Capítulo 9.

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No nos volvimos a ver en lo que quedaba de jornada en la facultad. Aquella mañana teníamos grupos partidos y no coincidimos. Además ella salía antes y por tanto, nada.

Salí de la facultad con mi mochila a la espalda y el cigarrillo entre mis labios a punto de ser encendido. Saqué el mechero y cerré los ojos mientras me encendía el cigarro pero, no se encendía, abrí los ojos de golpe, no estaba el cigarrillo y yo estaba apretando los labios como una boba. Se escuchó una risa detrás de mí. Maldita imbécil.

- ¿Qué graciosa eres, no?- dije sin darme la vuelta. - No sabía que me querías tanto como para esperarme una hora mano sobre mano.-dije tratando de agarrar el cigarrillo.

- No te flipes tanto que solo me esperaba para entregar unos papeles de la beca.-dijo chulesca. -Además, ¿tú no sabes que fumar es malo?-dijo escondiendo el cigarro detrás de su espalda.

- Oh gracias, ya no quiero fumar.- dije girándome alzando una ceja.

- De nada, preciosa, para eso estamos.-respondió guiñándome el ojo.

Puse los ojos en blanco y sonreí. Traté de recuperar mi cigarro a lo que ella, con una sonrisa pícara, se resistía.

- Tan insufrible como siempre.-dije suspirando.

Me guiñó el ojo y se acercó lentamente a la papelera.

- Ni se te ocurra tirarme el cigarro ahí.-dije empezando a ponerme seria.

- ¿Si no qué?-vaciló.

Si ella quería jugar, yo iba a jugar el doble. Me acerqué a ella, clavando mi mirada en sus pupilas, ella se mantenía quieta, expectante. Me puse a un centímetro de sus labios.

- Si no puedo estar semanas hablándote así sin rozarte tan siquiera.-dije alternando mi mirada entre sus ojos y sus labios.

Bajó la guardia y le quité el cigarro. Sonreí victoriosa. Le guiñé un ojo y le besé.

- Eres insufrible.-dijo imitando mi anterior afirmación.

- Gracias, guapa.-respondí divertida.

Me encendí el cigarro y expulsé todo el humo.

- Sigo sin entender cómo puede gustarte tanto eso.-dijo rodando los ojos.

- Y yo sigo sin entender cómo te puedo gustar yo.-respondí riendo.

- Muy creído te lo tienes tú eh. A ver si la que va a estar más pillada vas a ser tú, bonita.-respondió alzando una ceja. 

Reí. Era una risa nerviosa y ella lo sabía. La verdad era que sí, me gustaba estar con ella, me sentía protegida y me sentía bien. Mentiría si dijera que no. Pero, no sabía en qué grado me llegaba a gustar, a qué niveles, hasta qué punto. Me daba vértigo pensar en algo estable, tal vez porque todo lo relacionado con el amor, había terminado sabiéndome al peor veneno.

- Bueno, como la señorita Martín ha tenido el buen gesto de esperarme, ¿qué le parecería si le invito a comer en mi casa?-propuse poniéndome las gafas de sol.

- Pues a mi bolsillo y a mí nos parece una gran idea, señorita Sánchez.-dijo sonriendo.

- Bien pues no te hace falta coger esa moto tuya, que mi casa está a dos minutos.-dije sonriendo.

- Isi miti tiyi.-dijo a modo de burla mientras reía.

Empezamos a andar y de pronto, paradas delante del semáforo que había justo en frente del portal, me cogió la mano. No mentiré, se me erizó la piel. No estaba muy acostumbrada al contacto humano de este modo. No le solté la mano, la tomé, le acaricié el dorso con el dedo y respiré. Intenté interiorizar esa sensación de sentirme bien conmigo misma.

Llegamos a casa y para mi sorpresa, Paula ya había llegado. Nada más entrar por la puerta la vimos, estaba como siempre, desnuda bailando por casa. Vanesa se puso roja y no sabía hacia donde mirar.

- Paula, no vengo sola.-dije riendo.

Paula me miró y su gesto de sorpresa y vergüenza la delató. Ni siquiera se había dado cuenta de que había llegado. Salió corriendo hacia la habitación. Vanesa y yo entramos en el piso.

- Sí que sois liberales en tu casa.-comentó riendo.

- Paula sobretodo, tanto arte la trastoca.-dije riendo.- Pero bueno, que para ser tú tan echá' pa' alante', no veas el tomate que llevas por cara, bonita.-respondí sonriente.

Me miró sonrojada y sonriente, negando con la cabeza.

- Bueno, ¿y qué vamos a comer?-preguntó cambiando de tema. 

- Mmmm... ¿te gusta el risotto?-pregunté abriendo la nevera.

- Sí, mucho.-respondió acercándose a mi espalda.

- Pues venga, quítate la chaqueta y ayúdame.-respondí cogiendo las setas, la nata y el parmesano de la nevera.

- Sí, mi capitán.-respondió en tono de burla. 

Reí. Podía llegar a ser profundamente payasa cuando quería. Lo que no esperé fue encontrármela a escasos centímetros de mí cuando me giré. Miró mis labios con una estúpida sonrisa en su boca, sonreí, me mordí el labio y me fui hacia el mármol de la cocina. Empecé a trocear las setas y Vanesa se dedicó a dejar suaves besos sobre mi cuello. Mi autocontrol empezaba a tambalearse. Si continuaba así, iba a terminar empotrándola contra la pared. Pero lejos de detenerse, coló una de sus manos por debajo de mi camiseta. Cada vez iba aumentando más mi calor corporal. No sabía si quería seguir resistiéndome.

Alguien carraspeó la garganta desde la puerta de la cocina. Nos separamos de golpe y nos giramos hacia allí. Era Paula. Le maldecí en idiomas que aún no se habían inventado. Aunque, para mi sorpresa, tenía el semblante serio, algo extremadamente fuera de lo común en ella.



AQUÍ TENÉIS OTRO CAPÍTULO, entiendo que es cortito pero prefiero hacerlos cortos pero subir con más frecuencia. Espero que os haya gustado, ¿qué creéis que sucederá en el próximo? ¿cuál será la reacción de Paula a la presencia de Vanesa? ¿y Valú hacia dónde irá? Dejad vuestras opiniones en los comentarios. Besos,

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