debilidad, la que primero probó mi debilidad fue mi por aquel entonces novia, me echó vodka sobre las heridas después de una discusión. Todavía las tenías abiertas, dolía, escocía, sentía la traición hundiéndose en mi pecho como si de un cuchillo se tratase. La segunda fue la novia de Mike, amenazándome con una navaja para que abandonara la casa. Era la primera vez que se dirigía a mí, fue la última. La tercera persona que aprovechó la situación fue Pablo con la ayuda de Héctor, me ataron, primero me pegaron, me querían devolver a golpes mi poder hasta aquel entonces. Yo, que era la cabecilla de la peor manada de lobos, me estaba viendo traicionada y expulsada de la manada de la peor manera en la que alguien puede tratarte. Finalizaron su venganza con una violación. Aquella noche, después de que aquel par hiciera barbaridades conmigo, decidí ceder, irme. Nadie iba a protegerme allí. Debía huir. 

Como pude, arranqué la moto y me marché con el auxilio entre los pulmones. Traté de ir a buscar a mi hermano, aquel que consiguió prosperar y vivía cómodamente en un ático de Malasaña. La única persona que me obligó a estudiar, cosa que me permitió poder tener una segunda oportunidad en la vida posteriormente pero que en aquel momento no supe ver. Quise acudir a él, pedirle perdón por todas las que le había hecho. Quería pedirle una última oportunidad. Pero no llegué. 

Una moto se puso en contra dirección chocando frontalmente contra mí. Mi esbelto cuerpo voló, saliendo disparado de mi motocicleta, pero cayó contra el asfalto. Ese golpe me dejó inconsciente, con múltiples heridas, sumadas a las que ya tenía. El conductor que ocasionó el accidente no era otro que Mike, según el informe de la policía, aceleró cuando invadió mi carril. Iba a por mí, pero murió en el acto, su cuerpo también saltó por los aires pero cayó de cabeza. La tragedia estaba servida. Sobre el asfalto, nuestros cuerpos llenos de sangre, llenos de rabia y dolor. Los conductores que presenciaron el choque llamaron a los servicios de emergencia, con Mike no pudieron hacer nada más que tapar su cuerpo y proceder a certificar la muerte. Sin embargo, en mi caso, consiguieron reanimarme y me llevaron en ambulancia hacia el hospital. Una vez recuperé mínimamente la consciencia, la primera cara que vi, fue la de mi hermano, apoyado en mi almohada, con sus manos agarrando mi mano izquierda. Estaba en una habitación de hospital, con mil vendas por el cuerpo y con una flojera increíble, posteriormente me enteré que tuvieron que hacerme una transfusión de sangre de urgencia, había llegado al hospital habiendo perdido mucha sangre. Aquel día no me regañó, se limitó a abrazarme y a llorar. Le pedí que me curara. De todo. De la vida. Estuve dos años internada en un centro de desintoxicación y rehabilitación. Allí me ayudaron a finalizar mis estudios, mi hermano venía a verme siempre que le dejaban en el centro. Me recuperé físicamente, aunque tuve mucha suerte y para el golpe que fue, no necesité mucha rehabilitación, y empecé una reconstrucción emocional que a veces, los fantasmas de ese pasado turbio, oscuro e infeliz, amenazan con quebrar.

Y me veía ahí, asomada en ese balcón con todo ese pasado pasando por mi cabeza como si de una película se tratara. Sin asimilar del todo mi realidad. De pronto noté unos brazos rodeando mi cintura, me giré rápido, era Paula. Me abrazó fuerte. Le devolví el abrazo y lloré. Lloré todo lo que no había llorado antes. Lloré los golpes, el sufrimiento, el accidente, mi infancia, mi adolescencia y mi vida. Lloré mi suerte presente y mi miedo. 

- No estás sola, cariño.-me susurró mientras me abrazaba.

No dijo nada más, simplemente, me abrazó y me hizo sentir en casa. Esa casa que solo había conocido con mi hermano y su mujer. Me secó las lágrimas, me hizo un zumo de naranja natural y aquella noche durmió conmigo, abrazándome toda la noche. Cuando desperté no me hizo ninguna pregunta sobre lo ocurrido anoche, lo agradecí, ella entendió que necesitaba mi tiempo para contarle todo aquello. Desayuné y me fui a la facultad. Allí me encontré a Vanesa, quien sonriente, se sentó a mi lado. Aunque me gustara su compañía, no me salía sonreír, no después de esa noche llena de recuerdos. Ella me miraba desconcertada. No entendía mi tristeza, mi debilidad, tal vez porque era la primera vez que me mostraba tal cual era. Pese a eso, no insistió en revertir mi estado anímico, eso sí, no se alejo de mí en todo el día. De hecho, al finalizar las clases, me quiso invitar a comer con ella aunque yo no estaba muy por la labor. 

- No sé, Vanesa... Hoy no me encuentro del todo bien, tal vez sería mejor que me fuera para el piso.-dije mirando mis zapatos.

- Por esa precisa razón, es mejor que comamos fuera, que te dé el aire, que se airee tu cabeza.-dijo acercándose a mí.

Finalmente cedí, tal vez tuviera razón y necesitaba volver a sentir el aire. Fuimos a comer al paseo marítimo, estábamos prácticamente solas en esa terracita con vistas al mar. De pronto mi teléfono empezó a vibrar, se iluminó la pantalla: "Héctor". Mi corazón dio un vuelco, ¿me habían encontrado? Empecé a temblar, a sudar, a mirar hacia todos lados, me sentía acorralada. Empezó a faltarme el aire. Vanesa se levantó de su silla de prisa, mojó su servilleta de tela en el agua que habíamos pedido y me la puso en la frente.

- Son ellos...- dije con la voz entre cortada.

-¿Quiénes son ellos?- preguntó Vanesa preocupada.

- Vienen otra vez... A por mí.-dije sin apenas fuerza.

Me desvanecí.



HASTA AQUÍ EL CAPÍTULO. "INDOMABLE" HA VUELTO. Después de muchísimo tiempo sin inspiración, finalment he retomado Wattpad y la novela. Espero y deseo poder darle mucha más continuidad a la historia, lo merece. Gracias a quienes habéis continuado llenando de luz "Cenizas", "Trampas" e "Indomable". Espero que os guste e capítulo y lo disfrutéis muchísimo.


Brokenlines_

INDOMABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora